domingo, 23 de noviembre de 2014

Energía en las ciudades. Innovación ante el Cambio Climático

La energía solar ha ido ganando un rol cada vez más protagónico cuando se evalúan escenarios energéticos de mediano y largo plazo. Así como ocurrió hace algunos años atrás con la energía eólica cuando irrumpió como un nuevo actor en el mercado de la energía, la solar fotovoltaica se consolida año tras año como otra potente opción energética limpia y renovable.

Durante los últimos diez años la potencia fotovoltaica instalada a escala global aumentó anualmente en un promedio del 48%. En tan sólo 5 años su capacidad instalada se multiplicó seis veces. Estamos en presencia de la opción energética más dinámica y todos los pronósticos le auguran un crecimiento sostenido durante las próximas décadas.

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Este crecimiento ha sido producto de una serie de decisiones políticas enfocadas en la necesidad de introducir fuentes energéticas limpias y renovables en procura de disminuir nuestra dependencia de los combustibles fósiles y así reducir emisiones de gases que provocan el calentamiento global. Aunque también el actual auge de la energía fotovoltaica tiene un factor determinante en la drástica reducción en sus costos. En pocos años hemos asistido a una caída en picada de sus costos de instalación. Durante los últimos 5 años su costo de capital se redujo a la mitad.

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Una característica distintiva de la energía solar fotovoltaica es que su utilización a gran escala no implica necesariamente el desarrollo de grandes instalaciones de gran potencia, más bien lo contrario. Su gran aporte energético se dará a través de múltiples unidades de generación distribuida. Tanto desde techos de viviendas particulares como edificios públicos o corporativos, los paneles solares inyectarán energía limpia a la red eléctrica.

Un reciente informe publicado por la Agencia Internacional de Energía muestra que, con los adecuados instrumentos de promoción, la energía solar (fotovoltaica y térmica concentrada) puede ser la principal fuente de electricidad a nivel global para el año 2050, superando a todas las otras fuentes convencionales.

Cabe aquí señalar que el año pasado se instaló mayor proporción de potencia en energías renovables que lo instalado en convencionales como carbón, gas, derivados del petróleo o uranio. Un cambio de tendencia a observar con atención, ya que esto ocurre en un mundo con la “cancha inclinada” en favor de las convencionales, que son las que acaparan la mayor tajada en subsidios y apoyos gubernamentales. 

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La generación distribuida permitirá desplegar el enorme potencial renovable existente en todo el país, particularmente en materia solar. Para hacerlo es necesario contar con la factibilidad regulatoria de incorporar la generación distribuida integrada a la red. Varias ventajas justifican esta opción. En primer lugar disminuye la demanda desde los grandes centros de consumo con una consecuente disminución de pérdidas de energía en el transporte. Permite además desplegar un potencial enorme para la energía solar distribuida en espacios urbanos como así también para la eólica en pequeña escala.

Además, esta generación a baja escala, desplaza electricidad en el punto de consumo, donde mayor es el precio de la energía. Es allí donde solar podrá competir más rápidamente. En aquellos sitios del país donde la energía eléctrica no tiene el nivel de subsidios que goza el área metropolitana de Buenos Aires, la generación distribuida tiene mayores chances de tornarse competitiva con muy pocos incentivos.

Para poder contar con este potencial de energía distribuida debe disponerse de una normativa técnica que sea adoptada por los organismos que regulan el servicio eléctrico en las diferentes jurisdicciones del país de modo tal que las potencias y parámetros técnicos que deben cumplir los equipos a integrarse a la red sean similares en todo el país. Los criterios de incentivos a los usuarios generadores deberán ser diseñados para cada región acorde a sus condiciones naturales y regulatorias.

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La energía fotovoltaica, como ninguna otra fuente energética, tiene su rol protagónico en la generación eléctrica distribuida, ubicada en el lado de la demanda, es decir, del lado del consumidor. Su integración en el paisaje urbano deberá ser una variable a considerar en el diseño de espacios públicos, edificios y estructuras de nuestras ciudades.

La Ciudad Autónoma de Buenos Aires posee un importante potencial para la generación de energía fotovoltaica debido a la irradiación solar que recibimos en esta latitud. A los pasos que la ciudad ya ha dado en materia de uso de tecnologías de alta eficiencia energética, como la iluminación LED en espacios públicos, ahora debemos dar un nuevo paso hacia el diseño de una ciudad que aproveche la arquitectura urbana para generar energía limpia.

Hasta ahora se han instalado unos pocos sistemas integrados a la red, los dos de mayor potencia se encuentran en la Legislatura de la Ciudad y el otro en el CIFA, uno de los edificios de APrA. (1)

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Una ciudad que aproveche la energía solar es perfectamente posible, la tecnología para hacerlo está disponible. Sus costos son cada vez más accesibles y la necesidad de promover la integración de fuentes renovables es innegable dada la emergencia ambiental que representa la amenaza del cambio climático. Las grandes ciudades representan hoy alrededor del 70% de la emisión de gases de efecto invernadero. Convertir a las ciudades en sistemas energéticamente eficientes y de bajas emisiones de carbono es uno de los grandes desafíos de este siglo. La Ciudad de Buenos Aires ya ha iniciado esa transición.

 

Juan Carlos Villalonga

Pte.Agencia de Protección Ambiental (APrA)

Gobierno Ciudad de Buenos Aires

(1) Para una información más completa de lo que sucede con la energía solar en la Ciudad de Buenos Aires, se puede ver “Energía Solar en la Ciudad de Buenos Aires” (APrA)

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