lunes, 19 de agosto de 2013

Energía Nuclear y Conservadurismo de Izquierda

Hace unos días, el blog “Socialismo Latinoamericano. Izquierda Nacional”, publicó una nota titulada “La energía nuclear y los disparates de Greenpeace”, escrita por Guillermo Hamlin. No es la primera vez que Hamlin publica artículos donde muestra su particular mirada de los movimientos ecologistas y las ONG. Tampoco es la suya una mirada aislada, por el contrario, es bien representativa de la visión que tiene la izquierda nacional, que interpreta a estos movimientos como una expresión del imperialismo y la anti-patria.

La idea no es confrontar aquí en ese plano ideológico, la experiencia me muestra lo inútil que es ese esfuerzo. Sólo voy a enfocarme en algunos conceptos y hechos expresados en el mencionado artículo.

La nota de Hamin está motivada por un artículo periodístico en el que aparezco consultado, (Clarín, 6/7/13) y donde señalo la necesidad de abandonar la energía nuclear para el año 2020. Ese artículo tenía como disparador los anuncios que, en materia de energía nuclear, había hecho el ministro de Planificación, Julio De Vido, durante su viaje a Rusia en los días previos.

Hamlin inicia su nota haciendo referencia a la información del viaje oficial de manera acrítica, lo que permite suponer, casi sin lugar a dudas, que apoya sin condicionamiento alguno, los anuncios oficiales.

“En la Con­fe­ren­cia In­ter­na­cio­nal Mi­nis­te­rial sobre Ener­gía Nu­clear en el siglo XXI, que se reali­zó en julio de 2013, en San Pe­ters­bur­go, Rusia, el mi­nis­tro De Vido anun­ció que el Plan Nu­clear con­ti­nua­rá con la cons­truc­ción de la Cuar­ta y Quin­ta cen­tral nu­clear de ge­ne­ra­ción eléc­tri­ca y es­ti­mó que ese tipo de ener­gía lle­ga­ría a re­pre­sen­tar entre 15 y 18 % del total del con­su­mo del país para 2023. Tam­bién anun­ció que la Cen­tral Ar­gen­ti­na de Ele­men­tos Mo­du­la­res será lle­va­da ade­lan­te con una pri­me­ra ver­sión de 25 Me­ga­watts”. 

Bien, a partir de posicionarse del lado del oficialismo, comienza su descripción de lo que él denomina “El imperialismo contraataca”. El cierre de las plantas nucleares y su reemplazo, fundamentalmente, por energía eólica es calificado por Hamlin como un “disparate”. Sin embargo, no aparece ninguna buena razón en su nota para justificar esa calificación. Es una lástima, porque existen interesantes aspectos económicos y técnicos para discutir si una propuesta así es o no realizable. Nos perdemos el debate.

En lugar de razones, Hamlin apela a recordar quién es el que habla pidiendo el fin de la energía nuclear:

“Podemos recordar cuando en el año 2000 la Argentina ganó una licitación internacional para la provisión a Australia de un reactor con fines medicinales, industriales y de investigación científica. Greenpeace, con Villalonga al frente, se opuso al reactor australiano. Greenpeace fue secundado por Funam, dirigida por Raúl Montenegro, cuyos antecedentes antinacionales fueron denunciados por Roberto Ferrero en 1985.”

Con respecto a la cita debe señalarse que las críticas dirigidas a esa venta, hechas por las organizaciones mencionadas (y decenas más), estaban enfocadas en una cláusula en el contrato que había firmado el INVAP para hacerse cargo de procesar en Argentina los residuos de ese reactor australiano. El cumplimiento de esa cláusula era violatoria de la Constitución Nacional (además de otras leyes). La violación de la normativa vigente era tan flagrante, que el Estado australiano obligó al argentino a firmar un Acuerdo Bilateral que les garantizara que esa cláusula, dentro de un contrato privado, se cumpliría si así se exigía en el futuro.

Como en otras oportunidades, la dirigencia política argentina y el Estado Nacional, tuvieron que socorrer de urgencia al INVAP, en este caso, aceptando violar la Constitución si la empresa australiana lo solicitaba. Así se firmó el Acuerdo de Cooperación Nuclear con Australia en el que el Estado argentino se comprometía a respaldar la promesa inconstitucional de INVAP. El gobierno de Néstor Kirchner terminó la tarea, haciéndolo ratificar por el Congreso Nacional en el año 2004. Una historia más dentro de las tantas vergüenzas nucleares.

