sábado, 31 de enero de 2009

Miscelánea


1) Las entradas al blog las realizo con el editor de Blogger que me resulta muy malo. Quizás porque no lo sé usar. Por eso muchas veces aparecen algunos errores de tipeo. A veces, también, algún error ortográfico. Cuando los descubro (o me lo hacen saber) los corrijo. Es decir, las entradas viejas suelen recibir algún retoque de ese tipo. La idea es que no existan errores para hacer su lectura más fácil y respetuosa del lector. Así que si descubren ese tipo de errores, no me molesta que me lo hagan saber, como muchos lo hacen. No me molesta.


2) Cuando una nueva entrada sale enviada automáticamente por email recuerden que allí no sale la entrada completa. No aparecen por ejemplo los cuadros para escuchar los temas musicales. Por eso recomiendo, para leer la nota completa, hacerlo desde el blog y aprovechar completamente de los hipervínculos y demás accesorios que complementan la nota.


3) El blog ha cumplido un año el 1 de enero de 2009. La idea era hacer esta experiencia hasta junio de 2008 y entonces decidía si valía seguir o no. Aquí estoy.

4) Todo un ejercicio este de volver a escribir en primer persona después de tantos años. Mucho tiempo escribiendo en primera persona del plural. No me ha sido fácil.

Nada más. Un poco de música para celebrar.




Es de este disco Me lo acabo de comprar, regalo de navidad.


Es del año 2005 en base a grabaciones en vivo entre el 2002 y 2004. Tocan Wayne Shorter (saxos), Danilo Perez (piano), John Patitucci (bajo) y Brian Blade (batería).



martes, 27 de enero de 2009

Ojalá

Estoy convencido que la llegada de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos es uno de esos hechos que se convierten inmediatamente en un “tester” para todos, ya que todos somos interpelados por tales episodios. Ese ha sido y es el foco de interés que me interesa y me interesó destacar con las dos notas que coloqué de Jorge Lanata, ya que ambas ponían el ojo en las opiniones que, rápidamente, comenzaron a instalarse frente a un hecho cuya complejidad y riqueza no admite lo obvio o la repetición de tonterías mil veces dichas.

Pasados unos días de esos comentarios preliminares y habiendo recibido comentarios con preguntas y cuestionando algunas de esas opiniones, aprovecho para explayarme un poquito más sobre algunos aspectos no desarrollados anteriormente.


Las descripciones sociológicas que explican (siempre a posteriori!) las razones del éxito de Obama, en general, no me convencen. Sucede, por ejemplo, con la hipótesis de Caparrós (Crítica, 20/1/09) según la cual en el voto a Obama existe un propósito de doble disculpas: por la esclavitud y por el gobierno de Bush. Pecados del que la sociedad estadounidense habría querido redimirse, según Caparrós esos pecados son “básicamente dos: uno pequeño, inmediato –la presidencia Bush– y otro enorme, incesante: la esclavitud”.


Para ponderar tales supuestos debemos tener en cuenta que la cantidad de personas que votan en Estados Unidos son aproximadamente la mitad del electorado. O sea que la opinión expresada en las urnas es de una minoría. Ahora esa minoría se reduce aún más si tenemos en cuenta que Obama ganó con el 52,9% de los votantes. McCain obtuvo el 47,5% de los votos. Quiere decir que el 47,5% de los votantes no sólo no lo votó, sino que votaron directamente en CONTRA de Obama. Entonces, lo que podamos decir sobre el voto Obama, para luego extrapolarlo a la sociedad toda, requiere que se lo haga con cuidado y teniendo en cuenta esos porcentajes mínimos y estrechos.


Por otro lado tengo la siguiente opinión: la situación de los repúblicanos era realmente muy mala para estas elecciones luego del desastre del prolongado gobierno de Bush con una superposición de guerras, ataques y amenaza terrorista, denuncias de todo tipo, una crisis económica histórica y el repudio generalizado de todo el planeta. Con este panorama y humor social la presidencia se decidió, prácticamente, en las internas de los demócratas. Esas internas no fueron nada fácil para Obama. Si en ellas hubiera emergido Hillary Clinton como candidata demócrata, me parece que el resultado no hubiera sido muy diferente. Hoy tendríamos a Hillary en la Casa Blanca. Esto es un ejercicio contrafáctico, lo sé, y hay que huir de estas cosas, pero tampoco me parece descabellado. Quiero decir, cualquier candidato competente demócráta hubiera tenido altísimas chances de ganar. Entonces, a mi juicio, la razón fuerte del voto a Obama es el repudio y rechazo a la era Bush, ese repudio fue lo que volcó las preferencias electorales de una minoría que oscila en alrededor del 10% del electorado, que es la minoría que puede votar para un lado o para otro, acorde a su cambiante humor.

Con esto quiero decir que desestimo todas las explicaciones que vayan más lejos que el rechazo a Bush para justificar a Obama. Por supuesto, hay un síntoma interesante en que los demócratas se hayan animado con él y la sociedad no se haya espantado. Pero francamente, no me parece determinante. No creo que la sociedad quiera ser disculpada por su vergonzoso maltrato a los negros y así obtener un nuevo crédito para lanzarse a nuevas cagadas globales o que Obama sea un títere, o peor, una simple máscara, colocada allí para dar una señal de cambio y esperanza para la gilada y seguir por detrás haciendo lo mismo. No no creo en aqullas hipótesis que derivan en tales conclusiones perversas. Bueno, déjenme hacer a mí también mi sociología de café.



Volvamos al tema de la esperanza. Obama generó en su electorado un entusiasmo pocas veces visto, entusiasmo que ni por asomo logró Kerry en el año 2004, se acuerdan? Así y todo, a Kerry lo votó el 48,3% del electorado (las diferencias en cuanto a votos son mínimas!). Ese entusiasmo con Obama se irradió por todo el planeta (con la excepción, por supuesto, de los iluminados argentinos). Algunos ejemplos de esa expectativa generada los da Lanata en su nota, luego, en la nota que incluyo al final de Miguel Bonasso, se citan otros. Basta también mirar la cobertura que ha hecho, por ejemplo, el semanario Brecha (Uruguay) sobre Obama. Si tuviera que sintetizar a la inmensa cantidad de voces que expresan esa esperanza debería hacerlo con un extenso discurso que combinara una sabia dosis de pragmatismo y lucidez, una mesurada, pero también necesaria, mirada critica, una militante actitud de que la esperanza es una obligación. Todo eso mezclado con la voluntad de hacer de la política una materia digna en donde involucrarse. Ese complejo discurso se podría desarrollar más o menos así: “… Ojala”. Es simple, no es tan complicado.


Escribía un borrador en torno a la palabra "ojalá" cuando en el diario Crítica del domingo pasado,
Miguel Bonasso remata su nota apelando a ese mágico “ojalá”. Nadie podrá decir que Bonasso sigue la línea editorial de ninguna usina de pensamiento cipayo. Creo que lo hace en base a mucho de lo que puse a modo de exageración en el párrafo anterior.

