martes, 30 de octubre de 2012

La Ciudad, rehén de su incumplimiento de la Ley de Basura Cero

(nota publicada en Página/12 el 27/10/12)

Por Juan Carlos Villalonga *

El 2013 será un año difícil para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) en materia de gestión de residuos, debido a la nula aplicación de políticas tendientes al cumplimiento de la Ley 1854 de Basura Cero. Luego de casi seis años de gestión, el gobierno de Mauricio Macri ha incumplido las dos primeras metas de reducción de residuos enterrados que son establecidas por la ley. Es más, los residuos generados por la Ciudad y enviados a la Ceamse duplican las cifras determinadas por las metas.

Esta situación se ve agravada ya que para el año próximo está estimado el cierre del relleno Norte III, que opera la Ceamse en José León Suárez, donde van las más de 6 mil toneladas diarias de basura de la CABA.

En 2010 se cumplió la primera meta de reducción de entierro de basura plasmada en la Ley Basura Cero. Según la norma, la Ciudad debió enterrar 1.048.000 toneladas de basura, pero envió a la Ceamse más del doble: 2.110.122 toneladas. Este año, en diciembre, vence la segunda meta, que establece la reducción del 50 por ciento con respecto al año base, 2004. Lamentablemente, en abril pasado fue superada la cifra de basura que se debía enterrar en todo el año. Las más de 6 mil toneladas diarias enviadas a Ceamse desde mayo hasta diciembre de este año serán el excedente.

El proyecto que terminó concretándose en la Ley 1854, de Basura Cero, surgió en 2004, cuando el colapso de los rellenos del conurbano a los que iba la basura de la Ciudad (y más de 20 municipios del AMBA) obligó a las autoridades a buscar nuevos destinos para los residuos, lo que generó, a su vez, la movilización de vecinos de diferentes partidos del Conurbano que rechazaron ser los nuevos “beneficiarios” del sistema Ceamse.

Aquel contexto de crisis obligó a la Ciudad a pensar en un sistema que le permitiera terminar con la dependencia de otros distritos y mostró, ya entonces, que la población reconoce a los rellenos como fuente de contaminación y pérdida de calidad de vida. Nada de aquel proceso fue aprendido y, a pesar de la existencia de la ley, la situación hoy es la misma, o más grave, debido a la falta de aplicación de políticas tendientes a Basura Cero en un contexto en el que se celebra a la sociedad de consumo como el paraíso. La falta de entendimiento de que el viejo paradigma de gestión de residuos ha eclosionado hace tiempo es la barrera más evidente que tiene el Gobierno de la Ciudad para diseñar políticas tendientes a la reducción progresiva de residuos. Y no son sólo los funcionarios quienes no han captado el cambio y la necesidad de llevar adelante otro tipo de sistemas que no tengan a la tecnología como solución mágica, aunque a ellos les corresponde la tarea de gobernar.

Después de seis años, y a pesar de contar con el presupuesto más abultado del país para tratar los residuos, la gestión sigue siendo pésima. Nada ha cambiado en materia de políticas de manejo de residuos desde 2004, lo que sumado a un incremento en el consumo nos lleva a una situación sumamente crítica.

Con una generación de basura record y muy bajo nivel de recuperación para el reciclado y nula para el compostaje, la Ciudad enfrentará en 2013 la disputa con la provincia, la Nación y los municipios en la búsqueda de espacios para seguir enterrando su basura. Será tiempo de que sus autoridades decidan no seguir siendo rehenes de su propia incapacidad para aplicar la ley en un contexto que se ha vuelto más adverso debido a la falta de políticas serias.

* Presidente Junta Directiva de Los Verdes.

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Durante el año 2011 se enterraron 2.278.000 tn de residuos, un récord histórico luego de un crecimiento del 8% respecto al año anterior. En el gráfico se puede comparar la evolución de los RSU enviados a rellenos sanitarios hasta el año 2011 y, en línea con puntos, la evolución pautada por la ley “Basura Cero” para los RSU enviados a rellenos. La impresionante diferencia de 1.400.000 toneladas entre el cumplimiento de la ley y lo efectivamente enterrado nos indica con claridad la total ausencia de políticas de gestión de los RSU en concordancia con la Ley 1.854.

