domingo, 28 de abril de 2013

Democraticemos, pero como quiere la presidenta

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Se me ocurre que estamos frente a una “primarización” del debate político. Así como nuestra economía se ha “re-primarizado”, la política se concentra hoy en dos o tres conceptos y en base a ellos se producen acalorados debates.

Por supuesto se trata de conceptos generosos en cuanto a su alcance. Si uno hace referencia a “democratizar” indudablemente tiene a priori el acuerdo de una gran mayoría. Lo mismo sucede si acude a “nacionalizar”, “soberanía” o “voluntad popular”, por ejemplo. Son conceptos generales que tienen, a priori, un consenso importante. Por ende, no quieren decir demasiado por si mismos. El verdadero debate es qué entendemos que “democratiza” y qué no lo hace; qué entendemos por aquello que nos garantiza “soberanía” y qué es lo que no nos conduce a ser verdaderamente independientes y autónomos. Aceptar esto significa que debemos abrir el debate, no encerrarlo bajo consignas, chicanas y slogans.

Esto sucedió con la mayoría de los debates en estos últimos 10 años. A todo o nada. Por supuesto que esta mecánica no es inocente. Reducir debates a un blanco y negro, simplificados brutalmente, entre un “nosotros” y “ellos”, es una táctica de construcción de poder de todo populismo. Y, por supuesto, esconce del debate la verdadera dimensión de las decisiones, desde las más significativas en términos políticos hasta las más miserables vinculadas a la corrupción.

Lo vivido esta semana en torno al debate de la reforma de la justicia mostró una vez más que la supuesta “politización” de la sociedad y de la juventud no es tal. No he visto nada parecido a la reflexión, a la descripción de cuál es el armado institucional deseable para construir una sociedad más democrática. No lo he visto en los más diversos actores sociales afines al gobierno, menos aún en los “jóvenes K”. Excepto la intervención de Horacio Verbitsky (CELS) en el Senado dos semanas atrás, todo lo demás ha sido repetir consignas vacías y chicanas gastadas. Hago esta mención aún sabiendo que Verbitsky tuvo ese vergonzoso intercambio con el ministro de justicia al señalarle que esta iniciativa "no refleja lo que dijo la presidenta".

En fin, son demasiados años de lo mismo. Lo más peligroso es que en esa dinámica también hoy se mueve buena parte de la llamada “oposición”. La “primarización” de la política es ahora una situación generalizada.

Es evidente que la politización K no pasa de una maquinaria de propaganda, disciplinamiento y repetición hasta el cansancio de lo que emana de la Casa Rosada. A mi juicio, nada más alejado a la política. Y mucho más, de una política progresista o de transformación social.

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