Antes de terminar, algo sobre el afuera y el adentro al que hacen referencia los comentarios. Lo exterior (entusiasmo Obama) y lo nacional (entusiasmo Kirchner). No sé las razones por las que Lanata no adhirió al entusiasmo del proyecto de transversalidad de Kirchner. Puedo explicar sí, las razones por las que, en mi caso, no operan de manera similar ambas situaciones. Si bien de Obama se poco, se lo suficiente como para animarme a pronunciar ese mágico “ojalá”. De Kirchner sabía mucho más, lo suficiente como para tener una actitud, como mínimo, muy cautelosa. Sobre los resultados del gobierno Kirchner, sería para otro capítulo.


Finalmente, un detalle no menor. Miguel Bonasso lo rescata y Fidel Castro lo mismo, y me alegra
que lo hagan. Obama parece estar muy cerca (y ojalá lo esté!) de Jimmy Carter, para mi un tipo sobresaliente. Entre otras cosas, quiero recordar que Carter hizo mucho por los argentinos en los peores años de nuestra historia. Lamentablemente el mandato de Carter terminó mal (colaboraron activamente los de siempre) y su fracaso dio paso a Reagan. Ojalá Obama pueda. Es todo.


Cali





Crítica - Contratapa
La esperanza negra
¿Podrá iniciar Obama las grandes reformas que EE.UU. necesita? ¿O se conformará con algunos cambios gatopardescos? M. Bonasso.
Por M. Bonasso

25.01.2009


Desde que Jim Jeffries desafió sin éxito al campeón negro Jack Johnson, se acuñó en la jerga boxística mundial aquello de “la esperanza blanca”, que luego se extendería a cualquier actividad humana como símbolo de lo deseado pero improbable.

Si la esperanza blanca parecía poco probable en el campeonato de todos los pesos, la esperanza negra era directamente inconcebible en el ring de la política estadounidense. Sin embargo ha ocurrido, está ocurriendo. Tal vez por esa acertada definición de Bismarck, el Canciller de Hierro, que supo conciliar los intereses de su clase junker con los de una burguesía en ascenso: “Todo político llega tan alto como la ola que tiene por debajo”. Y no cabe duda de que Barack Obama tiene un tsunami bajo la tabla.


Hasta el momento cabe decir que ha sabido surfear con enorme destreza sobre la ola de cincuenta metros hasta alcanzar la presidencia, pero una cosa es conquistar el poder y otra muy distinta lo que se hace después con él. Allí, incluso los líderes mejor dotados hacen lo que pueden y no siempre lo que quieren. “En política –sentenciaba Perón– si uno consigue el 50 por ciento de sus objetivos, se puede dar por muy satisfecho”.

Al relatar su reciente encuentro con Cristina Fernández de Kirchner, Fidel Castro lo sintetizó muy bien: “Expresé que no albergaba personalmente la menor duda de la honestidad con que Obama, undécimo presidente desde el primero de enero de 1959, expresaba sus ideas, pero que a pesar de sus nobles intenciones quedan muchos interrogantes para responder. A modo de ejemplo me preguntaba: cómo podría un sistema despilfarrador y consumista por excelencia preservar el medio ambiente”.


Una reflexión atinada y justa, que excluye el escepticismo esquemático, apostando a la buena fe de quien aparece como emergente de un gran cambio pero no deja de considerar la inevitable tensión entre el individuo y el sistema. En un país donde presidentes como Abraham Lincoln o John Fitzgerald Kennedy fueron asesinados por desafiar el racismo, la intolerancia o ese poder detrás del trono que Ike Eisenhower denominaba “el complejo militar-industrial”.

¿Podrá iniciar Obama las grandes reformas que Estados Unidos (y, en consecuencia, el mundo entero) necesita para lograr la paz y un desarrollo sustentable que no acabe en este siglo con los recursos naturales? ¿Es, como sostienen algunos analistas, el dirigente realista que pondrá fin al sueño hegemónico de la dinastía Bush para reconocer de una vez por todas la multilateralidad internacional? ¿Será lúcido como aquellos estadistas británicos que conformaron el Commonwealth cuando era evidente que el Imperio iniciaba su declinación después de la Segunda Guerra? ¿O se conformará con algunos cambios gatopardescos que eludan la cuestión de fondo?

Las primeras medidas (positivas), su discurso inaugural auspiciando una nueva suerte de modelo rooseveltiano y un regreso a los valores fundantes del país multiétnico que ahora comanda van en la dirección correcta. Pero es el título, falta la nota.

Hace unos veinte años, cuando la Unión Soviética naufragaba como consecuencia de ese "socialismo real” que no era real socialismo, en una larga sobremesa mexicana, en casa del inolvidable Fernando Benítez, escuché con cierta sorpresa una profecía de Gabriel García Márquez: “Estamos viendo la Perestroika soviética, algún día asistiremos a la Perestroika norteamericana”.


No parece que esa circunstancia radical haya llegado, pero es evidente –según las propias palabras de Obama– que la crisis económica, social y de credibilidad hacia adentro y hacia fuera merece “ambiciosos planes” que restablezcan el idealismo y el voluntarismo de los padres fundadores, aquella “reducida banda de patriotas (que) se juntaba ante las menguantes fogatas en las orillas de un río helado”.

“Hoy les digo que los desafíos a los que nos enfrentamos son reales. Son graves y son muchos. No los enfrentaremos fácilmente o en un corto período”.

Nadie sabe aún cuántas brazas más abajo se encuentra el lecho marino de la crisis. Nadie puede asegurar que el neokeynesianismo que propone Obama, con un mercado inevitablemente regulado por el sector público, contará con los recursos para recrear un necesario Estado de bienestar. Estados Unidos disfrutó en los cuarenta de un neokeynesianismo de guerra eficaz, pero la receta dejó de rendir frutos con el belicismo atroz de W. Las invasiones de Afganistán e Irak, unidas a la especulación desenfrenada del modelo neoliberal, influyeron de manera decisiva en la actual crisis económica.


Hacia adentro, desde la campaña hasta el discurso inaugural, Obama se ha preocupado por restablecer la política, solicitando y obteniendo hasta el fervor el apoyo de los ciudadanos de a pie, de los descendientes de aquellos “hombres y mujeres (que) lucharon y se sacrificaron y trabajaron hasta tener llagas en las manos para que pudiéramos tener una vida mejor”.

Hacia el exterior convoca a dialogar al mundo musulmán y admite “que no nos podemos permitir más la indiferencia ante el sufrimiento fuera de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado y nosotros tenemos que cambiar con él”.

Efectivamente, no hay mundo futuro posible cuando un solo país devora el 25 por ciento de la energía global y contribuye en igual o mayor medida a ese efecto invernadero, que amenaza cambiar la faz de la Tierra cuando los casquetes polares se derritan y los océanos sumerjan a naciones enteras.


El keynesianismo de Franklin Delano Roosevelt funcionó sobre la base de gigantescas obras públicas y la industria automotriz dinamizando al conjunto de la economía. Hoy la fórmula es obsoleta: la General Motors, cuyo beneficio –según un ministro de Eisenhower– era el de Estados Unidos, está en terapia intensiva, compartiendo la sala con otras corporaciones industriales y financieras.