domingo, 21 de octubre de 2012

Más “presidencialismo” o más democracia

Hace tiempo vengo observando, y señalando, con preocupación la creciente ola “presidencialista” en nuestro país y la región. Lo veo con preocupación porque, si bien hemos tenido desde siempre “democracias presidencialistas”, tal rasgo era, por lo general, asociado a una etapa a ser superada, a ser progresivamente desplazada por una democracia más fuerte, más participativa y menos verticalista. Lo que observo en los últimos años es todo lo contrario.
A lo largo de la última década el “presidencialismo” se ha consolidado en la política argentina. Protagonizado claramente por el estilo del gobierno kirchnerista, en coincidencia a una tendencia regional análoga, avanza decididamente en fundamentarse y fortalecerse ideológicamente y, ahora, todo indica que se intentará legitimarlo también constitucionalmente.
La emergencia de presidencialismos fuertes o liderazgos “delegativos” como producto de la salida de las crisis políticas y económicas ha sido un hecho recurrente en nuestra historia. Lo que no había ocurrido, al menos desde 1984 hasta hoy, es esta vocación presidencialista desenfrenada protagonizada en una dirigencia política mayoritaria en nuestro país. Ya no se trata de aceptar y comprender la emergencia de coyunturales liderazgos, ahora lo que se está intentando es la aceptación y profundización del presidencialismo como método deseable de gobierno, como paradigma de conducción y modelo de democracia.
La reforma constitucional aparece entonces como una necesidad, no meramente reeleccionista, sino como una adecuación de las instituciones del Estado a estos “nuevos” tiempos, al nuevo modelo que encarna el líder.
Estoy en las antípodas de esta vocación presidencialista.
No sólo como teoría política y modelo de democracia. También porque los ejemplos reales de gobiernos fuertemente personalistas no han generado, a mi juicio, los cambios profundos que la sociedad debe afrontar.
Sé perfectamente que la oposición a este presidencialismo es acusada de querer sostener una democracia “liberal” y “reaccionaria”. Frente a esas acusaciones me pregunto ¿cuál es la revolución en curso?. Creo que tal discusión debe darse apelando al análisis de políticas concretas y alejarnos del relatos y falsas epopeyas.
Creo que a la democracia “realmente existente” se la perfecciona con más democracia, no con menos. Y no me refiero a la simple rutina del recambio periódico de autoridades y la mera sucesión de actos electorales como “fiestas de la democracia” domingueras. 
Esta disyuntiva está siendo cada vez más determinante del debate político en la Argentina. Cada vez más dirigentes, analistas e individuos lo están entendiendo así.
Ernesto Laclau es una de los intelectuales que brinda soporte ideológico a la tendencia predominante.
Quiero compartir un reciente artículo de Roberto Gargarella que profundiza de manera brillante en los equívocos del espejismo “presidencialista” y analiza extensamente el discurso de una de los principales ideólogos del gobierno, Ernesto Laclau.
JCV


ante el constitucionalismo conservador

El equívoco presidencialista "que apela directamente a las masas"

