martes, 30 de abril de 2013

El jazz según Julio Cortázar #internationaljazzday

[...] y desde un chirriar terrible llegaba el tema que encantaba a Oliveira, una trompeta anónima y después el piano, todo entre un humo de fonógrafo viejo y pésima grabación, de orquesta barata y como anterior al jazz, al fin y al cabo de esos viejos discos, de los show boats y de las noches de Storyville había nacido la única música universal del siglo, algo que acercaba a los hombres más y mejor que el esperanto, la Unesco o las aerolíneas, una música bastante primitiva para alcanzar universalidad y bastante buena para hacer su propia historia, con cismas, renuncias y herejías, su charleston, su black bottom, su shimmy, su foxtrot, su stom, sus blues, para admitir las clasificaciones y las etiquetas, el estilo esto y aquello, el swing, el bebop, el cool, ir y volver del romanticismo y el clasicismo, hot y jazz cerebral, una música-hombre, una música con historia a diferencia de la estúpida música animal de baile, la polca, el vals, la zamba, una música que permitía reconocerse y estimarse en Copenhague como en Mendoza o en Ciudad del Cabo, que acercaba a los adolescentes con sus discos bajo el brazo, que les daba nombres y melodías como cifras para reconocerse y adentrarse y sentirse menos solos rodeados de jefes de oficina, familias y amores infinitamente amargos [...] todo eso en una música que espanta a los cogotes de platea, a los que creen que nada es de verdad si no hay programas impresos y acomodadores, y así va el mundo y el jazz es como un pájaro que migra o emigra o inmigra o transmigra, saltabarreras, burlaaduanas, algo que corre y se difunde y esta noche en Viena está cantando Ella Fitzgerald mientras en París Kenny Clarke inaugura una cave y en Perpignan brincan los dedos de Oscar Peterson, y Satchmo por todas partes con el don de la ubicuidad que le ha prestado el Señor [...] algo absolutamente indiferente a los ritos nacionales, a las tradiciones inviolables, al idioma y al folclore: una nube sin fronteras…

JULIO CORTÁZAR, Rayuela, capítulo 17

 

 

lunes, 29 de abril de 2013

Sin política climática

 

Por Juan Carlos Villalonga. Los Verdes

(Nota publicada en Clarín, 25/04/13)

 

La sociedad ha pagado caro la falta de preocupación ambiental y de previsión de los sectores en el poder. No es posible que recién nos demos por enterados de que el cambio climático es algo más que el nombre de una conferencia internacional a la cual enviar funcionarios. Tampoco puede ser una excusa. Después del temporal que azotó la Ciudad de Buenos Aires, La Plata y otras áreas metropolitanas, es hora de que las autoridades comiencen a tomar en serio los impactos ambientales de las actividades que se llevan adelante.

Hasta el momento el cambio climático no ha sido incluido en la agenda de ningún gobierno y en estos días estamos pagando las graves consecuencias de tal irresponsabilidad. image

En lo inmediato y ante la gravedad de las pérdidas tanto humanas como materiales, los gobiernos deben actuar dejando de lado las contiendas políticas, coordinando esfuerzos y, en lo que respecta a la Ciudad de Buenos Aires, acordando sin más dilaciones un cronograma de trabajo para llevar adelante las postergadas obras en los arroyos Vega y Medrano. Este acuerdo no debería tardar más de 15 días en llevarse a cabo y debe incluir una evaluación del plan de obras, el respaldo financiero y los avales necesarios para el endeudamiento que permitirán concretarlo. A su vez, deberá ser refrendado por la Legislatura.

La última herramienta para combatir los eventos que genera el cambio climático es la miseria política. No pueden el Gobierno de Buenos Aires y el Ejecutivo nacional continuar dilatando el sainete en que se ha convertido el desarrollo de las obras de mejoras en el drenaje y aliviadores de los arroyos mencionados. Sabemos que entubar esos cursos naturales de agua ha sido una mala decisión adoptada a mediados del siglo pasado y que ahora nos muestra sus claras limitaciones.

El Gobierno nacional ha venido actuado como si el cambio climático les afectara a otros. Es necesario que los líderes estén a la altura del mayor desafío que hoy enfrenta la humanidad.

 

imageNúmero de precipitaciones mayores a 100 mm en no más de 2 días en 16 estaciones de la región centro y este de Argentina.

domingo, 28 de abril de 2013

Democraticemos, pero como quiere la presidenta

http://www.infobae.com/adjuntos/jpg/2013/04/600x0_656602.jpg

Se me ocurre que estamos frente a una “primarización” del debate político. Así como nuestra economía se ha “re-primarizado”, la política se concentra hoy en dos o tres conceptos y en base a ellos se producen acalorados debates.

Por supuesto se trata de conceptos generosos en cuanto a su alcance. Si uno hace referencia a “democratizar” indudablemente tiene a priori el acuerdo de una gran mayoría. Lo mismo sucede si acude a “nacionalizar”, “soberanía” o “voluntad popular”, por ejemplo. Son conceptos generales que tienen, a priori, un consenso importante. Por ende, no quieren decir demasiado por si mismos. El verdadero debate es qué entendemos que “democratiza” y qué no lo hace; qué entendemos por aquello que nos garantiza “soberanía” y qué es lo que no nos conduce a ser verdaderamente independientes y autónomos. Aceptar esto significa que debemos abrir el debate, no encerrarlo bajo consignas, chicanas y slogans.