La oposición que desarrollamos las ONG durante esos años estuvo focalizada en la cláusula secreta del contrato INVAP-ANSTO, y contra la ratificación del Acuerdo con Australia en lo que se refiere a la importación de los residuos. Nunca se cuestionó la venta de ese reactor. Sí hubo resistencia en Australia, llevada adelante por la propia oposición política al gobierno liberal de John Howard.

Con respecto a la calificación de “antinacional”, no me voy a explayar sobre el pensamiento de Ferrero, pero para  el caso que se cita, deberíamos en todo caso revisar el contenido supuestamente “antinacional” del propio Artículo 41 de la Constitución Nacional.

Volviendo al artículo que me cita, más adelante Hamlin  dice:

“Países de distintas regiones del mundo, luego de Fukushima, mantienen sus programas nucleares. La IAEA, la Agencia Internacional de Energía Atómica, señala en su página web (http://www.iaea.org) que la capacidad instalada de energía nuclear que era de 369 GW en 2011, para 2030 alcanzaría un valor mínimo de 456 GW y un máximo de 740 GW. El gobierno alemán proyecta cerrar los 17 reactores nucleares para 2022. Esta decisión política de Angela Merkel (apremiada por su alianza electoral con el influyente partido Verde) mereció la crítica del ex canciller Helmuth Kohl: ‘el uso de la energía nuclear en Alemania no se hizo más peligrosa por lo ocurrido en Japón’ ”.

Es un dato de la realidad que luego del accidente de Fukushima hubo varias re-evaluaciones de los programas nucleares en marcha, lo que ocasionó suspensiones en algunos casos, ratificación de planes de cierre y, en otros, la confirmación de los planes nucleares en curso. Pero lo importante no es mirar un caso o país en particular, puesto que hay casos para todos los gustos. Hay que observar qué pasa con la industria nuclear globalmente. Desde esa perspectiva podemos ver el siguiente cuadro:

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Claramente el estancamiento de la industria nuclear se manifiesta en el progresivo aumento de reactores que salen de línea respecto de la nuevas unidades puestas en marcha. La subsistencia de la industria está dada hoy día en la extensión de la vida útil de los reactores, lo que disminuye la cantidad de reactores que deben salir de servicio. En este contexto los pronósticos no son muy halagüeños.

Pero lo más interesante del fragmento ya citado del artículo de Hamlin, es que pone de manifiesto el extravío político en el que se encuentra. En primero lugar, señala que Angela Merkel adoptó la decisión de avanzar con el cierre de los reactores nucleares “apremiada por su alianza electoral con el influyente Partido Verde”. Grave error.  El actual gobierno alemán, de la CDU (Partido Cristianodemócrata) es producto de una alianza de esa fuerza política con la Unión Social Cristiana de Baviera y el Partido Democrático Liberal (FDP). Para completar, cita a Helmut Kohl, como autoridad de referencia, criticando la decisión de Merkel, como si éste fuera una figura relevante en algún sentido. Se trata de un político ya retirado, representante del conservadurismo alemán y que, más allá de haber sido canciller alemán por un extenso período (1982-1998), no posee autoridad destacable en este terreno. ¿Cuál es la razón para que desde la izquierda se tome como referente de opinión a un político conservador como Kohl? Vaya uno a saber.

A continuación, Guillermo Hamlin señala inversiones alemanas en plantas de carbón como prueba de contradicción energética:

“Alemania inauguró en agosto de 2012, una central térmica de 2.200 MW a carbón. Tiene proyectadas otras 23 plantas a carbón ¿No es contradictorio que el ministro de Ambiente de Alemania, Peter Altamaier, acepte que inviertan en centrales térmicas, emisoras de dióxido de carbono y que cierren las nucleares que no lo generan?”

Es una verdadera tontería querer describir una política energética por la apertura de una planta de carbón o tomando como ejemplo lo que ocurre en un sector aislado. Hacer bien la tarea implica evaluar cuáles son los objetivos y de qué modo se va produciendo la transición energética propuesta. Si observamos las metas de desarrollo de Alemania, tenemos que se han adoptado las siguientes metas de generación por renovables en porcentaje de la oferta total de electricidad:

2005

8%

2010

13%

2020

20%

2030

35%

2050

80%

Las metas  vienen cumpliéndose en exceso, en la actualidad las renovables generan el 23% de la electricidad. En relación a la energía primaria (energía en general), las metas son las siguientes:

2020 18%
2030 30%
2050 60%

Y en relación a las emisiones de CO2 de origen energético, estos son los objetivos de reducción en relación a las emisiones de 1990:

