domingo, 27 de marzo de 2011

La responsabilidad en el desastre

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Ulrich Beck es un sociólogo alemán que acuñó el concepto de “sociedad del riesgo”. Hoy el diario Clarín publica un artículo suyo en relación a Fukushima, una buena oportunidad para aproximarnos a Beck.

Cali

La responsabilidad en el desastre

Clarín, 27/03/11

Por Ulrich Beck Sociologo Y Profesor De London School Of Economics

La sociedad del riesgo mundial se refiere a una época en la que las desventajas del progreso determinan cada vez más los conflictos sociales. Aquello que al principio no estaba a la vista de nadie, aquello que se negaba, es decir, la autopuesta en peligro, se convierte en movens de la política. Los peligros atómicos, el cambio climático, la crisis financiera, el 9/11, etcétera siguen en gran medida el guión de “La sociedad del riesgo”, escrita por mí hace 25 años, es decir, antes de la catástrofe de Chernobyl. A diferencia de los anteriores riesgos industriales, (1) no se los puede delimitar ni espacialmente, ni temporalmente, ni socialmente, (2) no se pueden imputar conforme a las reglas vigentes de causalidad, culpa, responsabilidad y (3) no se los puede compensar ni asegurar. Allí donde las compañías privadas de seguros niegan su protección –y eso sucede en el caso de la energía atómica, pero también en el de los nuevos desarrollos en la tecnología genética–, se cruza constantemente el límite entre los riesgos calculables y los peligros incalculables. Esos potenciales de peligro se producen en forma industrial, se exteriorizan en forma económica, se individualizan jurídicamente, se legitiman técnicamente y se minimizan políticamente. En otras palabras: el sistema de reglamentación para el control “racional” es a los potenciales de autodestrucción puestos en funcionamiento lo que un freno de bicicleta a un avión intercontinental. image

¿Pero acaso Fukushima no se diferencia de Chernobyl por el hecho de que el punto de partida para el actual horror en Japón fue una catástrofe natural? Después de todo, la destrucción no fue producto de una decisión humana sino del tsunami.

La categoría de “catástrofe natural” señala que no fue causada por seres humanos y, por ende, ellos tampoco tienen que responder por ella. Pero este punto de vista pertenece a un siglo pasado. El concepto es, de por sí, erróneo, porque la naturaleza no sabe de catástrofes sino, a lo sumo, de dramáticos procesos de transformación . Tales transformaciones como, por ejemplo, un tsunami o un terremoto, recién se convierten en catástrofes en el horizonte referencial de la civilización humana. La decisión de construir centrales nucleares en zonas sísmicas, no es un fenómeno de la naturaleza sino una decisión política que también se tiene que fundamentar en el ámbito político frente a las exigencias de seguridad por parte de los ciudadanos y que tiene que superar resistencias. No sólo en el caso de la construcción de centrales atómicas, sino también en la construcción de rascacielos, sí, en la planificación y en la arquitectura de una metrópoli como Tokio (pero también de otras ciudades), las así denominadas “catástrofes naturales” se transforman en riesgos que dependen de las decisiones, que –al menos en principio– se les podrían atribuir a quienes las toman. El actual caso japonés hace evidente la íntima conexión entre lo que le atribuimos a la naturaleza y lo que le atribuimos a la tecnología y al saber humano.

image Es irónico que lo que queda de esperanza en Japón se centre justamente en la intervención de las “fuerzas de seguridad”, que deben arrojar agua desde helicópteros para suplir a los sistemas de refrigeración. Hiroshima fue un espanto, el horror por antonomasia. Pero allí fue el enemigo el que golpeó. ¿Qué sucederá si el horror surge del mismo sector productivo de la sociedad? Entonces, quienes tienen el potencial para poner en peligro a la nación son los garantes del derecho, del orden, de la racionalidad, de la democracia. ¿Qué política industrial sobrevendría si ahora también falla esa esperanza última en el “viento” y realmente se contaminara Tokio? ¿Qué crisis de la tecnología, de la democracia, de la razón, de la sociedad? Muchos se lamentan de que las imágenes conmovedoras de Japón le infunden a la gente miedos falsos y estimulan una “pseudo-ciencia” de compasión. De esa manera se ignora, sin embargo, en una forma totalmente ingenua, la dinámica política inherente al potencial de autodestrucción minimizado del victorioso capitalismo industrial. El mito de la seguridad se apaga. Ante esta perspectiva, recuerden el intento de hacer un agujero en un barco para sacar el mar que se adentra en él.

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