martes, 19 de enero de 2010

La tecla bardera, y sale con fritas

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Faltaba que Pablo Alabarces (PA) sumara su ejercicio de “yo-si-que-tengo-algo-distinto-para-decir” en relación a Sandro.

Siempre asumí que los periodistas, los que escriben “columnas” y notas en diarios y revistas debían hacerlo con el objetivo de que sus escritos sirvan a sus lectores haciéndoles las cosas más entendibles, más sencillas y menos misteriosas.También, a ver las cosas de un modo menos prejuicioso y a abrir puertas nunca antes abiertas. No diferencio mucho esa actividad de cualquier otra clase de docencia. Yo se que lo que digo tiene grandes limitaciones, pero me cuesta pensar cuál sería el sentido de relatar algo, desde exponer un sentimiento a hacer una crónica policial, si no se lo hace para que a otros les sirva de algo.

Por lo general, es así. Más allá de las limitaciones de cada pluma, subyace alguna vocación como las que describo. Claro que estoy excluyendo aquí a mercenarios y otros que por razones económicas o políticas escriben para encubrir cosas. Pero también hay quienes escriben ni para lo uno ni para lo otro. Sin buscar rigurosidad informativa, sus opiniones surgen “ad hoc”, procurando sustentar su auto-denominación de “provocadores”. Por supuesto, sus escritos suelen levantar polvo rápidamente, en particular, en la web 2.0 (comentarios con puteadas en los sitios de internet).

Antes que “provocadores”, yo los llamaría “barderos”.

PA califica, a mi juicio, como un simple bardero en sus últimas notas publicadas en el diario Crítica. Convengamos que provocar reacciones en la gente no te convierte en “provocador”, o sí, depende que entendamos por provocador.

Su última nota, “La tecla populista, entre otras yerbas” (18/1/10), vuelve a adoptar opiniones un tanto desopilantes, como ya lo hiciera con las dedicadas al concierto de Spinetta en Vélez. Prometo volver sobre esas notas.

En este caso, PA utiliza y se solidariza con la nota de Martín Caparrós escrita en relación a la muerte de Sandro. Creo que ésta es la única expresión solidaria que recibió esa nota de Caparrós. Sobre la nota de Caparrós ya he escrito mis comentarios, tratando de destacar su valor y exponer en dónde creo que se le escapa la tortuga.

Si bien considero que Caparrós se equivoca en su nota, lo hace tratando de responder a las preguntas adecuadas que genera un fenómeno complejo como el ocurrido durante la agonía y muerte de Sandro.

image En primer lugar, PA califica como “contratapa contundente” a la nota de Caparrós. La “contundencia” de la que habla PA es la misma contundencia que tiene un golpe con un garrote o lo tiene un piedrazo, o cualquiera de ese tipo de “objetos contundentes” que suelen aparecer en las crónicas policiales. En cuanto a la contundencia argumental “que produce gran impresión en el ánimo, convenciéndolo”, acorde al diccionario, nada.

Si se tratase de contundencia argumental, difícilmente tendría que decir PA que “es posible que los argumentos de Caparrós hayan sido excesivos”. Esto me hace recordar, siguiendo las crónicas policiales, cuando hablan de “alevosía” en el uso del “objeto contundente”. Si uno expresa un argumento contundente, puede, en todo caso, reiterarse si los usa repetidamente, pero no “excederse”. ¿Qué es que los argumentos hayan sido “excesivos”? Es raro para una “contratapa contundente”.

Es que sólo son argumentos cuyo destino es impactar y PA procura fortalecer lo que no convence, lo que no es contundente. Son los que usó Caparrós en su nota, aún con el reconocimiento de que se trata de una nota inteligente, y los bartolea PA en ésta última.

Luego agrega PA, “pero el exceso de Caparrós da en el blanco cuando recuerda la plebeyización de la cultura y la sociedad argentina que viene ocurriendo desde el menemismo, por lo menos, y sobre lo que no se ha puesto adecuadamente el acento”.

image Ay, ay, ay, elevar a esa categoría algo que ya es un lugar común, ¿qué no se ha dicho, ridiculizado y criticado del menemismo como legado cultural? Por suerte la nota de Caparrós argumenta algunas cosas más que esa perogrullada. ¿Qué contundencia? ¿dar en el blanco por recordar el pizza con champagne o la grasada de los nuevos ricos? ¿no se ha puesto adecuadamente el acento en ese fenómeno social de los ‘90? ¿la nota de Caparrós es la que descorrió el velo de la “plebeyización de la cultura”?

Ninguna contundencia, ni ninguna lectura novedosa. Me atrevo a estimar en miles las páginas escritas sobre dicho fenómeno cultural de los 90. Pero, no quiero repetir lo que he escrito anteriormente, nada de eso explica un fenómeno de más de 40 años como ha sido Sandro.

Esta pobreza argumental sólo se explica ante la gimnasia de “provocar”, en este caso, frente a una enorme muestra de afecto y respeto que gente de todo pelaje y color ofreció en esos días luego de la muerte de Sandro.

Para que el bartoleo sea completo, se los mezcla en dosis adecuadas de:

La discusión sobre el populismo cultural dominante en la Argentina es un debate urgente, que también tiene que ver con las políticas culturales, la ley de medios, la concentración monopólica, las oposiciones entre los campos periodísticos y académicos, el rol de los intelectuales. Para encarar ese debate, el libro de Meyer o las columnas de Caparrós son un insumo imprescindible: en su exasperación, señalan con nitidez que la mediocrización del debate político también ha alcanzado al debate cultural. Lo que reclaman –y ese reclamo debiera interpelarnos con nitidez y urgencia a los académicos y a los periodistas– es que la agenda la fijemos nosotros, y no el suplemento de espectáculos de Clarín. Y que la teoría sigue siendo imprescindible, entre tanto bochinche celebratorio de una cultura de masas cada día más degradada.

Y sale con fritas!

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