Esto sucedió con la mayoría de los debates en estos últimos 10 años. A todo o nada. Por supuesto que esta mecánica no es inocente. Reducir debates a un blanco y negro, simplificados brutalmente, entre un “nosotros” y “ellos”, es una táctica de construcción de poder de todo populismo. Y, por supuesto, esconce del debate la verdadera dimensión de las decisiones, desde las más significativas en términos políticos hasta las más miserables vinculadas a la corrupción.

Lo vivido esta semana en torno al debate de la reforma de la justicia mostró una vez más que la supuesta “politización” de la sociedad y de la juventud no es tal. No he visto nada parecido a la reflexión, a la descripción de cuál es el armado institucional deseable para construir una sociedad más democrática. No lo he visto en los más diversos actores sociales afines al gobierno, menos aún en los “jóvenes K”. Excepto la intervención de Horacio Verbitsky (CELS) en el Senado dos semanas atrás, todo lo demás ha sido repetir consignas vacías y chicanas gastadas. Hago esta mención aún sabiendo que Verbitsky tuvo ese vergonzoso intercambio con el ministro de justicia al señalarle que esta iniciativa "no refleja lo que dijo la presidenta".

En fin, son demasiados años de lo mismo. Lo más peligroso es que en esa dinámica también hoy se mueve buena parte de la llamada “oposición”. La “primarización” de la política es ahora una situación generalizada.

Es evidente que la politización K no pasa de una maquinaria de propaganda, disciplinamiento y repetición hasta el cansancio de lo que emana de la Casa Rosada. A mi juicio, nada más alejado a la política. Y mucho más, de una política progresista o de transformación social.

lunes, 22 de abril de 2013

YPF: aniversario bajo el agua

 

Por Juan Carlos Villalonga

Hemos llegado al primer año de gestión de la YPF “recuperada”, es decir, luego de la nacionalización del 51% de las acciones de esa empresa y el inicio de una conducción de la misma plenamente a cargo del Gobierno Nacional. El balance de las acciones realizadas dicen bastante poco. El panorama del sector petrolero y de YPF en particular no se ha modificado en su tendencia de baja generación de hidrocarburos, continua disminución de las reservas y un incremento en las importaciones de combustibles que se prevén para este año, al que las estimaciones indican rondarán entre los 12 y 15 mil millones de dólares este año.

Este panorama se ha visto ensombrecido aún más luego de las tremendas inundaciones ocurridas a comienzos de este mes en el área de La Plata. Debido al tremendo impacto de la tragedia ocurrida en la capital provincial quedó empequeñecido el grave accidente ocurrido en la refinería de YPF Ensenada-Berisso producto de las inundaciones durante el 2 de abril.

Según la reconstrucción de los hechos por la propia empresa los hidrocarburos que conformaban un gruesa capa en la superficie de las aguas que comenzaron a subir en el predio de la refinería alcanzaron a tomar contacto con sitios con alta temperatura, horno de la planta de coke, se produce un incendio descontrolado que destruyó parte de las instalaciones y puso en riesgo a todos los trabajadores del complejo y la población vecina. Las horas en que se demoró el control del incendio que se extendió en un frente de unos 500 metros pusieron al borde de una catástrofe a la refinería. Los mensajes de las autoridades de YPF fueron pocos e imprecisos.

La afectación de la refinería por las inundaciones nos indica la precariedad y falta de preparación para estos eventos, cada vez más frecuentes, de un complejo industrial altamente inflamable y contaminante. Que los hidrocarburos hayan comenzado a cubrir el predio inundado pone de manifiesto una situación de extrema debilidad en el manejo de los depósitos de combustibles y residuos. Es obvio que la planta no tenía en sus planes de manejo de riesgo una lluvia como la ocurrida el 2 de abril.

Es necesario que el Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible (OPDS), máxima autoridad ambiental provincial, realice una exhaustiva investigación para conocer la situación en la refinería de YPF estaba funcionando y que permitió que se produjera tan grave accidente. Esto es imprescindible para determinar las posibles irregularidades cometidas. También, a la luz de la ocurrencia, cada vez mayor, de tormentas severas en la región, se evaluar el rediseño de la planta a la luz de lo ocurrido y lo que pudo haber sucedido en otras condiciones, por ejemplo, con otros vientos que puedan haber dispersado las llamas.

Aún hoy, nada dice sobre todo esto el sitio oficial de la OPDS. Por su parte YPF emitió un comunicado el 7 de abril para señalar que restablecía el procesamiento de crudo en la planta y el día 9, el CEO de YPF, Miguel Galuccio, dio una esperada conferencia de prensa en la que simplemente pasó en limpio la información que ya se conocía sobre lo acontecido. Galuccio centró su mensaje en que la pérdida de capacidad de producción, alrededor del 7%, de la planta implicaría mayores importaciones de combustible durante este año.