Éstas son algunas de las dificultades objetivas con las que deberá enfrentarse Obama. Además están las subjetivas. Las de los depredadores que le dejaron esta herencia y tuvieron que retirarse abucheados por los ciudadanos de a pie. Los codiciosos que no se esfumaron y han demostrado a lo largo de las décadas que saben cómo acotar el poder ajeno o retomar el propio.


Éstos son los interrogantes a los que seguramente se refería Fidel, que vio desfilar durante su liderazgo a diez presidentes de los Estados Unidos y sólo rescató plenamente a uno, bienintencionado como Obama, que se llama Jimmy Carter.


En cualquier caso, ojalá que la esperanza negra se confirme en los hechos y avancemos hacia un mundo más racional y humano.

jueves, 22 de enero de 2009

"estás enferma de frustración..."

Quiero destacar la nota de opinión de Jorge Lanata de hoy en Crítica (y su predecesora de ayer). En estos días he visto cómo el cinismo canchero argentino y la profunda frustración que arrastramos, brotó con particular vigor.


La asunción de Barack Obama despertó en muchos una urgente necesidad de descalificar y ningunear al nuevo presidente de Estados Unidos. Caramba.


No detectar y ponderar la magnitud de la expectativa que generó a escala mundial la llegada de Obama, es no interpretar la fragilidad de algunas cuantas cosas en el mundo que penden de algunos hilos a los que Obama ahora tendrá acceso. Creo que la expectativa y la esperanza se justifican. Eso no es garantía de nada, por supuesto.


“Demócratas y republicanos son lo mismo”, frase obvia o estúpida, según lo que se quiera decir. No inteligente en ningún caso. Ambos partidos defienden las instituciones de la democracia de los Estados Unidos y ese combo implica que ninguno piensa en desmantelar nada estructural en ese sistema, obvio. Si uno lo mira en cuanto a las sutiles diferencias de prioridades internas y externas y el acento que cada uno pone en aspectos económicos, de seguridad, multilateralidad, etc., decir que son lo mismo es la manifestación de un profundo desconocimiento en política internacional. Una verdadera idiotez. Esas “sutiles diferencias”, en semejante país, representan en cada decisión que cientos de miles de personas puedan o no caer al abismo en algún lugar del planeta.


Pero bueno, brotó la argentinidad al palo.


Va la nota de hoy y luego su antecesora de ayer. En el medio, pongo un tema que me sonó en la cabeza cada vez que escuchaba las explicaciones de por qué Obama es un fiasco.


Cali


Zamba de mi esperanza

Jorge Lanata

22.01.2009


“Cuando uno pierde la esperanza se vuelve reaccionario.”

Jorge Guillén, poeta español, 1893-1984.


“La esperanza ha contribuido a perder al género humano.”

Henrik Johan Ibsen, dramaturgo noruego, 1828-1906.


“Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.” (dejad, pues, los que entráis aquí, toda esperanza).

Inscripción en la puerta del infierno según Dante Alighieri en La Divina Comedia.


OK, manga de cínicos, cobardes y frustrados, me convencieron: el Negro no va a cambiar nada. Nada. Ni una puta cosa. Tuve –en la edición de ayer– un momento de debilidad: la musiquita, los niños con los globos frente al Capitolio, el inconcebible moño de Aretha Franklin: demasiado Sony, ya sé. Cometí el pecado de la ingenuidad, escribí en este diario que quizá, que por qué no, que al menos una vez. La jauría me cayó encima:


–¿Pero no ves que no es TAN negro?


–Es la continuidad del capitalismo explotador.


–¡Quiere que su país sea grande, y si su país es grande el nuestro es chico!

–¿Y Vietnam, y Pearl Harbor, y El Salvador y todas las otras películas de Stone?


–Ya lleva un día en el gobierno, ¿no? ¿Y qué hizo? ¿Nacionalizó Wall Street? ¿Disolvió el Fondo Monetario? ¿Condonó la deuda? ¿Bajó el precio del Big Mac?


Amanecí avergonzado de optimismo y hojeé las primeras planas de 721 diarios de 73 países (lo recomiendo, métanse en www.newseum.org ): desde el Al-Ryadh de Arabia Saudita hasta The Dominion Post de Wellington, New Zealand, o The Winnipeg Sun de Canadá, pasando por el Bild alemán o toda la prensa de Nicaragua. Y supe, entonces, que el mundo vive equivocado y los argentinos tenemos razón: todos, en algún lugar, hablaban de esperanza. Pobre gente, ¿no? Deberíamos empezar a avivar giles.


El mundo no discute si el Negro nos va a cagar. El mundo observa que:


• Por primera vez después de Kennedy surge un candidato con una capacidad de liderazgo inusitada.


• Ese candidato crece en base a las nuevas tecnologías y a los aportes de cinco y dos dólares para la campaña en un país donde vota la mitad del electorado.


• El candidato recurre a un discurso épico, de sacrificio y de corrección del rumbo histórico.


• Dos millones de personas asisten durante horas a su ceremonia de asunción, bajo temperaturas de cinco o seis grados bajo cero. No llegaron hasta allí en micros contratados por el gobierno, y –si comieron o tomaron– pagaron por su choripán, tal vez llamado en origen “choribread”.


¿Algo de esto convierte al Negro en el Mesías? No. El Mesías sigue siendo rubio y de barba rala. Tal vez, entonces, el problema sea otro: ¿qué esperan o esperaban del Negro aquellos que hoy sentencian que no cambiará nada?


• Que eliminara la Green Card.


• Que organizara koljós en Arizona.


• Que impusiera la lectura obligatoria de Pierre Proudhon, al grito de: “La propiedad es un robo”.


Es curioso, porque en la confusión mundial, en el terrible error de la Humanidad que se permite creer, quizá, un poco, que Obama sea mejor que Bush, se escuchan voces insólitas:


• En el Centro de Estudios sobre la vida del Che, de próxima inauguración en El Nuevo Vedado, Adelaida March, la última mujer de Guevara, dijo a El País de Madrid:

–Niña, ni Jesucristo sabe lo que va a pasar. Ojalá Obama cumpla y haga un cambio.


• En un programa de televisión en Moscú, Vladimir Putin, primer ministro ruso, le respondió al público que asistía a la emisión en vivo:

–En estos momentos nos están llegando señales de cambios positivos en la relación con los Estados Unidos. Albergamos esperanzas.


• En Medio Oriente, Mahmud Abbas, el presidente palestino, felicitó a Obama, insistió en la palabra esperanza y lo instó a involucrarse inmediatamente en el proceso de paz. El movimiento islamista Hamás se mostró dispuesto a conversar con el nuevo presidente: “No nos oponemos a mantener un diálogo con él. Obama debería aprender de los errores de su predecesor”, dijo Fawzi Barhum, portavoz de Hamás.


¿Y si el Negro no puede? ¿O no quiere, o nunca quiso?


