sábado, 15 de agosto de 2009

Deberias saber por qué

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He dedicado varias entradas tratando de señalar algunos gestos y acciones que desnudan el vacío de los encendidos discursos que nos dedican desde el atril presidencial.

No quise meterme hasta ahora con la cuestión energética porque me resultaba demasiado “macro” para este sitio. Pero el esperpento que es la política energética ha dado estas últimas semanas algunos pasos propios de un gobierno extraviado, fuera de foco, sin idea de lo que quiere hacer, capaz de enloquecer a la gente sin llevarla a ningún lado.

El artículo que reproduzco de Maximiliano Montenegro es una buena radiografía de lo anterior. La suspensión de los “tarifazos” lo que hace ahora es postergar una salida, que lamentablemente, será cruenta en cualquier caso.

Hace poco leí, por primera vez, una declaración de una organización de consumidores diciendo que ellos también tenían que hacer un mea culpa por haberse opuesto sistemáticamente a cualquier discusión de aumento de tarifas. La confesión es relevante porque el problema es más amplio que la rudimentaria política del gobierno.

Me viene a la cabeza aquella cita que dice: “allí donde no hay visión el pueblo perece”. La cita es de la biblia, pero zafa.

Cali

La improvisación ¿también será progre?

Kirchner no se atrevió durante casi 6 años a revisar gradualmente las tarifas domiciliarias del área metropolitana. En todo este tiempo, ¿nadie estudió cómo segmentar la tarifa para aumentar sólo a los 300 mil hogares de la cúspide de la pirámide?

Maximiliano Montenegro (14.08.2009)

Cada vez que se le sugería, a partir de 2004, descongelar las tarifas de luz y gas domiciliario, la respuesta de Néstor Kirchner no era precisamente la de un estadista. “Tráiganme un proyecto de aumento que no salga en la tapa de Clarín y lo apruebo”. Coinciden en la anécdota Roberto Lavagna, otro ex ministro K, Daniel Scioli y un influyente ejecutivo del sector energético. Tal vez algún día, cuando el poder sea un recuerdo lejano, Julio De Vido acceda a hablar con sus propias palabras sobre aquella obsesión de su jefe.50514[1]

Las tapas de los diarios nacionales siguen el pulso de la opinión pública en el área metropolitana (Capital y Gran Buenos Aires), así que lo que sucediera en el interior con los precios de la energía no era algo que afligiera a Kirchner. En Santa Fe, una familia con un consumo promedio de 1.200 kwh/bimestre paga la tarifa de luz 125% más cara que en Capital y GBA. En Córdoba, 75% más. Para un hogar que gasta 300 kwh bimestrales la diferencia es todavía mayor: la tarifa es 245% más onerosa tanto en Córdoba como en Santa Fe.

Los datos –a mayo de 2009– corresponden a la consultora Montamat & Asociados, en base a un relevamiento de mercado.

Desde este diario siempre se remarcó el bochorno que significó haber liberado, tras la devaluación, el precio del gas en garrafa (subió más de 200%), que consumen 14 millones de argentinos, en su mayoría pobres, mercado donde Repsol YPF detenta una posición dominante. A la vez que se mantuvo, con gratificación estatal, el gas barato de red en barrios cerrados, countries y edificios de lujo de la clase media alta y alta.garrafa

El metro cúbico de gas natural de red cuesta en la actualidad 0,30 pesos. Mientras que el precio del metro cúbico de gas envasado asciende a $ 1,20, cuatro veces más. El cálculo es conservador, porque considera el precio de la llamada garrafa social a $ 16 (10 kg), cuando en realidad se consigue a alrededor de 20 pesos; y fuera del circuito oficial, en invierno, supera los 30 pesos.