Sin duda que el accidente de la refinería torna aún más deslucido este aniversario de la “nueva” YPF. Implica un mayor déficit de combustibles y puso de manifiesto la debilidad de una de sus complejos industriales más importantes. La refinería continúa operando en una zona altamente poblada. Su permanencia en el sitio debe estar supeditada a una seria evaluación de la calidad de sus procesos, del control de eventos, como el ocurrido el 2 de abril, y la OPDS debe emitir una completa auditoría que genere tranquilidad a la población de que las autoridades no están tapando las cosas sino velando por la salud de la gente. Las inundaciones ocurridas en el área metropolitana de Buenos Aires son una señal de advertencia para las autoridades locales, provinciales y nacionales de que estamos incubando tragedias al no actuar acorde a la dimensión de los desafíos y riesgos que estamos sometiendo a la población.

viernes, 19 de abril de 2013

Ulrich Beck y la crisis europea

Esta semana ha estado por Buenos Aires Ulrich Beck a quien he seguido con interés desde hace años. Comparto algunas de las notas que saldrán con motivo de su visita.

 

Viernes 19 de abril de 2013. Publicado por La Nación, suplemento ADN Cultura  

Ulrich Beck

"Europa siempre ha estado en crisis"

El sociólogo alemán, uno de los intelectuales más influyentes de la actualidad, compara a Angela Merkel con Maquiavelo y afirma que el mayor desafío para la región en el siglo XXI consiste en reinventar los viejos nacionalismos para dar cabida a una visión cosmopolita de la convivencia entre los pueblos europeos

Por Raquel San Martin

Mucho más que un conflicto económico, el tiempo convulsionado que vive Europa es, para el sociólogo Ulrich Beck, una crisis tanto política como simbólica. Y, por eso mismo, no se saldrá de ella con recetas financieras, sino con nuevos significados. "Tenemos que discutir cómo debería ser una Europa para el siglo XXI", dice, y sugiere respuestas: una "Europa cosmopolita", con Estados que conserven su identidad nacional pero participen en nuevas formas institucionales con mirada global, una comunidad ya no diseñada desde las elites sino construida por ciudadanos que se sientan y vivan como europeos.

Beck, de origen alemán y uno de los intelectuales europeos más influyentes, se mueve en ese lugar donde la teoría social (en la que ha dejado ya su huella con conceptos como "sociedad del riesgo" y "segunda modernidad") se cruza con la intervención pública y crítica sobre el mundo. Así, ha denunciado repetidamente las consecuencias nefastas del neoliberalismo en cuestiones que van del trabajo y la pobreza a los problemas ambientales; junto con Daniel Cohn-Bendit, impulsó el año pasado el manifiesto "¡Somos Europa!", que enseguida consiguió las firmas de numerosos intelectuales, en el que se proponía "reconstruir una Europa desde la base". También critica con frecuencia las intervenciones de la canciller alemana Angela Merkel, a la que llama "reina informal de Europa", al frente de la resolución de la crisis europea.

Beck pasó esta semana en la Argentina, invitado por la Fundación OSDE, la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y la Universidad Diego Portales, de Chile. Tuvo, como suele pasar con las figuras intelectuales renombradas, una agenda apretada: conferencias, recepción de un doctorado honoris causa en la Unsam, entrevistas, una reunión informal con investigadores jóvenes, la difusión de su último libro Una Europa alemana (Paidós), y a todo accedió con su estilo amable y su tono a la vez pedagógico y apasionado. El hilo conductor fue su mirada sobre el tembladeral en que se encuentra hoy la Unión Europea (UE). "Si el modelo europeo fracasa, no sólo será un fracaso para Europa, sino también para las esperanzas históricas en una civilización que pueda encontrar respuestas a los grandes riesgos globales", dijo a ADNCULTURA .

-¿Cómo explicaría la crisis europea a un extranjero? A distancia, solemos verla como una crisis económica, financiera, de la eurozona. ¿En qué medida es también política y hasta simbólica, una crisis de la idea de Europa?

-Europa siempre ha estado en crisis, Europa es un sinónimo de crisis. Pero hasta ahora, la crisis era el primer paso para una nueva forma de integración política; la crisis era la forma específica del progreso de Europa. La situación actual es bastante diferente. La crisis actual fue en su génesis, por supuesto, económica, una crisis bancaria global que no fue generada por la UE, pero esta crisis no es sólo ni mayormente económica.

-¿Por qué?

-Es en esencia una crisis política, porque por primera vez experimentamos que Europa puede romperse. Eso es todavía un shock y una amenaza seria. Puede romperse no por la guerra, como en el pasado, sino por la anticipación de una catástrofe que no fue tomada seriamente ni tuvo respuestas políticas. En el momento más agudo de la crisis, las instituciones políticas no estaban preparadas ni tuvieron recursos para dar ninguna respuesta, y entonces el poder volvió a los Estados; entre ellos, el más sólido económicamente fue Alemania y la canciller Angela Merkel. En mi libro Una Europa alemana , sostengo que hay una afinidad entre Maquiavelo y Merkel, lo que llamo "el modelo Merkiavelo", porque la naturaleza política y de personalidad de ella es la duda. No le gusta tomar decisiones, nunca dice claramente sí o no, dice claramente sí y no al mismo tiempo. Y esta clase de duda tuvo un doble efecto en la crisis: por un lado, no hubo soluciones y la situación se agravó. Por otro lado, demostró el nuevo poder de Alemania a los demás, porque vieron que dependían para su supervivencia económica del crédito alemán. Las instituciones son las mismas pero informalmente Alemania se convirtió en un imperio accidental. Nadie quería esto, no hubo un plan maestro para lograrlo, sucedió por los cambios en el paisaje político.

