domingo, 29 de enero de 2012

Famatina en el camino a Río+20

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Famatina representa hoy mucho más que la lucha de una población frente a un proyecto minero. Famatina es el emergente de la conflictividad creciente que está despertando la actividad minera en todo el país, que expresa el hartazgo frente a la tibieza gubernamental y la prepotencia corporativa. Famatina es una explosión reactiva frente a la perversa actuación de un grupo de gobernadores que, entre otras cosas, han dejado sin efecto práctico a la Ley de Protección de Glaciares, sancionada hace más de un año y, al mismo tiempo han venido desactivando, una a una, las legislaciones locales que restringían la actividad minera.

Por estos días ha estado circulando un video que dice “¡Basta Ya!”. Y de eso se trata. Deberían tomar nota de ello los legisladores, los gobernadores y los funcionarios nacionales que hasta ahora miran para otro lado.

La actividad minera tal como se desarrolla hoy en el mundo es altamente destructiva. En su evolución tecnológica, producto de la creciente escasez de minerales, llega a convertirse en la actual mega maquinaria contaminante, devoradora de agua y energía. Hemos convivido con la minería metalífera desde hace más de 8.000 años. Pero se ha llegado a un límite. El continuo crecimiento de la demanda de recursos no renovables ya no es un libreto realista. Los gobiernos que se empecinan en seguir forzando esa lógica, ya sea alentando el sobreconsumo y el despilfarro, o en el otro extremo de la cadena, como lo hace Argentina, maximizando el extractivismo, están agotando los recursos y la paciencia en todos los rincones del planeta. Estos gobiernos sólo tienen por delante mayor conflictividad, mayor escasez y mayor destrucción de ecosistemas.

image Esta minería contaminante y destructiva es producto de una economía insostenible e irracional, que devora cantidades siempre crecientes de recursos, para ser finalmente despilfarrados o destruidos. En el caso del oro, simplemente, el recurso es destinado a alimentar vanidades y codicias que ya no pueden tener cabida en un mundo que quiera prepararse para sobrevivir a este siglo, y en una sociedad que pretenda generar condiciones vivibles para sus hijos. El mineral de oro que se extrae anualmente en el mundo es destinado en un 60% para usos suntuarios, alrededor de un 30%para usos especulativos y sólo la porción restante es para usos industriales y medicinales, para lo que bastaría con el mineral ya disponible dada su capacidad de reciclado.

Diversos minerales tienen un rol clave que cumplir para construir una economía sostenible o una economía verde. La capacidad de poder ser reutilizados y reciclados nos permite pensar en poder aprovechar sus bondades con holgura. Pero eso significa modificar sustancialmente el circuito global de los recursos, la base material de la economía. Seguir pensando el desarrollo con los manuales e ideas del siglo pasado es un suicidio. Las señales que nos alertan un desenlace de esas características, se nos presentan de diversas formas: mediante el aumento de la temperatura global; por medio de imágenes satelitales que muestran la pérdida de bosques; o a través de una pueblada como la de Famatina. Todas esas señales nos dicen ¡basta!

La minería debe ser llevada a su mínima expresión lo antes posible. No tiene sentido alguno poner en riesgo valiosas fuentes de agua para extraer oro o uranio, no tiene sentido favorecer económicamente mediante subsidios una actividad de extracción de recursos no renovables.

Existen en la actualidad un par de proyectos de ley en el Congreso de la Nación para prohibir la megaminería. El Congreso debería tratarlos ya mismo, es lo que se está reclamando a lo largo de todo el país. Esta también podría ser una buena oportunidad para una consulta popular a nivel nacional, un recurso constitucional olvidado y que generaría un debate esclarecedor acerca de cómo se puede configurar un modelo productivo verde, pensado para la permanencia y la equidad en el acceso a los recursos naturales. Por otro lado, el Congreso nacional no debería demorar más la sanción de la Ley sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos –que lleva 4 años en el Congreso- para poner a la Argentina a tono con el esfuerzo global para un mejor manejo de materiales escasos y valiosos. image

En pocos meses más la ONU realizará la cumbre denominada “Rio+20”, a veinte años de la “Cumbre de la Tierra” (1992), y a 40 años desde que se inició el debate acerca de cómo se reemplaza, el todavía vigente, modelo industrialista depredador por otro que sea sostenible y que pueda beneficiar a toda la humanidad y no sólo a una minoría como lo hace el actual. La comunidad internacional es convocada a discutir el cómo se configura una economía verde, ya que el “desarrollo sostenible” como principio rector, aún no ha sido suficiente para modificar los factores económicos hegemónicos que siguen destruyendo el planeta.

Argentina asistirá a esa cumbre y es otra gran oportunidad para que se modifiquen algunas cosas en la dirección correcta. Un pilar fundamental de la economía verde es eliminar los subsidios a las actividades extractivas de recursos no renovables (combustibles fósiles y minerales). Esos subsidios son una verdadera perversidad ambiental y bloquean la aparición de sustitutos y prácticas industriales sostenibles. En este rubro, tanto el Gobierno como el Congreso nacional, tienen otra gran oportunidad para dar un gran paso en la dirección correcta y eliminar absolutamente todos los beneficios económicos de los que hoy goza el sector minero.

Famatina se ubica en el inicio de un año en el que la discusión global debe focalizarse en el desafío de diseñar los principios básicos de una economía capaz de erradicar la pobreza, sin destruir la naturaleza y mitigar los peligros en ciernes como el cambio climático. La agenda de Rio+20 también nos señala que no hay más tiempo para perder y que no se puede insistir en recetas obsoletas.

Juan Carlos Villalonga

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