2020

40%
2030 55%
2040 70%
2050 80-95%

Como puede verse, se trata de metas muy ambiciosas, que están en línea con los objetivos de protección climática que un país desarrollado debe adoptar. Por supuesto, esto implica una transformación en la industria que significa romper con el status quo o las tendencias dominantes. Por supuesto, esto significa mayores costos y esfuerzos en la transición. Si se oyeran sólo las demandas industriales por acceso a energía barata, no tendría sentido alguno salirse del carbón. Coherentemente, Hamlin destaca en su nota las conservadoras quejas de los industriales:

“El fuerte sector industrial alemán expresó también su malestar ante la decisión: esto implicaría un incremento de los costos promedio de generación de energía eléctrica, reduciendo la competitividad de la industria alemana, de las primeras en el mundo. Incluso llegaron a sugerir que las plantas alemanas estarían estudiando la posibilidad de relocalizar sus instalaciones en otros países de menores costos energéticos.”

Debo también corregir las cifras que Guillermo Hamlin cita sobre la energía eólica en Alemania. Hacia fines de 2012, la potencia eólica instalada era de 31,3 GW, no de 23 GW. Esa  potencia sirvió para producir el 7,3% del consumo total del país. Las renovables, en conjunto, generaron el 23%, como ya lo señalé. El resto de la energía proviene de fuentes térmicas y nucleares, pero lo importante es que el porcentaje de las renovables va en aumento y con metas de crecimiento significativas, como cité en las tablas precedentes.

Es interesante poner en contexto las cifras de generación citadas en el párrafo anterior. En Alemania, la energía eólica produjo 45 TWh en el 2012, lo que equivale al 37% del total de la electricidad consumida el año pasado en nuestro país, unas siete veces y media la energía producida por Atucha y Embalse durante 2012.

Por último, Hamlin apela a una serie de consideraciones del más típico nacionalismo llorón o victimista, a lo que es tan propensa la izquierda nacional. Todo el que se opone a la energía nuclear es parte  del complot internacional para que Argentina no se desarrolle en este campo. Algo absurdo, pero en definitiva, el pensamiento conspirativo no se basa en el pensamiento lógico sino en el oscurantismo.

La Argentina tiene dos reactores en funcionamiento, uno de origen alemán (Atucha) y otro canadiense (Embalse), y otro en construcción, también alemán (Atucha II). El desarrollo inicial en reactores de investigación se realizó con ayuda y cooperación de Estados Unidos. En la actualidad el ministro De  Vido se encuentra negociando una cuarta y quinta planta nuclear con China, Rusia, Francia, Estados Unidos y Canadá. La discusión pasa por el financiamiento, por ende: ¿Quién coarta o limita el desarrollo nuclear nacional?

Por supuesto que dentro de la industria nuclear, como en cualquier otra, existen pujas comerciales e intereses para acceder o resguardar mercados. Pero en esta materia, los pobres resultados, los retrasos y las idas y vueltas  tienen más que ver con dificultades intrínsecas de la tecnología y una política nuclear que no siempre fue transparente. Además, se quiere disponer de recursos económicos en cantidades que poco tiene que ver con las reales posibilidades de nuestra economía.

Por último, Hamlin se remite a la promesa de la fusión nuclear, que viene anunciándose “para dentro de 30 años”. Ya llevamos 60 y seguimos esperando. La promesa le sirve a la industria para sostener altísimos presupuestos y para mantener vivas falsas expectativas. Seguir apostando “al milagro nuclear” tiene, como uno de sus efectos prácticos, el bloqueo de las renovables y el sostenimiento de las políticas energéticas más conservadoras y menos democráticas.

 

Juan Carlos Villalonga

Los Verdes

domingo, 11 de agosto de 2013

The answer, my friend, is blowin' in the wind

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Quiero compartir una breve nota que publica ayer el suplemento “Campo” de La Nación, en la sección “Rincón Gaucho”. La aprovecho para hacer un pequeño rescate emotivo del rol que jugó en el desarrollo económico y social de la Argentina el viejo y entrañable molino rural. Ese molino de bombeo de agua que todos conocemos y que tenemos incorporado en las imágenes más tradicionales de nuestro país.