¿Habría sido en vano esperar? Escribí ayer, en este diario, que no: porque la esperanza pone a prueba a quien la genera, pero mejora al que la profesa, a quien puede sostenerla, al que cree que este mundo, alguna vez, comenzará a cambiar en serio.


OPINIÓN

Esperanza

“Durante meses se nos burlaron por hablar de esperanza. Pero siempre supimos que no es optimismo ciego", les dijo Obama. Quienes lo apoyan hoy son mejores que ayer: volvieron a tener esperanza. Jorge Lanata.

20.01.2009


Lo primero que escuché fue que no era tan negro.


–No es tan negro... –como si la negritud fuera prueba de algo.


Después vi por la televisión su discurso de Chicago. Y el video en YouTube fue lo que me hizo emocionar: Will.i.am y la música de Black Eyed Peas en un rap con Scarlett Johansson, Herbie Hancock, Eric Olsen, John Legend, Jesse Dylan y otros treinta y dos personajes diciendo “Yes, we can”.


–Estos yanquis son increíbles, eh. Saben cómo vender a un tipo...


Y ahí estaba yo, frente a la computadora, hipnotizado como si en la pantalla estuvieran pasando Lo que el viento se llevó. Los inventores de Hollywood tratando de venderme esperanza. Nadie podría hacerlo mejor (solamente, quizá, el Vaticano, la otra formidable fábrica de sueños). Leí a analistas políticos, intelectuales, banqueros, pseudofilósofos –todos los que ahora opinan sobre hechos consumados– diciendo que quizá, que jamás, que era ésta la reformulación del sueño americano, que el imperialismo volvía a atacar, que llegaría tan condicionado que nunca, que tal vez, que al final.


Me encontré una noche en el teatro, pasando el tape de Black Eyed Peas:


–No quiero que lo vean por una razón política sino humana. Creo que alguna vez tenemos que empezar a combatir el cinismo. Tanto cinismo nos oxida el alma, y lo que van a ver tiene la fuerza de la ingenuidad. “Yes, we can”. Parece un cándido aviso de Cola-Cola. Yes, we can. ¿Y si nos miente? ¿Y si el cínico es él, ese que ni siquiera es tan negro? Poco importa, porque el cambio se logró en nosotros: somos menos cínicos, recuperamos nuestra posibilidad de creer en algo, podemos intentarlo otra vez.


Escribo estas líneas en nuestro puto y querido país en el que las palabras han perdido el sentido; fueron vaciadas, gastadas, saben a chicle viejo y seco. País de eufemismos, de frases hechas, de silencios cómplices. Leo, acá, que él dice allá: “Tenemos más riqueza que nadie, pero eso no nos hace ricos. Tenemos las mayores fuerzas armadas sobre la Tierra, pero eso no es lo que nos hace fuertes. Nuestras universidades y nuestra cultura son la envidia del mundo, pero no es por eso que el mundo se acerca a nosotros. Es el espíritu americano, esa promesa americana que nos empuja cuando el camino se hace incierto. Esa promesa constituye nuestra mayor herencia”. Lo leo y me emociona esa épica que, en otro rincón de mi cabeza, sé mentira. Pero sé también que es imposible construir un país sin ella. Ésa es la mentira que hace posible a Nueva York, aquella ciudad donde todos se duermen pensando que mañana será el gran día, y quizá mañana nunca llega, pero vuelven a dormirse soñando en eso. Esta mañana, dos o tres o más millones de personas soportarán en las calles de Washington cinco o seis grados bajo cero sintiéndose parte de la historia. La Historia, después, verá qué hace con su camino, si abrirá o no sus puertas.


El tipo les dijo: “Durante meses hemos sido objeto de risas, incluso de burlas, por hablar de esperanza. Pero siempre hemos sabido que la esperanza no es el optimismo ciego. La esperanza es lo que vi en los ojos de una joven de Cedar Rapids que trabaja en el turno noche tras todo un día en la universidad y que a pesar de ello no puede permitirse pagar la asistencia sanitaria para una hermana que está enferma; una joven que sigue creyendo que este país le dará la oportunidad de realizar sus sueños.(...) La esperanza es lo que llevó a una banda de colonos a levantarse contra un gran imperio (...), lo que condujo a hombres y mujeres jóvenes a sentarse en comedores de los que estaban excluidos por su color (...) La esperanza es lo que me ha conducido hasta aquí, con un padre de Kenia y una madre de Kansas, la creencia de que nuestro destino no será escrito para nosotros sino por nosotros”.


Ellos, los tres o cuatro millones que se frotan las manos para combatir el frío, el 53% de los americanos que lo votó, el 79% que lo apoya, son esta mañana mejores que ayer: volvieron a tener esperanza. Este tipo no tan negro la despertó. Ojalá pueda mantenerla.


lunes, 19 de enero de 2009

Elogio de la diferencia II

Tal como lo adelanté cuando publiqué el artículo de Martín Caparrós, "Elogio de la Diferencia", voy a realizar algunos comentarios sobre el mismo.

En primer lugar voy a decir algo que para muchos puede sonar feo. Eso que Caparrós llama “derecha contemporánea” es ni más ni menos que la ideología dominante en la actualidad (y sin pronóstico de cambios durante la semana entrante) luego de un extenso proceso histórico que implicó el crecimiento, confrontación, caída y supervivencia de ideales sociales de diversa índole desde la revolución industrial para acá. Hablo de la revolución industrial para tomar una referencia similar a la que Caparrós adopta cuando menciona a Marx.

Ese proceso implicó un desgaste, erosión y tensión permanente entre esas ideas que ha hecho que lleguemos al mundo tal cual hoy lo vemos. Esos términos grafican, particularmente, el desgaste y erosión que fueron sufriendo las ideas de “izquierda” desde afuera, por sus enemigos, como por sus propias limitaciones.

Digo todo esto, porque no podemos decir que la idea de “que hay un solo camino” es una idea que la vendió una derecha contemporánea transitoria, que no sabemos muy bien por dónde andará mañana o de dónde vino. No. Lo dice la idea sólida y jodidamente establecida a escala global y ante la cual no existe, vamos a llamarle, una “izquierda contemporánea" que le discuta siquiera.

Como dice la canción, “el futuro ya llegó hace rato, todo un palo ya lo ves”. Pasa que si no lo vemos en esa dimensión, me parece complicado, porque le vamos a dar un significado liviano al actual estado mental de la humanidad. Si así lo hacemos, es posible que creamos en la revolución a la vuelta de la esquina. No creo que Caparrós crea en eso. Por eso digo, no podemos hablar de la “derecha contemporánea” como una ola del momento, es algo más que eso. Lo siento, suena feo.