-En ese contexto, ¿está la identidad europea en riesgo de algún modo?

-No, no diría eso. No se puede entender Europa como una nación, no lo es, es un conjunto de naciones democráticas. Y nunca podría ser una nación porque eso implicaría que las otras naciones deberían desaparecer. Ésa es una imagen equivocada. Una nueva visión para una Unión Europea democrática podría ser lo que yo llamo una "Europa cosmopolita", en la que se puedan ser muchas cosas al mismo tiempo. Cada uno tiene que reconocer la importancia de la diferencia y de la permanencia de la diferencia. Europa no tiene una identidad sino muchas y no tiene un demos como base de la democracia, sino muchos demoi , en diferentes niveles. Hablamos mucho de Europa en términos económicos, pero la economía fracasó no sólo en relación con la crisis financiera global, sino también en batallas abstractas que no se adecuan a la realidad europea. Le doy un ejemplo: los análisis económicos tienen dos modelos, el nacional y el internacional, y Europa no entra en ninguno de ellos. Así, los economistas proponen que Grecia o Italia abandonen la UE para solucionar los problemas de Europa. La UE es hasta ahora un contrato de una sola vía. Hay condiciones para entrar pero ninguna para salir. Si alguien quiere salir, deberían inventarse una serie de procedimientos que no existen. Tenemos que alejarnos de los análisis puramente económicos. El progreso básico sería discutir cómo debería ser una Europa para el siglo XXI. Deberíamos preguntarnos por qué Europa. Hay cuatro debates sobre esta cuestión que no se han dado hasta ahora.

-¿Cuáles son?

-En primer lugar, Europa es una demostración del milagro de enemigos que se volvieron vecinos. Es una manera interesante de ir más allá de una historia de enfrentamientos militares, sobre todo si se miran otras zonas del mundo hoy, como Corea del Norte. La segunda cuestión es que Europa no debería perderse en la era global. Una Alemania, una Italia, una Gran Bretaña poseuropeas no serían nada en relación con los problemas globales que hoy enfrentamos. Desde una perspectiva global, Europa es un contrato que reasegura la importancia de las naciones europeas. El tercer debate es que la modernidad europea -esa combinación de Estados nación, progreso y capitalismo, que tan naturalmente pensamos como modernidad- ha demostrado ser un proyecto suicida. Cuanto más triunfa este modelo, más problemas aparecen. Problemas ambientales, cambio climático, crisis financieras? y no tenemos las instituciones para responder a eso. La primera modernidad estaba mucho más relacionada con el siglo XIX; en el comienzo del siglo XXI, con un mundo interconectado, esas instituciones no funcionan. Un propósito para Europa sería inventar una modernidad para el siglo XXI, en términos básicos: reinventar la política, las instituciones, el control de los capitales, de las crisis financieras, de los problemas ambientales. El cuarto debate es reconocer que cuando hablamos de Europa, en general no hablamos de los Estados nación. Europa es una mezcla de instituciones europeas y Estados. No hay uno u otro, sino ambos. Y tal como hoy se ve la crisis, el Estado nación se ha convertido en un obstáculo para la UE. Tenemos que pensar cómo reinventar o abrir la idea de Estado nación, que ha sido desarrollada mayormente en el siglo XIX, para un mundo global y cosmopolita. Tenemos que imaginar lo que llamo una nación cosmopolita.

-Pero el Estado nación sigue siendo importante?

-Sí, pero debe cambiar, debe abrirse. Lo que estamos experimentando en Europa muy claramente es que el viejo nacionalismo es el enemigo de las naciones europeas. Hay que reinventar el interés nacional en términos cosmopolitas y cooperativos, para enfrentar esos desafíos.

-¿Qué rol están teniendo los intelectuales europeos para impulsar discusiones como las que usted propone?

-Es sorprendente ver qué silenciosos se han quedado muchos intelectuales en esta crisis. Realmente extraño sus voces. No hay muchas. Una situación de crisis podría convertirse en una situación de oportunidades, como sucedió en el pasado. Pero hasta el momento, eso no está pasando.

-¿En su opinión, la crisis europea está afectando la manera en que se ve el futuro de la democracia en otras regiones del mundo, como América Latina?

-Creo que sí. Ahora estamos en un momento decisivo. La situación de riesgo actual abre la posibilidad de respuestas políticas ambivalentes. Una, la tecnocrática, es el camino por el que está yendo ahora Europa, según el modelo alemán; otra podría ser la democrática. Por supuesto que están relacionadas, y que en un momento de crisis tiene que haber alguna respuesta tecnocrática, pero es sumamente importante tener una visión de democracia que vaya más allá de los Estados, que hasta ahora tuvieron una suerte de monopolio de la democracia. La idea de una pluralidad de demoi , en la que la gente pueda participar de distintas maneras, en diferentes estructuras legales, podría ser un modelo para los países, una forma de combinación y cooperación para naciones que no pueden actuar solas. Los problemas básicos hoy en Europa y en otros países, los desafíos del siglo XXI no se pueden resolver si los países permanecen atados a un nacionalismo estatal. Hay que abrir la democracia y las instituciones políticas y en ese sentido, si el modelo europeo fracasa, no sólo será un fracaso para Europa, sino también para las esperanzas históricas en una civilización que pueda encontrar respuestas a los grandes riesgos globales.