Por Roberto Gargarella
Diario Perfil, 20/10/12
Ernesto Laclau presenta y defiende una peculiar versión del constitucionalismo. Dicha versión encaja bien con el estado de cosas dominante (orden al que, obviamente, viene a justificar) y aparece contrapuesta a un mundo ancho e indeterminado, al que se engloba bajo la idea de “constitucionalismo conservador”. Como la posición de Laclau a la que he accedido combina errores, silencios y ocultamientos graves, quisiera referirme a ella con algún detalle.
Comenzaría mi análisis con un párrafo central a su presentación, en donde Laclau sostiene: “En América latina, por razones muy precisas, los Parlamentos han sido siempre las instituciones a través de las cuales el poder conservador se reconstituía, mientras que muchas veces un Poder Ejecutivo que apela directamente a las masas frente a un mecanismo institucional que tiende a impedir procesos de la voluntad popular es mucho más democrático y representativo. Eso se está dando en América latina de una manera visible hoy día.”
El párrafo es muy vago, ya que nos escamotea cuáles son las “razones muy precisas” de la crítica al Congreso, y cuáles las “muchas veces” del Ejecutivo democrático. Pero su problema no es tanto ése, como el de sugerirnos datos que  no son ciertos. Lo que Laclau enuncia con contundencia es falso, a la luz de la historia latinoamericana, en donde, desde la independencia, y durante casi todo el siglo XIX y buena parte del XX el presidencialismo fuerte fue la solución no eventual, sino inequívocamente elegida y exigida por el autoritarismo militarista, católico y conservador.
El “Ejecutivo que apela directamente a las masas”, que entusiasma a Laclau, se tradujo –de modo no necesario pero sí demasiado habitual– en gobiernos poco democráticos, por lo general autoritarios en sus formas, políticamente conservadores y doctrinariamente católicos. Allí están los ejemplos del teócrata García Moreno en Ecuador o del líder autoritario Diego Portales en Chile, entre tantos otros, a comienzos de siglo XIX. Allí encontramos también a todos los duros adalides del modelo de “orden y progreso” de fines del siglo XIX (el general Roca en la Argentina; Rafael Núñez en Colombia; el general Rufino Barrios en Guatemala; el general Guzmán Blanco en Venezuela). En ese mismo registro podemos situar, además, a muchos de los gobernantes autoritarios del siglo XX (desde Porfirio Díaz en México, a comienzos del siglo, a Menem, Fujimori y Uribe –por tomar unos pocos casos– hacia el final). Frente a las evidencias que ofrece la historia latinoamericana, a Laclau no le basta con alegar que no siempre, pero sí en ocasiones, ha habido presidentes de otro tipo: ello no dejaría de señalar que es falsa la idea que él sugiere, y que nos invita a reconocer como regla, antes que como absoluta excepción, la existencia de presidentes muy poderosos, poco controlados, y a la vez más democráticos (aun tomando a “democráticos” como sinónimo de “emancipadores”).
Del mismo modo, y contra lo que Laclau sugiere con absoluta contundencia (“los Parlamentos han sido siempre las instituciones a través de las cuales el poder conservador se reconstituía”), el hecho es que “los Parlamentos” –creados por aquellos Ejecutivos autoritarios que apelaban directamente a las masas– fueron forjados desde el inicio, constitucionalmente, como instituciones opacas, débiles, vaciadas de poder efectivo. No sorprende entonces, por ejemplo, que en la Constitución de Chile de 1822, el Congreso allí diseñado se reúna sólo unos pocos días cada dos años; que en la del ’33 (impulsada por Portales) lo haga sólo tres meses por año; que en la de Ecuador de 1869 (creada por García Moreno) el Congreso sesione sólo dos meses cada dos años, o que en las de Colombia de 1832 y 1843, el Congreso funcione sólo dos meses por año. Es decir, contra lo que afirma Laclau, la historia política y constitucional latinoamericana nos dice que ha habido una fuerte correlación entre presidencialismos autoritarios y la forja –por esos mismos presidentes– de “Congresos de papel”, impotentes, sin facultades, inocuos.
En definitiva, los conocimientos que muestra Laclau en materia constitucional sorprenden por su falta de ajuste con la realidad. Ello, por supuesto, no es un problema –nadie tiene la obligación de ser experto en la materia– salvo que se invoquen argumentos constitucionales para fundar la propia polémica postura (postura que hoy implica, en Laclau, la defensa de un presidencialismo fuerte, poco controlado y con reelección indefinida, cfr. http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-178005-2011-10-02.html).
Laclau  podrá decir que las cosas han cambiado en las últimas décadas, y que la mayoría de mis ejemplos se refieren a tiempos remotos. Pero si alega esto, la evidencia otra vez va a resultarle esquiva, porque –también, si no especialmente– en los últimos años, los autoritarios Ejecutivos latinoamericanos han seguido trabajando para fortalecer su propio poder a expensas de “los Parlamentos” por él anatemizados. Los poderosos Ejecutivos regionales han hecho todo lo que estaba a su alcance para doblegarlos: a esos Congresos han buscado sobrepasarlos de distintas maneras, a veces cooptándolos, a veces sometiéndolos, a veces ignorándolos, y muchas otras veces a través de creaciones legales y constitucionales como la delegación de facultades legislativas; las “leyes marco”; los decretos de necesidad y urgencia; la doctrina de las “cuestiones políticas no justiciables”; los poderes de emergencia o en los casos más patológicos, creaciones tales como las “candidaturas testimoniales”.