La energía eólica (aunque así no se la llamaba entonces) ha estado en la base del despegue del desarrollo rural del país hacia finales del 1800. El molino de viento fue y es parte del paisaje rural en todo el país, en las más diversas regiones y climas. Nos habla de la simpleza, efectividad, adaptabilidad y nobleza de una tecnología que aún hoy está vigente en el campo argentino. Unos párrafos que escribí hace más de 15 años:

“La energía eólica ha sido una fuente empleada desde tiempos remotos en diferentes partes del mundo y para diversos propósitos. En la Argentina, su aplicación para el bombeo de agua ha sido muy común en la zona rural, adaptándose a las mas diversas condiciones y climas del país. Los molinos para bombeo de agua, ya sea para riego o para bebederos de ganado, se fueron difundiendo desde fines del siglo pasado. Estos molinos, de eje horizontal y de tipo multipala de baja velocidad, constituyen aun hoy un paisaje común en la zona rural de casi todas las provincias argentinas. Según datos del Censo Nacional Agropecuario de 1989 existían en el país alrededor de 400.000 molinos de viento convencionales (la mayor parte de ellos para extracción de agua en zonas rurales) que generarían unos 300.000 kW anuales.” (Greenpeace, 1996)

 

Sábado 10 de agosto de 2013, La Nación

Rincón gaucho

El acceso al agua, lucha de siempre en nuestro campo

Junto al vigente molino se valen de las aguadas, los jagüeles o tajamares

Por Martha Salas

El acceso al agua fue lo que determinó el valor de la tierra. En los repartos de tierras, desde Garay en adelante, las suertes -fracciones que se ganaban por sorteo- debían necesariamente tener acceso al agua. Ésta podía provenir de un río, arroyo o laguna. En medio de las suertes debía quedar un franja libre para que los que no era dueños tuvieran acceso al agua.

Los jesuitas fueron poseedores de conocimientos hidráulicos que les permitieron desviar y conservar el agua de ríos y arroyos por medio de canales, represas y tajamares. El resto del país ignoraba estos conocimientos y el valor del campo dependía de la aguada, en especial en los campos ganaderos donde la hacienda demandaba 50 litros diarios por cabeza. Las aguadas naturales eran pocas y se llamaban rincón o rinconada, luego pasaron a ser nombres de estancias.

Por la falta de lluvias se acudía a la intervención Divina con misas y novenarios. La sequía le hizo decir a Darwin: "Bañadas inmensas flotantes en la atmósfera ofuscaron el sol...", era la polvareda de la tierra seca. "La luna se hizo con agua", dicen en el campo los observadores del cielo. Sarmiento fue el que avisó la existencia mítica del baqueano que huele la tierra y las plantas, y se cerciora de la proximidad de las aguas.

En la campaña se busca el agua subterránea, misión que cumple "el baldero", que cava pozos llamados "baldes". También existió en tiempos remotos "el adivinador rabdomante", que con una simple varilla de avellano, bifurcada en horquilla, descubría yacimientos subterráneos de agua.

En esos casos el agua salía a la superficie por medio de "la pelota", un semiglobo de cuero que la contenía. El "balde sin fondo" sucedió a "la pelota", pero era tan pesado que debía ser tirado por un caballo. Hija del "balde sin fondo" fue "la manga" de 10 o 12 varas de largo, era de lona y se usaba para llenar bebederos o regar....

En pleno campo se cavaban "jagüeles", que eran pozos artificiales o una depresión natural donde se juntaba el agua; también se la podía conservar en pequeños embalses llamados "represas".

Adolfo Sourdeaux y Carlos Enrique Pellegrini iniciaron la construcción de pozos artesanales que podían sacar agua para dar de beber a más de mil cabezas de ganado. Por fin, en 1880 llegó un invento norteamericano, el "molino de viento", para enriquecer con sus aguas la producción de los campos. Los importó Miguel Lanús y Cía. y para su publicidad puso un aviso en Caras y Caretas que decía así:

"Este molino señores, / aunque no es de los mayores, / tiene aproximadamente / una fuerza equivalente / a treinta mil changadores..."

Los primeros molinos fueron de madera y la marca era Corcoran. Años después, Roldán y Lanús Cía. fabricaron los primeros molinos en la Argentina y fueron de acero.

Con el agua vinieron los árboles. En la llanura pampeana no había arboleda natural por la dureza de la tierra, que dificultaba la penetración del agua. Sólo en los siglos XIX y XX terminó por imponerse el árbol como rasgo rioplatense. Se impusieron las especies más adaptables a nuestro clima. Sarmiento propuso un árbol australiano, el eucaliptus. Cobos, Thays, Leonardo Pereira, Guerrero y Lussich fueron grandes plantadores de eucaliptus, acacias, sauce llorón, casuarinas, nogales, álamos y pinos.

En pocos años estas plantaciones crecieron prodigiosamente cambiando el paisaje del campo argentino, poblándolo de montes espesos y sombríos en cuyos bordes se levantarían galpones, casas y establos, dando poco a poco forma a un gran país agrícola ganadero como el nuestro..