Creo que la izquierda realmente existente ha desaparecido como opción ideológica que represente algo que pueda tornarse operativo en la política concreta, ya sea a escala macro o escala micro. Por otro lado, la raíz ideológica de las ideas, tanto de derecha como izquierda, nacidas y criadas al calor de las máquinas de vapor del industrialismo le erraron en cuanto a sus premisas de sustentabilidad de sus desarrollos. Los límites ecológicos no fueron contemplados por las ideas economicistas e industrialistas, así que tampoco son demasiado útiles para enfrentar lo que nos queda a nosotros sobre la tierra y para los que vienen detrás. Estas son algunas de las razones que me hacen pensar que categorías como derecha-izquierda no alcanzan para pensar y operar en el mundo de hoy.

Los valores morales, por lo general, son un valuarte de la izquierda, pero no de la izquierda “realmente existente”. He aquí uno de los intríngulis que llevaría varios megas desarrollar. Claro que uno puede poner todos los valores morales de solidaridad, igualdad y libertad bajo la etiqueta de izquierda y entonces, uno es de izquierda y ya está, pero con eso no hacemos nada. Si de lo que se trata es de cambiar al mundo, para hacerlo hay que poner esos valores morales en marcha por medio de ideas operativas que tengan chances de funcionar, y a mi entender, tal cosa no está en ninguna biblia de la izquierda.

Dicho esto, entiendo, y no me sorprendo, que alguien cuando lo apuren con estos temas diga que quisiera vivir en una sociedad pedorra pero un poco más amigable, para algunos, como puede ser Canadá o Australia. Cualquiera puede elegir la que más le guste. Pero los ejemplos serán de ese estilo. Porque aunque nos cueste decirlo, en esos países, algunas poquitas ideas de izquierda alcanzan hoy su máxima expresión. Algunas de las que menciona el pibe en su comentario a Caparrós. Entonces no nos debemos escandalizar, esta es la situación y esto no lo instaló Fukuyama ni Cavallo.

Lo que sigue en el artículo de Caparrós es una enunciación básica de ideales comunales (propiedad común de las cosas) pero con un Estado que garantice los derechos básicos de las personas. Claro que suena bien. Siempre suena bien. Igual que justicia justa y demás principios de no discriminación ni ninguna imposición religiosa, militar o económica sobre la vida de los ciudadanos y que las personas sean más importantes que las patrias. Suscribo.

La pregunta es, ¿ese conjunto de deseos constituyen la “izquierda”?, si es así, fenómeno, mucha gente se siente identificada con esos deseos. Pero entonces, me atrevo a decir que, siendo así, sólo la “derecha contemporánea” nos puede llevar a algún lado: tanto al infierno como al paraíso de Kropotkin.

La siguiente pregunta para mí es la clave, y creo que políticamente más interesante, ¿es la izquierda el mejor soporte o mejor instrumento para lograr tales ideales? ¿Los instrumentos políticos que la izquierda nos ha legado, son los instrumentos apropiados para alcanzar esos objetivos?. Creo que no. Creo que el instrumental necesario es otro.

Un párrafo especial merece el tema de la participación y el estilo de democracia que se pregona, porque esto hace a ese “instrumental” al que me refiero. Sobre este aspecto, quiero recomendar el artículo "La asamblea, su ambición y sus límites" publicado el domingo pasado en Página/12 por José Natanson. Me parece una interesante nota, algo así como una reflexión sobre el asambleismo luego de la borrachera de asambleas y de discursos de Naomi Klein que hicieron creer a muchos que en el 2002 estaban cambiando el sistema financiero mundial. La nota es muy interesante.

Volviendo sobre el final del artículo de Caparrós, el ejemplo del globo no lo entendí. Lo de la honestidad sí. Pero he aquí, al final del artículo, donde me parece que queda claro que Caparrós habla de “izquierda” como “concepción del mundo” y nada más. En tal caso, esa concepción del mundo me parece muy difusa y dice muy poco o nada acerca de cómo se alcanza.

Siendo la izquierda simplemente una "concepción del mundo", no hay “izquierda contemporánea” en tanto sí existe una “derecha contemporánea”. ¿Cómo entonces no habría de prevalecer un "único camino"?


Cali

PD: un temita



sábado, 17 de enero de 2009

Synchronicity


Se publica hoy en el suplemento adn de La Nación la reseña de un libro que compila diálogos con Juan L.Ortiz entre los años 1968 y 1976. Entre los diálogos figura uno al que hace menos de una semana hice referencia aquí. Una coincidencia o casualidad. “Todo encuentro casual es una cita” decía Hesse. Por eso reproduzco el comentario del libro y de paso algo de la Synchronicity de Carl Gustav Jung, ya que este blog se alimenta bastante de las "sincronicidades".


Cali

Testimonio

Paisaje con palabras

Sábado 17 de enero de 2009

La Nación. Suplemento adncultura


Una poesía del futuro. Conversaciones con Juan L. Ortiz

Por Osvaldo Aguirre (comp.)


Las conversaciones con escritores son un género en el que, además de confluir varios discursos, se convoca un espacio de intimidad que se vuelve público. Acaso porque el vínculo de Juan L. Ortiz (1896-1978) con la poesía parece darse también en la propia vida ("Lo importante es la poesía que se vive, la poesía anterior a su expresión"), las entrevistas con él reunidas en Una poesía del futuro no son sólo el sitio donde se revelan los entretelones de la escritura del gran poeta entrerriano, sino una suerte de prolongación de su obra.


Compiladas por Osvaldo Aguirre, las entrevistas fueron realizadas entre los años 1968 y 1976 por Juana Bignozzi, Francisco Urondo, Tamara Kamenszain, Ricardo Zelarayán, Guillermo Boido y Jorge Conti. El libro incluye también un breve texto autobiográfico del poeta y otro de Urondo, en ocasión de la edición de En el aura del sauce , en 1970. Los diálogos recorren algunas etapas de la vida de Ortiz. Una etapa juvenil, en la que formalizó estudios de magisterio en Gualeguay, asistió a la Facultad de Filosofía y Letras en Buenos Aires y realizó una "vida literaria" en la que buscaba "un poco de contacto". En 1916, de regreso a Gualeguay, consiguió un puesto de empleado en el Registro Civil, con el que se jubilaría. Esa experiencia laboral "inhóspita" y "agobiante", sin embargo, se redime porque en el ámbito provinciano "estaba la luz, estaba el paisaje, estaban muchas cosas. Una hierbita, un insecto, una mujer o un niño". Casado con Gerarda Irazusta, desde 1942 hasta su muerte residió en la ciudad de Paraná.