Laclau cierra su poco ilustrado paseo por el parlamentarismo conservador y dice: “Detrás de toda la cháchara acerca de la defensa del constitucionalismo, de lo que se está hablando es de mantener el poder conservador y de revertir los procesos de cambios que se están dando en nuestras sociedades”.
Poco de lo que sugiere, en verdad, parece estar en juego. Ante todo, si lo que Laclau pretende es ridiculizar las iniciativas parlamentaristas que circulan el país, habrá que avisarle que las mismas se originan hoy, casi exclusivamente, en círculos cercanos al kirchnerismo (ver, por caso, los trabajos del juez Zaffaroni sobre el tema). Si, en cambio, lo que pretende es desmerecer los esfuerzos realizados por parte de las fuerzas de oposición por recuperar los controles sobre el poder, habrá que decirle que ésa ha sido la reacción constitucional habitual (aquí sí podemos hablar de “siempre”), en toda Latinoamérica, luego de gobiernos dictatoriales y autoritarios. De eso se trató la unánime recuperación de la (tradicionalmente denostada y menospreciada) categoría de los “derechos humanos,” luego de la última oleada de gobiernos autoritarios.
Por lo demás, convendrá recordarle a Laclau que, frente al tipo de constitucionalismo verticalista que él defiende, Latinoamérica ha conocido una vertiente republicana/radical de constitucionalismo, alimentada del radicalismo político de los siglos XVIII y XIX. Dicha concepción vino a pedirle al constitucionalismo (no más poder para las viejas oligarquías, sino) más poder popular, para recuperar la capacidad de decisión y control colectivos, sobre la autoridad propia de los que ejercen coyunturalmente el poder. Todavía hoy, fortalecer esa capacidad popular implica democratizar el poder, y toda iniciativa destinada a democratizar al poder implica derruir el presidencialismo. Este tipo de iniciativas, destinadas no a moderar sino a acabar con el presidencialismo, estuvieron claras para el radicalismo político latinoamericano desde comienzos del siglo XIX. Sus referentes (izquierdistas como Francisco Bilbao y Santiago Arcos, radicales como Murillo Toro, anarquistas como Recabarren en Chile o González Prada en Perú) reconocieron desde temprano que la democracia política por la que abogaban implicaba asumir una postura no complaciente sino confrontativa con la autoridad presidencial concentrada.
En la actualidad, la postura que en lo personal me interesa, y que propone confrontar con el presidencialismo, no nos invita a abrazarnos a la alternativa parlamentarista, como sugiere la anodina ciencia política de los 80. Lo que propone es agujerear el sistema representativo actual, tendiendo múltiples puentes (hoy todos bombardeados desde el poder) entre ciudadanos y decisores. El poder debe volver a la ciudadanía, a quien se le prometiera ese poder, y a quien impunemente se le expropiara. El poder debe salir del lugar en donde hoy nuestras desigualitarias sociedades lo han concentrado: las grandes empresas y el poder político centralizado y autonomizado.
Por supuesto, ese presidencialismo discrecional puede actuar de modos muy diversos: puede ayudar a construir el Estado social, como ocurrió a veces, o puede liderar su desmantelamiento, como ocurrió a finales de los 80. En tal sentido, conviene no olvidar que Fujimori, Menem, Collor de Mello o Uribe son perfectos representantes del modelo del Ejecutivo “que apela directamente a las masas”. Silenciar esa información, u ocultarla, es parte del problema que se analiza.
Laclau no es ingenuo al respecto, pero tampoco parece sincero en su argumentación. El reconoce que de su defensa de un presidencialismo concentrado y de elección indefinida se desprenden riesgos serios, pero nos oculta información acerca de sus implicaciones efectivas. Sostiene Laclau: “En primer lugar, tenemos el peligro representado por las reducciones estatistas, que trata de plantear el campo de la lucha política como la lucha parlamentaria en el seno de las instituciones existentes, ignorando que hay nuevas fuerzas sociales que tienen que ir sectando formas institucionales propias que van a, necesariamente, cambiar el sistema institucional vigente. Este reduccionismo liberal de la lucha política, el régimen parlamentario en el seno de las instituciones parlamentarias, es uno de los dos peligros. El segundo de los peligros es lo que yo llamaría la reducción ultralibertaria. Dice que hay que desentenderse enteramente del problema del Estado y crear puramente una democracia de base. Esto ignora que muchas demandas democráticas surgen en el interior de los aparatos del Estado y de los sujetos que esos aparatos han creado y que, por tanto, cualquier tipo de cambio de proyecto, cambio radical, va a tener que cortar transversalmente el campo del Estado, el campo de la sociedad civil”.
Notablemente, peligros como los que él señala son ajenos a las tradiciones radical-republicanas que aquí reivindico, y sí muy propios de la política kirchnerista que él sostiene. Para el kirchnerismo (y hay decenas de declaraciones presidenciales en ese sentido) la lucha política sólo se concibe a partir de una regla como la siguiente: “Si no les gusta lo que hacemos y quieren disputar las soluciones que proponemos, formen su propio partido político y gánennos las próximas elecciones”.