-Eso sería una Europa "de abajo hacia arriba", como usted escribió.

-Sí, ése es uno de los temas centrales, porque Europa hasta ahora ha sido un proyecto de las elites, que de alguna manera pensaron que la gente no estaba lista para hacerse cargo de Europa. Las elites económicas y políticas ganaron con Europa. Pero la mayoría de los ciudadanos, especialmente los trabajadores, son los perdedores de la integración europea, porque están amenazados por nuevas formas de competencia, pueden ser sustituidos por trabajadores más baratos en distintos países. Hay que pensar en Europa desde el punto de vista de los ciudadanos. Debería haber una Europa en la que la libertad de la gente vaya más allá del nivel nacional, debería haber un sistema europeo de seguridad social, y deberíamos pensar en nuevas formas para la democracia europea. Los ciudadanos tienen derechos formales en las instituciones pero no viven según esos derechos. Dependen mucho más todavía de una visión nacional de la ciudadanía. Tenemos una Europa sin ciudadanos europeos.

-¿Ve algún futuro en los movimientos de protesta, como el de los indignados?

-Sí, hay una sociedad civil que está creciendo, que toma sus libertades más seriamente que antes. El obstáculo básico de la crisis europea es que es una crisis de pensamiento, de definición de nosotros mismos. Estamos pensando todo en términos nacionales: democracia, identidad, parlamentos, derechos. Institucionalmente Europa es mucho más que eso, pero incluso los movimientos de protesta están presos de esta mirada nacional. Espero que llegue el día en que estén conectados, en un movimiento europeo con una visión de una Europa diferente. Hasta ahora existe una dicotomía entre Europa y el Estado nación, que es totalmente equivocada. Si tiene que haber una alternativa, si no queremos las instituciones de Bruselas, deberíamos pensar en una Europa cosmopolita. Y debería provenir de los movimientos sociales, pero también de las instituciones. Hay un proceso de aprendizaje que se está desarrollando. Cuanto más los líderes europeos miran la catástrofe a los ojos, más movilizan fuerzas para inventar nuevos tipos de instituciones. Si existiera una conexión entre los políticos que están inventando nuevas formas institucionales y los ciudadanos que protestan, lo que podría pasar fácilmente, la situación cambiaría profundamente.

-Es una cuestión de ideas.

-Sí, y de superar las barreras nacionales en nuestra manera de pensar. La crisis no ha terminado, no hay solución a la vista, todavía puede haber una ruptura en la eurozona y hasta en la UE.

-¿Por cuánto tiempo puede extenderse este estado de cosas?

-No sé. Si esto sigue como hasta ahora, y ya lleva tres años, la idea de Europa puede agotarse. Puede haber una Europa, pero sería una Europa entristecida, bajo presión, en la que nadie confiará en nadie, que reinventaría estereotipos nacionales. Sería la muerte lenta de Europa. Lamento decir esto, pero Alemania no tomó a Europa como la preocupación central, sino que Europa se definió en términos alemanes. Por nuestros antecedentes, en Alemania, "poder" es una palabra tabú. Tenemos el poder pero nadie lo dice, decimos que estamos "asumiendo la responsabilidad". Ser los que hoy guían a Europa es una buena sensación para Alemania, es pasar del pasado nazi a ser quienes pueden llevar a la UE a la salida de la crisis..

domingo, 14 de abril de 2013

No se cambian las reglas en mitad del juego

 

Nota publicada en La Nación el jueves 11de abril. Con ella estreno la categoría “Democracia” que utilizo para etiquetar a las notas del blog. Nunca había imaginado que la “democracia” iba a volver a ser en la Argentina un tópico de debate. Lamentablemente, el kirchnerismo lo está poniendo sobre la mesa todos los días.

Cali

 

Reforma judicial

No se cambian las reglas en mitad del juego

Las modificaciones propuestas para el Consejo de la Magistratura son el mejor ejemplo de un proyecto destinado a favorecer al jugador dominante, es decir, al Gobierno

Por Roberto Gargarella

A partir de los abusos reiterados que nuestra comunidad ha sufrido, hemos desarrollado un paulatino acostumbramiento frente a las violaciones de derechos. El problema, cabe aclararlo, trasciende a una facción política particular, aunque es indudable que la burla frente a las reglas se ha convertido en práctica habitual en estos últimos años. Resulta inverosímil, por caso, que el Ministerio de Seguridad haya estado involucrado (de modo judicialmente comprobado) en el espionaje a militantes sociales, sin que ello se haya traducido en la inmediata renuncia de la ministra y su secretario; o que se expropie una empresa que no se nos permite saber de quién es, pero que estaba a cargo de imprimir la moneda nacional. Frente a crímenes mayúsculos, el Gobierno ha institucionalizado la indiferencia como respuesta. Se trata de esperar a que el tiempo pase y la gente deje de protestar contra los funcionarios involucrados. Por supuesto, cabe enfatizarlo, esta situación desgraciada se ha consolidado gracias al silencio cómplice de muchos intelectuales, y al temor de tantos jueces y funcionarios públicos, que prefieren consentir abusos antes que poner en riesgo sus propios privilegios.