El boom de las piletas climatizadas no es una leyenda urbana. El año pasado, Gas Natural, la mayor distribuidora de gas del conurbano, promocionaba entre sus clientes de la zona norte (San Fernando, San Isidro, Tigre) los beneficios de extender “la temporada de pileta de septiembre a marzo las 24 horas del día, manteniendo la temperatura del agua entre 28 y 30 grados”: “¿Tenés pileta y no la usás de noche? ¡Climatizala!”, decía el anuncio, destinado a uno de los mercados más dinámicos, alimentado con combustible económico. En contraste, a pocos kilómetros de distancia, en barrios humildes y asentamientos, donde no llegan los caños que transportan el fluido, las garrafas a precio dólar sólo se usan para cocinar y, en contadas ocasiones, para entibiar la ducha.

A Kirchner nunca lo desvelaron estas y otras inequidades. Sólo le importaba cierta opinión pública, el humor de las clases medias del área metropolitana.

Durante el primer o segundo año de su mandato tal aprensión se justificaba por el pánico que despertaba en la dirigencia política el impredecible comportamiento del sector social que movilizó los cacerolazos en la agonía del gobierno de De la Rúa. Pero desde 2006 la ecuación se hizo cada vez más gravosa. La demanda de una industria a toda máquina y el salto del consumo domiciliario, potenciado por los módicos precios, competían por el gas y la electricidad escasos. La diferencia la cubría el Estado, que costeaba con recursos millonarios la importación de gas, electricidad y combustibles líquidos.

Eran tiempos de crecimiento a tasas chinas, creación de puestos de trabajo y mejoras en el poder de compra salarial, sobre todo en el sector formal. Los ingresos del fisco batían récords todos los meses. Y la abundancia del erario disimulaba la grosera filtración de fondos públicos a las clases más pudientes.

Sin embargo, desde mediados de 2008 las cosas BARCO_1 cambiaron radicalmente. Por la crisis internacional y la recesión doméstica, la recaudación empezó a flaquear. Mientras que los subsidios desbordaron todos los pronósticos: en 2008, sólo en el sector energético, llegaron a los $ 16 mil millones, ocho veces el monto que se destina al plan Jefes de Hogar desocupados. El gas importado el año pasado desde Bolivia, por ejemplo, se compró entre 5 y 6 veces más caro que el precio promedio en boca de pozo en cuencas argentinas. Y el GLP (gas licuado de petróleo) traído en barcos desde Trinidad y Tobago o Nigeria a Bahía Blanca, para inyectar luego en los gasoductos y distribuir en la red, 11 veces más. La diferencia fue cargada a la cuenta estatal.

La frazada corta fiscal obligó a establecer prioridades. Un día de octubre apareció De Vido denunciando la injusticia que significaba que el Estado subvencionara los consumos energéticos de las familias de altos recursos. Sí, sí, De Vido. ¡Tras cinco años y medio de administración K, en los que él fue el único ministro de Planificación!

Kirchner no se atrevió durante casi 6 años, en épocas de bonanza, a revisar gradualmente las tarifas domiciliarias del área metropolitana. ¿A quién se le ocurrió hacerlo de golpe, a la espera de un invierno en recesión? En todo este tiempo, ¿nadie estudió cómo segmentar la tarifa, cotejando información, para aumentar sólo a los 300 mil hogares de la cúspide de la pirámide? ¿Nadie evaluó el cambio en los patrones de gasto de las clases medias y medias bajas, después de tantos años de tarifas fijas en un contexto inflacionario? ¿Por qué nunca se diseñó un esquema de subsidios cruzados –que los hogares más ricos financiaran el consumo extra de los más pobres– como existe en algunos países desarrollados?

Pero el Gobierno, para sus acólitos, es siempre progresista. Progre cuando contribuía con recursos públicos al boom de consumo de los sectores más acomodados. Progre cuando descubrió tremenda inequidad. Progre a principios de semana, cuando defendía a muerte el tarifazo. Progre días después cuando lo suspendió, jaqueado por el Congreso, y acusó a las empresas concesionarias –algunas de las cuales desembarcaron en el sector de la mano del propio Kirchner– de tejer un complot desestabilizador.

La improvisación, una marca no registrada de la gestión K, ¿también será progre?

Se extrañaba a García este tiempo. Deberías saber por qué.

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