Aquí reside la trampa del argumento que se nos daba: Laclau oculta que la respuesta presidencial a piqueteros rebeldes, movimientos sociales críticos, caceroleros o grupos indigenistas ha sido siempre, recurrentemente, de modo central, exactamente, la que él objeta: la del reduccionismo liberal más reaccionario. En su condición de consejero presidencial, Laclau haría bien en advertirle a la Presidencia (no digo ahora, pero tal vez sí en un futuro viaje al país) las indeseables implicaciones que se derivan de asumir como propia, cotidianamente, esa fea postura liberal, reduccionista y reaccionaria.
La dificultad en juego en el planteo de Laclau es todavía más seria que la señalada, porque el filósofo parece no decidido a ver lo que tiene frente a sus ojos. Denuncia como riesgos hipotéticos del presidencialismo exagerado que defiende lo que son sus realidades actuales, pero al advertirlo se apresura a decir que en nuestra práctica no hay rastros de esos males de los que su teoría nos advierte.
Sostiene Laclau: “Evidentemente, la inversión alrededor de una figura líder tiene el peligro potencial de que esa figura líder se autonomice tanto respecto a aquellos que está representando que al final se corte el cordón umbilical que unía Estado con sociedad. Este peligro está allí, pero no creo que estemos muy cerca de sufrir en los países latinoamericanos; al contrario. Lo que se ha creado es una nueva relación, o se está creando una nueva relación, entre Estados y sociedad civil”. De lo que se trata, agrega, es de “administrar esta tensión potencial y tratar de crear formas articulatorias, formas hegemónicas, que vayan permitiendo sortear (este tipo de) peligros”.
Al respecto, lamentablemente, habrá que decirle a Laclau que no se apresure a huir de su propio argumento. El hecho es que, gracias al tipo de políticos y políticas que él favorece, la figura presidencial se ha autonomizado ya, y lo que es peor, dicha situación no favorece primordialmente al pueblo sino a los grandes grupos empresarios (desde la Barrick Gold a Cristóbal López o Monsanto), que ahora tienen el camino allanado. Para satisfacer sus intereses, les basta con presionar más sobre aquella figura a quien ellos (y no el pueblo) tienen llegada privilegiada y exclusiva. A veces les irá mal, muchas otras bien: para ellos, de lo que se trata es de seguir probando, de seguir mejorando las propuestas de colaboración con el poder. Penosamente, no es la misma la situación de desempleados, trabajadores en negro, obreros precarizados, campesinos expulsados con violencia de sus tierras, pueblos originarios maltratados. La autonomización que teme Laclau, justamente, es la que explica por qué es que el pueblo (sobre todo la significativa parte del pueblo que, aun simpatizando con partes de la gestión de la Presidencia, también la critica, en forma parcial o más completa) no encuentra ni obtiene nunca la posibilidad de interpelar directamente a la figura del Ejecutivo –insisto, nunca. La Presidencia no recibe a grupos de jubilados con críticas en la mano; a piqueteros decididos a hacer conocer sus reclamos; a caceroleros inquietos; a molestos líderes de movimientos sociales; a caciques de grupos indígenas reclamando por las tierras que les han sacado (todos ellos –que me lo desmientan con datos– sólo pueden ser recibidos si su objetivo es escuchar, aplaudir o aprobar alguna política ya fijada de antemano). Los grandes empresarios (o figuras del show business), en cambio, se reúnen a dialogar con la Presidenta cuando ella –como lo hace frecuentemente– los convoca a su lado.
La autonomización presidencial explica la discrecionalidad a la que nos hemos acostumbrado (cada día el pueblo se desayuna con novedades que desconocía y lo sorprenden), que simplemente radicalizan el estilo de decisión “en secreto y por sorpresa” que cultivaba el presidente Menem. Y la preferencia por recibir a empresarios antes que a piqueteros o jubilados o representantes de otros críticos grupos postergados ilustra, diría que sin fallas, los contenidos de las políticas presidenciales. Así, por caso, las preferencias por los bonistas, antes que por los jubilados; la sensibilidad hacia los intereses de las empresas megamineras, antes que hacia los asambleístas que protestan contra ellas; las iniciativas de ley sobre accidentes de trabajo, dedicadas a los empresarios antes que a los accidentados; el completo desinterés por los derechos de aquellos que trabajan en negro o en condiciones precarias; una política de medios que pretende trocar a un poderoso grupo empresario por otro de currículum menos extenso que su prontuario; la inexistencia, en la política oficial, de preocupaciones serias por los derechos de los pueblos originarios; la sistemática negativa a cumplir con los fallos de la Corte que le obligan a incrementar los pagos a los jubilados (en lugar de forzarlos a pelear por sus derechos, a su edad y con la fuerza que no tienen, desde Tribunales). No se trata de que no haya medidas virtuosas. Se trata de la cantidad de medidas reaccionarias e inconstitucionales que, desde hace años, se han  estabilizado y frente a las cuales el poder no quiere estar ni siquiera informado –por eso miente todas las cifras, por eso a tales reclamos no quiere escucharlos. Estos problemas, cruciales para cualquier versión emancipadora del constitucionalismo, desaparecen frente a los ojos del constitucionalismo oficial. Al respecto, lo mismo que vale para la Presidencia vale para Laclau: deficiencias políticas y legales como las señaladas, lamentablemente, de lejos no se ven bien, no se entienden, no van a solucionarse.
*Doctor en Derecho. Miembro de Plataforma 2012.