En materia jurídica, la actitud del Gobierno recoge los mismos parámetros: avanza en medidas que pueden implicar graves arbitrariedades, con la pretensión de que el tiempo, simplemente, naturalice sus excesos. En este contexto, se ha instaurado una práctica legalmente objetable, dentro de la cual se inscribe la recientemente anunciada reforma de la democratización de la Justicia. La práctica es la siguiente: en el medio de la partida, el jugador principal -en este caso, el Gobierno- cambia las reglas de juego, normalmente en su propio beneficio. Es lo que ocurrió cuando se reformó la ley electoral, de modo tal de perjudicar a los partidos minoritarios; cuando se modificó la ley del Consejo de la Magistratura, en favor del Gobierno; o cuando hoy se proponen cambios en nombre de la democratización de la Justicia. Este modo de reformar las reglas de juego es resistido no sólo por el sentido común, sino también por las doctrinas jurídicas más asentadas. Lo que dice al respecto el sentido común es lo obvio: las modificaciones de las reglas de juego no deben afectar el juego o la partida actual (como si a uno le modificaran las reglas del ajedrez o de una partida de cartas, mientras está jugando). Muchísimo menos si lo que se pretende es introducir un cambio favorable a quien introduce las nuevas reglas.

Dentro de la teoría jurídica contemporánea (fundamental, pero no exclusivamente, en las llamadas teorías procedimentalistas), suele destacarse un punto similar: cualquier reforma legal que implique una modificación de los procedimientos jurídicos vigentes debe mirarse con sospecha. La idea de "sospecha" que se utiliza en este caso apunta a algo jurídicamente muy preciso: cualquier reforma de las reglas debe considerarse, en principio, contraria a derecho, inconstitucional, a menos que: 1) se demuestre la existencia de una necesidad imperiosa y urgente que justifique la reforma (por ejemplo, porque de otro modo el juego no se puede seguir jugando); 2) que los medios escogidos estén diseñados del modo más estricto posible para lograr la finalidad del caso (los medios escogidos no deben ser sobreabarcativos, ni deben dejar de lado cambios imprescindibles para el logro de la finalidad anunciada), y 3) que no exista una forma menos restrictiva para alcanzar la finalidad anunciada. Para decirlo de un modo más directo: cada vez que el Gobierno "toque" las reglas del juego, el juez debe leer esa medida bajo la presunción de que quien la dictó trató de beneficiarse a sí mismo, salvo que un excepcional esfuerzo argumentativo pueda demostrar que la reforma era imprescindible (y así se adecue a los tres pasos citados más arriba). Entiéndase bien: cualquier gobierno puede tomar centenares de medidas de muy diverso tipo (desde impulsar reformas hídricas para prevenir futuras inundaciones hasta convertir en ley la asignación por hijo), sin obstáculo alguno, pero la situación no es la misma cuando lo que se afecta son las propias reglas del juego. No es admisible, por tanto, el dictado de una reforma electoral que le permita a quien la promueve aumentar su ventaja en las próximas elecciones, como tampoco lo es una reforma judicial que ayude a que el gobierno de turno tenga mejores chances de controlar a quien debe controlarlo.

Contra lo aquí sugerido, las reformas anunciadas esta semana por la Presidenta afectan las reglas del juego, están lejos de ser imprescindibles y no tocan ninguno de los puntos más importantes necesarios para alcanzar la finalidad alegada, es decir, democratizar la Justicia. En efecto, la reforma no viene a favorecer el acceso de los pobres y marginados a los tribunales; no disminuye los costos del litigio ni combate los formalismos que convierten al proceso judicial en territorio reservado para unos pocos. Otra vez, en su esencia, la reforma refuerza claramente la posición de los más poderosos (los funcionarios del Estado) y de los más ricos. Ello, no sólo a través de las trabas que se imponen a las medidas cautelares, pensadas originalmente como forma de protección de los ciudadanos más débiles frente al Estado, sino también a través de la inclusión de nuevas instancias, lo que beneficia, sobre todo, a quienes son capaces de resistir el proceso mientras éste se alarga indefinidamente: los pobres son así forzados a negociar para terminar el juicio cuanto antes y a hacerlo desde una posición de objetiva desventaja. Mientras tanto, la burocrática reforma propuesta sobre el Consejo de la Magistratura representa el mejor ejemplo de lo que puede considerarse una reforma destinada a favorecer al jugador dominante.