Las conversaciones revelan un pensamiento articulado de Juan L. Ortiz acerca de la poesía. Se expresan conocimientos notables de literatura y de música, y una concepción política que corresponde a su propia poética, en que el paisaje salpicado de "harapos", niños "hacinados" y "ranchitos" enuncia un relato de dolor que afirma su tormento cuanto más se aleja de un discurso sentencioso: "Como dice Césaire ?la poesía es revolución´ -sostiene-. Si la actitud política es, como la defineron los griegos, todo lo que atañe a la ciudad, y la poesía es lo que ha nacido del hombre, ¿cómo podría la poesía desinteresarse en las manifestaciones de éste? El poeta es el que ve el sufrimiento de una planta, de un insecto, el drama de la luz, cómo no va a ver el sufrimiento del hombre". La vida retirada del poeta Ortiz alentó la elaboración de un mito literario. Si el "mito de Juan L. Ortiz" tuvo alguna función práctica, posiblemente haya sido la de sostener, a pesar de todo, una obra incómoda en el interior de las diversas antologías de los años cincuenta y sesenta. La imagen legendaria de una frágil figura, apartada del bullicio, hacía de Ortiz el paradigma de la autonomía en el sistema poético argentino. Aunque durante décadas no se supo bien dónde ubicar su poesía, un recorte crítico se interesó en el particular vínculo entre la mirada y el paisaje. Situar a Ortiz en una genealogía que repare en el paisaje -tópico insistente en estas conversaciones- es reconocerle un valor al lugar que ocupa la mirada en sus poemas. Lo que se pone en juego es qué tipo de valor estético se le asigna al paisaje como una nueva tentación de escritura. Ese renovado interés por el paisaje resulta singular en el caso de Ortiz, en cuya poesía los objetos del mundo tienen un rostro que no es hermético, pero sí misterioso. "No veo en el paisaje, como Sartre dijo muy bien, solamente paisaje. Veo, o lo trato de ver, o lo siento así, todas las dimensiones de lo que trasciende o de lo que, diríamos así, lo abisma", le dice en estas páginas a Bignozzi. A través de una apertura recíproca del sujeto y de la naturaleza, en la que se derriba cualquier eventual oposición, los rostros del amor y del dolor serán en el pensamiento y en los textos de Juanele (como suele llamárselo) quienes interpelan, como testigos mudos, a quienes leen.


Carlos Battilana

© LA NACION


Carl Gustav Jung (1875-1961) fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis; posteriormente, fundador de la escuela de Psicología analítica, también llamada Psicología de los complejos y Psicología profunda. Para jugar un poco con las "casualidades" rescato uno de los conceptos más aventurados (como muchos otros) de Carl Gustav Jung, la "sincronicidad". Recurro a wikipedia para una descripción sencilla de tal principio.


Mediante el Principio de sincronicidad, C. G. Jung intenta dar cuenta a una forma de conexión entre fenómenos o situaciones de la realidad que se enlazan de manera acausal, es decir, que no presentan una ligazón causal, lineal, que responda a la tradicional lógica causa-efecto. Coloquialmente remitiría a lo que usualmente llamamos casualidades.


Será a través de dos de sus escritos de 1952 donde expondrá el concepto de sincronicidad:

1. “Sincronicidad como principio de conexiones acausales”, publicado junto a una monografía de Wolfgang Pauli, «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler», en Interpretación de la naturaleza y la psique.

2. “Sobre sincronicidad”, conferencia pronunciada en los encuentros Eranos.

En ellos establecerá que la manera en que los fenómenos se vincularían sería a través de su significado. Un típico ejemplo de sincronicidad se da cuando una persona constata que una imagen mental suya, netamente subjetiva, es reflejada, sin explicación causal, por un evento material exterior a él. En términos de Jung , sería la concordancia, en el nivel del significado, de una imagen mental con un fenómeno material que se dan simultáneamente. Por lo tanto, Jung considera que las sincronicidades son "concordancias significativas acausales". Para él, la sincronicidad es "la coincidencia de dos o más acontecimientos, no relacionados entre sí causalmente, cuyo contenido significativo es idéntico o semejante...".

En base a esta sugerente imágen de los eventos en sincronicidad, Sting escribió "synchronicity" para el disco de 1983 de The Police:

Synchronicity I

With one breath, with one flow

You will know
Synchronicity

A sleep trance, a dream dance,
A shared romance,
Synchronicity

A connecting principle,
Linked to the invisible
Almost imperceptible
Something inexpressible.
Science insusceptible
Logic so inflexible
Causally connectible
Yet nothing is invincible.

If we share this nightmare
Then we can dream
Spiritus mundi.

If you act, as you think,
The missing link,
Synchronicity.

We know you, they know me
Extrasensory
Synchronicity.

A star fall, a phone call,
It joins all,
Synchronicity.

It's so deep, it's so wide
Your inside
Synchronicity.

Effect without a cause
Sub-atomic laws, scientific pause
Synchronicity.............


viernes, 16 de enero de 2009

Elogio de la diferencia


Este es para mí uno de los artículos más controversiales de Martín Caparrós. De hecho me generó discusiones. Creo que es poco sólido y un poco terco. Pero como es mucho el respeto que le tengo, lo coloco porque sin duda hace mover la croqueta. Luego me voy a atrever a colocar mis reflexiones sobre lo que dice Caparrós. Aunque él suela enojarse con sus comentaristas y eso, eso no es de izquierda!.

Cali

Elogio de la diferencia

La derecha contemporánea consiste en decir que hay un solo camino y que, por lo tanto, todos dicen lo mismo. Es insostenible.

Martín Caparrós
19.09.2008

El viernes pasado escribí una columna –“Cero a la izquierda”– sobre el peligro de que el gobierno dizque progresista de los Kirchner abra el camino a un gobierno más brutalmente de derecha. Me sorprendió la cantidad de comentarios de lectores que insistían en que ya no hay derecha ni izquierda: que es un concepto antiguo. Como decía uno de ellos: “¿Izquierda/derecha, qué es eso? No busquemos tan lejos, la solución está en respetar la Constitución: instituciones fuertes, división de poderes, federalismo, reglas de juego para invertir, aseguramiento estatal de igualdad de oportunidades de alimentación, educación y salud, democracia representativa, alta participación ciudadana. Es decir, la solución es una república, siempre perfeccionable, lejos de los déspotas. En Canadá y Australia no saben de derechas e izquierdas”. Me impresionó que un joven educado pudiera decir eso: una prueba más de cómo la derecha se apoderó del discurso general. En su definición de una “República como Canadá y Australia” –que, de paso, no son repúblicas sino monarquías constitucionales– hay pautas que parecen tan amplias y son tan limitadas: “Reglas de juego para invertir” es algo que sólo una sociedad capitalista de mercado puede necesitar. Y la izquierda –o lo que muchos entendemos por izquierda– define al capitalismo de mercado como el modo en que unos pocos se apropian de las riquezas de todos.

Pero el discurso de la derecha contemporánea consiste en decir que hay un solo camino y que, por lo tanto, todos dicen lo mismo. Es insostenible: la izquierda y la derecha existen y son completamente diferentes. Me parece increíble escribir esto –y sin embargo tantos lectores escribieron lo contrario. Es cierto que el concepto de izquierda es confuso: años de derrotas, versiones, fracciones, vueltas y revueltas lo han complicado mucho. El viernes pasado traté de explicar qué decía cuando decía izquierda con una pequeña lista obvia, y varios me dijeron que sus puntos eran tan de izquierda como de derecha.