domingo, 14 de octubre de 2012

Insensatez (5)

Sigo con las grandes y buenas versiones de “Insensatez” . Una especial atención hay que dar a la versión del disco “Francis Albert Sinatra & Antonio Carlos Jobim” de 1967. Es el primer disco en el que Sinatra se dedica a la Bossa Nova y fue otro escalón extraordinario en el éxito internacional de este estilo. El disco fue considerado el álbum del año por los Grammy Awards de 1968.

El disco fue arreglado y dirigido por Claus Ogerman con la participación de Tom Jobim.

Recominendo leer la reseña de las sesiones de grabación en esta nota: “Francis Albert Sinatra & Antônio Carlos Jobim | Perfect Duets!”.

Aquí el tema:

 

 

 

Saltando en el tiempo, una versión de Iggy Pop de su disco de standards “Préliminaires” del año 2009.

sábado, 6 de octubre de 2012

Libélulas y pimientos

 

Luis Alberto Spinetta

 

La Bibioteca Nacional será sede de la muestra Los libros de la buena memoria, en homenaje al músico argentino. En este artículo, que acompañará la exposición, el autor de El país imaginado analiza las ideas y los textos que dieron forma al pensamiento del fallecido compositor y sustentaron la singular lírica de sus canciones

 

Por Eduardo Berti | Para LA NACION

 

 

 

 

 

 

Cierto día en que paseaban por el campo, el poeta Matsuo Bashô (1644-1694) y su discípulo Kikaku se extasiaron mirando el revoloteo de las libélulas. En el acto, el discípulo compuso un haiku:

¡Libélulas rojas!
Quítales las alas
y serán pimientos.

El maestro repuso: "No. De esta manera has matado a las libélulas". Y propuso otra versión:

¡Pimientos!
Añádeles alas
y serán libélulas.

La anécdota fascinaba a Luis Alberto Spinetta en sus últimos años, tanto que llegó a contarla en más de una entrevista. Un video realizado por Emilio Cartoy Díaz muestra a Spinetta comentando que, a su entender, el episodio de Bashô resume y confronta "dos visiones del mundo": la destrucción versus la creación.

La crítica de la violencia y de la destrucción fue una constante en la obra de Spinetta y, con certeza, uno de los pilares de la ideología del rock, que nació tras el nazismo e Hiroshima. Un sketch de la película Hasta que se ponga el sol (de Aníbal Uset), filmado en los años de plomo, casi al mismo tiempo que la matanza de Ezeiza, muestra a los músicos de Pescado Rabioso caminando por una calle apacible de un barrio porteño. Aparece una limusina y tras ella va un coche algo destartalado. Una especie de "personaje importante" baja de la limusina. Un tirador baja del otro coche y le apunta con una grosera escopeta. Los músicos se cruzan, por error, en la línea de fuego. Suena un disparo. David Lebón recibe una bala perdida y reacciona indignado frente al tirador. "Tonto", resume Spinetta.