Para el político obstinado en reformar las reglas de juego, en todo caso, el sentido común ofrece dos consejos que, sin duda, prometen allanar el camino de la validación constitucional de la reforma del caso. Primero, la reforma de las reglas de juego debe llevarse a cabo con un consenso muy amplio, que sea capaz de incluir sobre todo a los partidos opositores; y segundo, ella debe comenzar a aplicarse recién a partir del próximo juego, es decir, nunca mientras el juego se está jugando ni mucho menos en la medida en que ella pueda favorecer al mismo que propicia la reforma del juego.

lunes, 8 de abril de 2013

Esa turbia pero imprescindible pasión por el poder


El viernes pasado se publicó en La Nación esta nota de Jorge Fernández Díaz. Una nota que bien merece el calificativo de “provocadora” ya que genera en todo aquél que la lee una reflexión acerca de cómo hacemos política en Argentina, cuáles son los estilos de construcción de poder y qué grado de aceptación tienen. Una necesaria reflexión en estos días, post inundaciones, en que han recrudecido las críticas a las dirigencias políticas por sus manipulaciones, por su autismo y el aprovechamiento, a veces inescrupuloso, de cada episodio de la vida social.
Cali

Pensándolo bien

Esa turbia pero imprescindible pasión por el poder

por Jorge Fernández Díaz (LA NACION)
Perdón por abrazarme a Byron: "La consecuencia de no pertenecer a ningún partido significará que los molestaré a todos". Y una cosa más: el lector sensible, aquel que crea que la política es el arte de los discursos altruistas y las buenas conciencias, tiene la oportunidad ahora mismo de abandonar esta página plebeya y pragmática, y seguir con las confortables monsergas al uso. Lo que se propone este cronista no será perdonado por muchos lectores, y lo sabe, pero no puede resistirse a pensar en voz alta y sin filtros sobre este asunto tan serio que damos en llamar "la política". Ahí vamos: la nominación del papa argentino, acontecimiento fundante si los hay, fue el test perfecto para calibrar el comportamiento y la pericia de las fuerzas locales en pugna. Y el resultado fue notorio: el kirchnerismo tuvo reflejos , velocidad, cinismo, fortaleza y contundencia, logró girar en el aire dejando un desparramo a su alrededor y consiguió apoderarse impúdicamente de Jorge Bergoglio, su enconado crítico, con el simple método de abrazarlo por la cintura. Gracias a su instinto salvaje, acaso con un cierto fuego sagrado que se tiene o no se tiene en política y en cualquier otra disciplina, logró que las diferencias quedaran de pronto borradas. Quince días después, casi ningún sector popular cree que el papa Francisco y la presidenta Cristina Kirchner sean realmente enemigos.
La oposición, que está plagada de almas bellas y verbales, tiene varios dirigentes que muy bien podrían postularse como los representantes nacionales de "la ideología Francisco". Todos ellos se quedaron con la boca abierta viendo cómo la dama de negro viraba, les quitaba protagonismo y ocupaba una vez más el centro de la escena. Mauricio Macri debió ser rescatado de la multitud anónima por un allegado del Papa para lograr una mera foto de cabotaje. Los demás dirigentes vernáculos que frecuentaban a Bergoglio y bebían de sus consejos, se quedaron en Buenos Aires a mirar el espectáculo por televisión. Ni se les ocurrió hacer el esfuerzo de abrirse paso a los codazos en la Plaza San Pedro para ganar la tapa de las revistas y de los diarios del mundo. Eso les parece marketing repugnante, oportunismo inconducente, demagogia sacrílega y otros apelativos igualmente morales con los que arroparse para seguir durmiendo la siesta.
Esa gente, que suele ser honesta e incluso a veces hasta inteligente, cree que hacer política es ser columnista radial o panelista del cable. Sólo el kirchnerismo, con su monstruosa voluntad de poder, dio un paso al frente y produjo hechos políticos de gran contundencia. Decía un viejo zorro del radicalismo: hay dos clases de hombres en la política, los que la comentan y los que la hacen. La oposición está llena de comentaristas que dan muy bien en cámara.
Resulta muy decepcionante para los que de verdad creemos en la necesidad de un bipartidismo que no exista un verdadero deseo irrefrenable por tomar el comando de este país. Sin ese deseo animal, no puede haber tampoco un proyecto que enamore ni un líder que lo encarne y lo explique. Lo que quedan son aspirantes a Capriles grises, o amantes de las minorías, que se indignan por todo y que en su fuero íntimo piensan que son demasiado buenos y honestos para ser elegidos por una sociedad tan corrupta y equivocada.
Al Papa lo entregaron. No fueron capaces siquiera de disputarlo un poco. Se trataba de una valla baja para el antikirchnerismo, tenía todo a favor, y aun así no logró saltarla. Algunos opositores parecen novios castos: los canallas suelen birlarles a las chicas lindas.
Hay un segundo test por delante y tiene la forma de una pregunta maldita. ¿Qué es el peronismo? Parece una interrogación básica, y de hecho hay mucha bibliografía para contestarla. Sin embargo, este asunto nunca fue debidamente resuelto por el antiperonismo, y hoy interpela como nunca a la dirigencia que aspira a derrotar en las urnas al gran partido del poder. Aquella respuesta galvanizante necesita ser repensada una vez más y de manera crucial, dado que ese movimiento nacional que practica el populismo, esa oligarquía estatal de ideologías a la carta, ha reemplazado prácticamente a todo el sistema político. Propone tácitamente un bipartidismo trucho (la interna abierta de dos o hasta tres neoperonismos) y muestra simbólicamente un triunfo cultural e histórico: ahora resulta que hasta el Papa es peronista.
