jueves, 2 de julio de 2009

Acuarela 5: (7) Cenizas y Diamantes

Voy a continuar recorriendo el número 5 de Acuarela. Un número cargado de notas que mostraban las agitadas horas de aquellos días, dónde todo nos parecía que era posible de ser hecho o que ocurriese en poco tiempo más. Hay bastante desesperación en ese número. Quienes me conocen, saben de mis ataques de obsesión. Y había bastante obsesión en muchos de nosotros en Acuarela.

En la entrada anterior llegué hasta las páginas centrales del numero 5 cuyo contenido 059andrzejewski-cenizasydiamantes_webera la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y aprovecho ese punto para reforzar lo que subyace en la entrada sobre Tiananmen. La Declaración dice “Universal”, esto quiere decir que no admite relativismo alguno. La defensa de los derechos humanos, tal como lo expresa la Declaración, no admite licencias o aplicaciones fragmentadas. Y por aquellos años, a mis veintipicos, me estaba quedando más que claro que no había paraísos sobre la tierra. Todo estaba cayéndose a pedazos. El desbarranque del muro de Berlín de finales de los ‘80 era un final cantado. La década había arrancado impactándonos con las demoledoras películas de Andrzej Wajda. Desde el ícono que ya era “cenizas y diamantes” (1958), que podía verse en circuitos de cineclubes, y por esos años llegaban a los cines la apabullante “Dantón” (1982), “El Director de Orquesta” (1980) y una larga serie. Todavía en ese entonces, al menos para mí, el cine me traía noticias del mundo. Me ha sorprendido ver que Wajda acaba de volver a estrenar ('Tatarak')

Pero vuelvo a las páginas de Acuarela:

[] Lamento del ermitaño, poesía de Hugo Alberto Ojeda.

Es bastante lo que se puede encontrar y leer de Hugo Alberto Ojeda en internet. Es frecuente columnista en Rosario/12 y sigue publicando. Recomiendo, de paso, este reportaje a Fernández Savater, hijo del filósofo español, del año pasado “Imágenes para pensar mayo del ´68”.

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[] Charlando sobre Artes Plásticas: Nota que continúa una serie iniciada en los números anteriores y que nos mantenía en el andarivel de las revistas “literarias”. La nota fue escrita por Clelia Barroso, prestigiosa pintora y profesora de arte en Rosario. Algunos años después me encontraré con los amigos anarquistas de la Biblioteca Ghiraldo en donde Clelia Barroso era una de las artistas que frecuentemente solían exponer allí.

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[] Los Hombres de Nuestra Historia – José Ingenieros:

Esta nota se generó en parte a los debates internos en Acuarela acerca de historia argentina y también responde a una atmósfera que pocos meses después, luego de la debacle de Malvinas, explotó de una manera extraordinaria con la apertura política, cuando comienzan a generarse alrededor de todas las agrupaciones políticas, grupos de estudio sobre historia y política. Fueron momentos de ebullición y altísimo nivel de lectura de libros de historia que comenzarían a ver la luz luego de años de estar escondidos o que comenzarían a re-editarse. Lo que luego serían las “juventudes políticas” de los ´80 comenzaban en esos meses a esjose_ingenierostudiar y debatir en torno a textos y autores claves. Muchos aprenderían a recitarlos nada más, otros serían brillantes dirigentes políticos, muchos más se cansarían de todo antes del final de la década.

En lo personal, era medio fan de Ingenieros, su virulencia intelectual, que haya sido a los 15 años ya dirigente político entre mayores, que haya fundado periódicos y centros socialistas a los 17, bueno, eran cosas que me impactaban. A esa altura había recorrido durante mi adolescencia los textos más áridos de Ingenieros, con el tiempo me daría cuenta que ese estilo denso, por momentos escabroso, no era siempre un signo de brillantez, pero había en esos textos cosas que sacudían la cabeza de cualquier adolescente. Algunos de sus libros daban ganas de leerlos en voz alta arriba de un banquito para que escucharan todos. Ingenieros había captado las movidas intelectuales más avanzadas del momento y las irradiaba como una antena gigante en libros, clases magistrales y artículos periodísticos. Estaba al tanto de lo que pasaba en el mundo en tiempo real cuando un texto tardaba meses en moverse de un lado a otro del mundo. Siguió lo que pasaba con Lenin en Rusia y lo escribía y analizaba en tiempo real. Era un gigante.

El texto publicado lo escribió Lelio quien después sería parte de la Franja Morada en Rosario. El artículo sintonizaba con nuestras búsquedas e infinitos debates de noches y noches mientras sonaba, por ejemplo, “Los niños que escriben en el cielo” (1981), el segundo de Spinetta Jade.

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