De aquella bala perdida a la bengala perdida del disco llamado nada menos que Tester de violencia y basado en algunos textos de Michel Foucault, la postura de Spinetta ante el instinto de muerte fue siempre activa, siempre creativa. Lennoniana, podría decirse. Un grupo como Pescado Rabioso sondeaba la poesía en los resquicios de la "dureza". Una canción como "Kamikaze" hacía una crítica -no exenta de admiración- de la ética del sacrificio.

"Estoy en contra de la muerte. No concibo la posibilidad de que los hombres se maten ni por inmolación, ni para beneficio de la guerra, ni jugando a los dados o a la ruleta rusa, ni en la calle ni en los accidentes", le decía Spinetta a Gabriel Senanes en una entrevista donde hablaba del libro que le había inspirado esta última canción: Los kamikazes , de Fernando Castro.

Pero, a la vez, el sobre interno del disco (también bautizado Kamikaze ) admitía su perplejidad por la audaz convicción de estos guerreros: "¿Lamentablemente no hay más kamikazes en la vida creativa?" [...]

* * *

Según Bashô, uno de los atributos más importantes de un haiku era el de reunir dos principios opuestos que él llamaba fueki (lo immutable) y ryukô (lo efímero). Estos principios -dicen los estudiosos del haiku- provienen de los conceptos chinos de yin (lo cambiante, lo femenino, la luna, la sombra) y yang (lo estable, lo masculino, el sol, la luz).

La noción de "pescado rabioso" reunía dos conceptos en teoría opuestos o, al menos, irreconciliables. De esa noción (de ese animal de agua que es víctima de una enfermedad de mamífero) nacía algo dulce y violento a la vez: algo próximo a Led Zeppelin, algo que (como el rock en su conjunto) ponía en tela de juicio los límites rígidos, puristas, "tangueros", entre las sensibilidades mal o bien llamadas femeninas y masculinas.

Una canción de Invisible se llama "Encadenado al ánima". Otra se llama "En una lejana playa del ánimus". Comparables en cierto aspecto al yin y al yang, ánima y ánimus son dos conceptos de Carl Gustav Jung, a quien Spinetta leía con interés a mediados de los años setenta. En síntesis, el ánima representaba para Jung el lado femenino de la psiquis del varón y el ánimus era la parte masculina de la psiquis femenina.

"El ánimus ama la vida. El ánima busca la muerte", escribió Jung en El secreto de la flor de oro . "El ánimus es el alma-yang, luminosa, mientras que el ánima es el alma-yin, oscura [?]. Quien al despertar está sombrío y deprimido, encadenado a la figura corpórea, está encadenado por el ánima."

En tal sentido, no deja de ser curioso que la letra de "Encadenado al ánima" (llena de imágenes surrealistas: "La distancia es un caudal de eternidad agazapada sobre la espalda de un león") apareciera firmada no por Spinetta, sino por su padre (Santiago), cultural y generacionalmente "encadenado" al tango.

* * *

El interés que Spinetta sintió durante décadas por la obra de Carlos Castaneda parece otra forma distinta de tender "un puente de inteligencia anímica, interna, entre Occidente y Oriente", como escribe Jung en El secreto de la flor de oro .

Padre simbólico de muchos pensadores de la así llamada "Nueva Era", Castaneda publicó en 1968 su primer libro ( Las enseñanzas de don Juan , un relato que colocaba a un estudiante de antropología ante las mismísimas puertas de la percepción) y en 1973 coronó, aunque no terminó, la serie con Viaje a Ixtlán . Libro a libro, iba narrando en primera persona la lenta y casi siempre desconcertante lección de brujería a la que lo sometía don Juan Matus, un viejo chamán yaqui dispuesto a convertirlo en su joven discípulo.

Castaneda no fue el primero en interesarse por el chamanismo ni tampoco por el uso del peyote y otras plantas alucinógenas en la cultura azteca (el mismísimo Artaud fue uno de los muchos interesados), pero encontró un formato sumamente ameno, no tan académico como el que había empleado a mediados de los años 1950 Aldous Huxley en su The Doors of Perception , el libro que inspirara a Jim Morrison a la hora de bautizar a su banda musical.

Uno de las principios centrales que don Juan Matus le inculca a Carlos es que debe borrar la historia personal, porque "la historia personal es basura": mejor olvidarse del pasado para ser una persona nueva cada día y obtener la libertad de lo imprevisible.