Ser peronista ya no es ser nacionalista, ni neoliberal, ni desarrollista, ni guevarista ni socialdemócrata. Todos estos uniformes ideológicos sirvieron para diferentes momentos y requerimientos de la historia. Voy a arriesgar mi propia respuesta. Es sencilla, y a la vez muy compleja: ser peronista, en realidad, es hacer política con los de abajo. El peronismo se ocupa de hacer política en las clases trabajadoras, en el proletariado (dicho en términos marxistas), entre los humildes y los marginales, y no hay en esto una valoración necesariamente positiva en cuanto a sus propósitos: está visto que muchas veces sus gobiernos han actuado para crear una clientela y mantenerla hundida en la pobreza como voto cautivo y funcional. Ser peronista, a estas alturas del travestismo, sólo es operar en las zonas populares de la sociedad, allí donde únicamente la Iglesia Católica, junto con algunas evangélicas, actúa y crea conciencia. Salvo las honrosas excepciones del macrismo, que se ha metido hasta el cuello en las villas porteñas, y algunos radicales de gestión o feudo provincial, la mayoría de las fuerzas de la oposición se contentó siempre con integrar partidos de clase media. Sin inserción territorial. Y el territorio es muy grande: hay por lo menos 20 millones de pobres en este país. Con sólo posar sus ojos sobre esa sociedad postergada y mejorarle mínimamente la calidad de vida, Hugo Chávez les gana a todos sus enemigos como el Cid Campeador: muerto y con la cabeza en alto. La tradición peronista de los sectores bajos se debe a la memoria del agradecimiento del primer Estado de bienestar de los años 40, abonada por el contacto sistemático del peronismo de todos los pelajes a lo largo de seis décadas. El clientelismo me resulta abominable y creo que no debería imitarse, pero no es la única herramienta política para cautivar a las clases sumergidas. Y si no me creen, pregunten a los intelectuales del Partido de los Trabajadores de Brasil.
En algunas ocasiones, los radicales lograron que esos sectores los votaran. Pero nunca supieron, quisieron o pudieron retener esa esperanza, insertarse en esas calles y ganar definitivamente esos corazones. Como lo hicieron Perón y Evita, y en cierta medida el "partido" de Jorge Bergoglio. Los opositores deberían pensar seriamente en este hecho decisivo: no se puede ser una opción real del poder sin trabajar de manera sistemática en el barro.
Tampoco se puede ganar el premio mayor sin crear una nueva épica y construir un nuevo relato. El kirchnerismo ha abusado del montaje, pero la creación de una forma propia de relatar el presente y el pasado ha tenido gran eficiencia. Es inviable producir ilusiones sin presentarse como parte de un linaje histórico, así como es ingenuo, en nombre de la concordia, no crear figuras a denunciar y a derrotar para que el futuro sea mejor. Sin un linaje ni una narración vibrante y dura, sin un perfume a epopeya, el votante actúa por default técnico: Macri es los 90, el radicalismo es la Alianza, Binner es un santafecino y Carrió es la virgen testimonial. Un líder opositor debería tener un alegato tan alejado del Gobierno como de los medios. Un alegato original, que cambie el eje de discusión y que suene a nuevo. Un discurso sincero, lejos de la impostura, pero lo suficientemente efectista como para comunicar con rapidez y sin remilgos una idea, una verdad.
Como los viejos colonos escondidos detrás de las carretas y acosados por los sioux, algunos opositores parecen únicamente esperar la llegada salvadora del Séptimo de Caballería, que sería un fracaso económico. Es cierto que este modelo parece tener el tanque perforado, y resulta ciertamente probable que al final se descubra que como Alfonsín y Menem, los Kirchner fueron negligentes con la economía, nos hicieron vivir por encima de nuestras posibilidades y nos condujeron dulcemente a la bancarrota. Tal vez un líder opositor pueda apelar a la idea de terminar por fin con treinta años de descalabros y pueda prometer algo modesto pero deslumbrante: construir por primera vez un país serio, imitando a Chile, a Brasil e incluso a Uruguay. El discurso inaugural de Pepe Mujica hablaba de eso; el primer kirchnerismo apostaba a "un país normal" quizá sin imaginar que nos conduciría a este manicomio financiero.
La oposición, sin embargo, no debería esperar que esta crisis se precipitara. Primero de todo, porque sería como desearnos el mal a nosotros mismos y sobre todo a los sectores más indefensos. Y en segundo lugar, porque el kirchnerismo ha sabido capear tempestades y levantarse de amargas derrotas que parecían terminales. Eso es lo que más rescato de la fuerza gobernante: su pasión por prevalecer. Esa misma pasión se necesita para llegar a la Casa Rosada, probar una alternancia y realizar una experiencia sanadora. No veo esa turbia pero imprescindible pasión en nadie más.
Lector sensible, le advertí que no me perdonaría. Le recuerdo, en mi defensa, algo que no dijo Byron, pero que se advertía en mi barrio. El que avisa no es traidor.