Por eso van aquí algunos ejemplos a propósito de aquella lista: ciertos puntos muy básicos para establecer diferencias. Allí decía que cuando digo izquierda hablo de los que eligen creer que no tiene que haber ricos y pobres –que la diferencia entre los que tienen más y los que menos, si la hay, debe ser muy escasa. (La derecha nunca tuvo problemas con que haya ricos y pobres. Suele presentar la riqueza capitalista como recompensa del esfuerzo; Marx la describió como una forma de apropiación de la fuerza de trabajo ajena, y la izquierda cree que debería desaparecer. Muchos creemos que no debería existir la propiedad privada: todo es de todos y cada cual lo usa como necesita. Es difícil imaginarlo; también era difícil imaginar un mundo sin esclavos o sin reyes).

Que todas las personas deben tener las mismas posibilidades de alojarse, curarse, aprender, trabajar, desarrollarse, y que el Estado sirve para garantizarlo. (La derecha propone, en todas partes, que el Estado debe inmiscuirse lo menos posible en esas cuestiones. En el país más rico del mundo, Estados Unidos, la derecha en el poder ha conseguido que haya más de 30 millones sin cobertura médica, y lo defiende. En Buenos Aires, la semana pasada, el gobierno municipal retiró las becas de 30 mil chicos pobres).

Que debe haber formas reales de participación de los ciudadanos en las decisiones políticas y en el control del gobierno. (La derecha trata de limitar esa participación a la pura delegación –cuando no se erige en dictadura– y habla siempre de esas “instituciones fuertes” que usa para controlar a la población o para desinteresarla de la política. La izquierda cree en la política como participación –aunque muchos gobiernos que se dijeron de izquierda llevaron la tiranía a límites inmejorables.)

Que la Justicia debe hacer justicia. (La derecha querría que este mismo sistema judicial funcionara con más premura y transparencia. En este sistema judicial un rico con un abogado caro tiene una ventaja absoluta sobre un pobre. Y lo que se llama justicia es una construcción ideológica que defiende la propiedad privada, la autoridad, la familia, esas cosas.)

Que ninguna institución religiosa o militar o económica puede imponer sus normas a los ciudadanos. (En la Argentina actual, por ejemplo, el Gobierno permite que la Iglesia le fije la agenda en muchos temas: la cuestión del aborto, entre otras, desapareció del discurso oficial porque Roma lo impuso, y no sólo en Mendoza. Un gobierno de izquierda convocaría a referendos sobre los temas en debate y dejaría que la población decidiera.)

Que el nacimiento, el género, las preferencias sexuales no deben definir el tratamiento que cada cual recibe de los otros. (En los últimos años, la derecha ha oído estos planteos; el resultado es la fantochada de la corrección política, por la cual un negro pasa a ser un afrodescendiente –aunque siga igual de pobre. En la Argentina, por ejemplo, es delito llamar bolita a un boliviano –pero no es delito hacerlo trabajar diez horas diarias por un salario ínfimo.)

Que las personas son más importantes que las patrias. (La patria siempre ha sido el refugio de los canallas de la derecha. En la Alemania de Hitler, la España de Franco, la URSS de Stalin, millones murieron “por la patria”. Aquí, un partido bastante popular definió que primero estaba la patria, después el movimiento, al final los hombres.)

Y esta idea de que no hay izquierda ni derecha tiene un corolario habitual, que un lector retomó con una frase muy en boga. Dijo que “la honestidad no es de derecha ni de izquierda”, y le agregó “como un globo no es ni rojo ni azul, es un globo”. De acuerdo: un globo es un globo, una bolsa de plástico con su boca chiquita que, soplado, guarda aire; el aire lo redondea y le da esa forma que solemos identificar con la palabra “globo”. Todos los globos son eso, pero un globo rojo dice lo contrario que un globo azul en la cancha de Boca, por ejemplo, o en cualquier otro lado. El ser rojo o el ser azul hacen que el globo –que sigue siendo un globo– tenga significados completamente diferentes: realice acciones diferentes.

La honestidad es esa cualidad de quien no quiere apoderarse de lo que no le corresponde por ley o por moral o por costumbre. Y, por extensión, la cualidad del que administra la cosa pública sin aprovecharla para mejorar su cuenta corriente. Pero quien administre muy honestamente en favor de los que tienen menos –dedicando honestamente el dinero público a mejorar hospitales y escuelas– será más de izquierda; quien administre muy honestamente en favor de los que tienen más –dedicando honestamente el dinero público a mejorar autopistas, trenes bala, teatros de ópera– será más de derecha. Quien recaude muy honestamente, sin quedarse con nada, impuestos al consumo de leche y fideos será más de derecha; quien recaude muy honestamente, sin quedarse con nada, impuestos a la renta financiera será más de izquierda. Y sus gobiernos, tan honesto el uno como el otro, serán radicalmente distintos. La honestidad –y la voluntad y la capacidad y la eficacia– son sólo una base. Si existen, deben ponerse al servicio de alguna concepción del mundo: serán, forzosamente, de derecha o de izquierda.

Como todo el resto.

martes, 6 de enero de 2009

Acuarela 4. El vértigo de la vida (Parte 5, final)

Me apareció entre una parva de archivos bajados de Internet, de búsquedas que había iniciado hacía más de un año atrás. Se trata de Spinetta en vivo en el programa “Cuál es”, de Mario Pergolini, en junio de 2007. Ni recordaba haberlo buscado y días atrás lo descubrí ya completo. La sorpresa es más grata ya que allí hace el tema “contra todos los males de este mundo” (tema nada frecuente en su repertorio). Había dicho que el segundo disco de Spinetta Jade era todo un amuleto por allá en los finales del 81. Entonces, antes de continuar, comparto este hallazgo cuyo titulo usé en la entrada anterior.


Hacer este recorrido por los números de Acuarela me hizo volver sobre cuadernos, sobres, cajones, archivos y fotografías que habían quedado cerrados y olvidados. Este ejercicio me motivó, cada vez más, a revisar un montón de papeles y documentos que habían quedado atrás y darles ahora un significado renovado. Estos días, en uno de esos bares de playa que ponen a disposición de los clientes libros y revistas, me encontré con un texto de Tomás Eloy Martínez (“El poder y la historia”, 1996) donde dice “nada refleja tanto el vértigo de la vida como la exhumación de papeles viejos”. Bien.


Con la convicción de que algo de lo que dice Tomás Eloy Martínez realmente sucede, sigo con el contenido del número 4 de Acuarela.

Luego de la nota ya comentada con Paco de Lucía vienen agrupadas una serie de poesías:

"Resolución del instante" de Willy Harvey. "Vienes a mi como un silencio blanco" de Miguel Gomez Drummel. Luego una poesía sin nombre de Mario Perone y la infaltable de Rubén Vedovaldi:

Irene (suelta gorriones a la puesta del sol)

Irene teje y llueve

sus manos viejas

secas de amor

se caen otra vez.


Irene

es el último otoño

su cara está muerta

contra la ventana;


Una blanca y callada

tijera de penas

esta tarde ha cortado

el hilo de su respiración...


Y esa lluvia llama en el cristal

esa lluvia llora en el cristal

esa lluvia rota de esperar


es la tarde final

suelta gorriones a la puesta del sol

suelta dolores a la puesta del sol.