"Sentirse importante lo hace a uno pesado, torpe y vano. Para ser un guerrero, uno necesita ser ligero y fluido", dice don Juan. Los detractores de Castaneda (quienes creen que el libro es mera ficción y que don Juan nunca existió) arguyen que estas ideas provienen directamente de la filosofía budista, que propicia el empequeñecimiento del "yo" o de la identidad personal a favor de un "yo" colectivo.

"El budismo niega el yo", explicaba Jorge Luis Borges durante una conferencia en el Colegio Libre de Estudios Superiores, que fue seguramente el embrión de su libro Qué es el budismo , escrito junto con Alicia Jurado. Y seguía diciendo: "Una de las desilusiones capitales es la del yo. [?] No hay un sujeto, lo que hay es una serie de estados mentales".

Otro escritor que indagó en este sentido fue Octavio Paz, quien pasó muchos años en Oriente y estableció (tanto en su interesantísimo ensayo Vislumbres de la India como en otros libros) diversas analogías no sólo entre la cultura mexicana y la india, sino también entre el budismo y las vanguardias del siglo XX, principalmente el surrealismo. "A más de dos mil años de distancia, la poesía occidental descubre algo que constituye la enseñanza central del budismo: el yo es una ilusión, una congregación de sensaciones, pensamientos y deseos", dice Paz en un ensayo sobre el surrealismo. "La sistemática destrucción del yo -o mejor dicho: la objetivización del sujeto- se realiza a través de diversas técnicas. La más notable y eficaz es la escritura automática; o sea: el dictado del pensamiento no dirigido, emancipado de las interdicciones de la moral, la razón o el gusto artístico." [...]

* * *

Hace unas cinco décadas, el escritor francés Michel Random visitó la casa de Yukio Mishima, en Japón, y le llamó la atención que fuese tan europea en su estilo y en su decoración. "¿Cómo se explica -le preguntó- que en su casa no haya nada japonés?". Mishima sonrió y le dijo: "Aquí tan sólo lo invisible es japonés".

Los grandes artistas poseen el don de comunicar con lo invisible: no únicamente de lograr que lo invisible se vuelva palpable, sino de ayudarnos a ver de otra manera lo que damos por obvio. Las libélulas son pimientos para los ojos creativos. [...]

Cuando muere alguien como Spinetta, dos sensaciones aparecen con la sensata velocidad de los lugares comunes: que la gente como Spinetta nunca muere y que la muerte de la gente como Spinetta hace que muera una parte de quienes crecimos con él y gracias a él.

Nada más cierto que estas sensaciones. Pero la mejor manera de darle gracias, sospecho, es luchar para que no muera en nosotros aquello que nos enseñó su arte.

[...] Ángel-poeta, "hombre de luz" (como rezaba una vieja canción de Almendra), Spinetta nos ayudó salvar la piel (y el alma) en medio de la noche de la dictadura. Nos recordó que, si estamos atentos, la vida tiene música. Que nuestro ego es, en el fondo, "un silbido más en el viento". Que el arte, cuando ataca, es irresistible. Que "deberás crear/ si quieres ver a tu tierra en paz". Que hay que abrirse al "mágico y misterioso" mundo. Que hay que amar y ver si uno es capaz de amar con la libre osadía del viento. Nos enseñó, en fin, que para los días de la vida ("vida siempre", contra el instinto de muerte) hay que pensar que mañana es mejor.

 

agenda

Miércoles 10 de octubre . Inauguración de la exposición, curada por Eduardo Martí, que incluye libros, fotografías y discos de Luis Alberto Spinetta. Concierto de Claudio Cardone y Juan Carlos "Mono" Fontana.

Martes 16 . Charla entre Eduardo Martí, Fernando Spiner y Daniel Roiz, y proyección de sus trabajos relacionados con el músico.

Viernes 19 . Proyección de Pescado Rabioso, una utopía incurable de Lidia Milani.

Sábado 10 de noviembre . Charla entre Juan Carlos Diez, autor de Martropía. Conversaciones con Spinetta, y Rodolfo García, integrante de Almendra.

Martes 13 de noviembre . Charla con los guitarristas de Spinetta, coordinada por Ricardo Mollo. La muestra se extiende hasta el 12 de diciembre. La entrada y las actividades son gratuitas. Inf.: 4808-6000. Int: 1150. 

 

   de Kamikaze (1982)