(escrita en el verano de 1975).


Ecología Humana II (Parte 2): Continuando la serie de notas publicadas sobre este tema, que queríamos ubicar en un sitio destacado, quiero citar un fragmento que muestra, por un lado, la fragilidad de nuestro conocimiento en ese momento pero, por otro lado, el temprano alerta que dábamos sobre varios temas, en particular sobre el cambio climático, hoy reconocido como la más grande amenaza ambiental de la humanidad. Repasando el impacto producto de diversas emisiones, la nota dice: “el monóxido de carbono, producido abundantemente por automotores y responsable de la teoría del efecto invernadero, la cual postula el calentamiento terráqueo ya que este óxido impide la salida de calor desde la Tierra al espacio”. Todo bien, excepto que se trata del dióxido de carbono y no el monóxido de carbono! De todos modos, vale señalar que el tema, completamente desconocido entonces, era aún una teoría que apenas había convocado a una reunión en 1980, en el marco de la ONU, sin mayor trascendencia. Recién en 1988 se creó por la Organización Metereológica Mundial (OMM) y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), panel de expertos científicos sobre el tema, y recién en los ´90s llegarán la convención, protocolos y todo lo que hoy conocemos.


El gráfico muestra que las temperaturas medias globales a comienzos de los ´80 estaban en el rango medio de las temperaturas de la segunda mitad del siglo produciéndose un rápido ascenso durante la década siguiente y continuando de manera imparable hasta hoy.


Esta serie de notas sobre ecología estuvieron a cargo de Lelio Acetti (en la foto, enseñándole a armar a Guillermo, siguiendo con la serie de fotos de Carcarañá)



Reunión con Litto Nebbia: Una de las notas más importantes de este número, una entrevista a Litto Nebbia quien había llegado a Rosario como parte de su reencuentro con el público argentino luego de su exilio en México. Nebbia había estado dando una serie de conciertos en La Trastienda y por el interior del país apenas bajado del avión que lo trajo de vuelta a la Argentina. Con su característica hiper-productividad, ese año edita 4 discos, mucho material era parte de grabaciones realizadas en México y Estados Unidos.



Una de las nuevas canciones compuestas en México y que estaba estrenando por aquel año era “sólo se trata de vivir”:




Durante 1981 se produce el regreso al país de varios artistas que se habían exiliado, algunos de manera forzosa, otros, empujados por las malas condiciones de trabajo existentes durante esos años. El retorno de muchos de ellos muestra la ínfima, pero aún así, notoria flexibilidad que ese año tuvo el régimen. La nostalgia y la necesidad de volver al país de muchos de ellos fueron, en realidad, factores más poderosos que el real cambio de circunstancias en el país.


Juan L. Ortiz. Una puerta a la suprasensibilidad: nota dedicada a "juanele", poeta que recién comenzaba a conocer y en eso me ayudó Oscar Bondaz. Esta nota es un aporte importante de Oscar, con algo de biografía y algunas claves sobre el valor de su obra. Juan L. Ortíz , un hombre que desarrolló su obra con humildad y en silencio, hoy valorado por fuera de toda tendencia o forma literaria "firmemente arraigado a su provincia entrerriana y en constante comunión con la naturaleza, vivió para la poesía a la que se entregó enteramente con una inclaudicable fidelidad".

Una aproximación interesante a "juanele" es un reportaje realizado en 1972 y publicado en Crisis (1989). Hay un fragmento del mismo en el diario El Liberal (Santiago del Estero).

En parte, la genialidad de "juanele" y las historias de Oscar (foto abajo) nos decidieron a viajar, ese verano a Entre Ríos para ver si, aunque sea, por ósmosis, nos enriquecíamos de esa poesía y esa gente.

En el disco "Litoral" (2005) de Liliana Herrero se incluye "Fui al río" de Juan L. Ortiz.





“Cacho, el astronauta”: historieta de la cual ya conté la anécdota.


“Nos están diciendo”: una sección que responde a los mensajes que habían comenzado a llegar a partir de la distribución de la revista o referencias publicadas en revistas como “Pan Caliente” o “Expreso Imaginario”. En este caso, cartas desde Montevideo y San Lorenzo fueron las destacadas.


“Propuestas”: página final con los más variados ingredientes. Referencias a la aparición de los números 1 de las revisas rosarinas “Oscar y el reloj” (con ella conocimos a Reynaldo Sietecase), “Cráter” y “Gestus”. También saludamos el número 7 de "Invisible", una referencia importante de la ciudad de Santa Fe. El circuito alternativo crecía en calidad y cantidad.


También hacemos un comentario sobre la trayectoria de un legendario grupo de rock de la ciudad, Oasis (nacidos en 1973). Editaban sus producciones independientes en cassettes. Aún hoy siguen haciendo sus cosas, una alegría saber que no paran.


En materia de radio, destaco la referencia a un programa entrañable realizado en la ciudad de Santa Fe (Radio Nacional Santa Fe), “La Pirámide”, donde se podía escuchar lo más avanzado y desconocido en materia de rock progresivo y experimental. “Jazz & Pop”, por Radio Nacional Rosario. Ciclo antológico de jazz los domingos por la tarde. Pasaron de ser un programa admirado, a ser amigos nuestros y terminamos haciendo programas con ellos. En ese ejercicio de eclecticismo que practicábamos, hicimos por esos días, en "Jazz & Pop" un programa especial por la aparición de “En tránsito” de Serrat. El disco no sólo era bueno e inaugura un nuevo sonido de Serrat, yo ya estaba medio loco armando una nota extensa sobre la obra de Serrat que comenzaría a publicarse en el número 5.



Finalmente entramos en el verano del 81/82 en un vértigo para nosotros inédito. En diciembre sale el número 4, ese enero comienza una serie de conciertos auspiciados por las revistas que durará todo el verano, otras actividades organizadas por Acuarela arrancarían en el mismo mes de enero y no se detendrían en el resto del año. No había tiempo que desperdiciar. Sentíamos que eran meses claves. La llegada de Galtieri a la presidencia había sido una respuesta de los militares a la agitación que había empezado a colarse por las grietas del régimen. El “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar...” surgía de manera tímida pero cada vez más frecuente, podía ser en un recital, una obra de teatro, en un cine…


En la primera quincena de enero del ´82 realizamos un viaje “iniciático” a Entre Ríos, entre otras cosas, a conocer los pagos de Oscar Bondaz, como señalé antes. Un viaje inolvidable del que, por supuesto, no hay foto alguna!: Rosario, Santa Fe, Paraná, Villa Elisa, San José, Colón, Concepción del Uruguay, Gualeguay, haciendo campamento en Banco Pelay y en el camping del viejo molino en el arroyo Urquiza.


De toda lamúsica que sonaba durante esos días en Entre Ríos, entre chamamés, The Wall y otras yerbas, sobresale el trabajo de un, hasta ese momento, desconocido Raimundo Fagner, que se descolgó ese año con su disco "Traduzir-ce". Una mezcla extraña que nos atrapó a todos durante esos meses.