viernes, 30 de mayo de 2008

Acuarela 1 - Marzo 1981

A modo de contexto, ya comenté qué sucedía en ese final de 1980 e inicios del 1981 cuando sacamos el número 1 de Acuarela. En primer lugar, la salida del primer número, formalizó la constitución del grupo y a mostrarnos ante los demás. En esos años, era esencial tener un grupo de afinidad para poder sobrevivir. Hacerlo público era otra cosa.

Comenzar a mostrarse significaba que uno quedaba expuesto a diversas cosas, algunas, las obvias de toda actividad que uno intenta hacer pública, y otras tenían que ver con que, como dice el tango, “yo sé que ahora vendrán caras extrañas”. La mayoría fueron las positivas y entrañables, inolvidables, pero también estaban las “otras”, que había que identificar para saber hasta dónde hablar y hasta dónde hacer intimidad. En ese momento hablábamos de “punzar” cuando alguien trataba de pincharte para sacarte cuáles eran tus gustos y qué pensabas de esto y de lo otro. Por ahí era un simple mortal que buscaba con quién hablar o podía ser un jodido que buscaba perejiles para apretar. Nadie lo sabía y eso requería de paciencia, mucho tiempo en el café y las mil verificaciones, y por supuesto, una irresponsabilidad que nos divertía, porque además, ¡había que conseguir chicas!

Así es que el grupo comienza a mostrarse en la comunidad “alternativa” de aquellos años en Rosario.

Veamos al número 1:

Tapa: Dibujo y Creación de Daniel García, hoy me resulta un dibujo hiper-naif, en onda hippie tardía y un vuelo a lo Roger Dean (buscando un logo con tipografía original). En fin, vale por la firma del autor en sus primeros pasos.

Editorial: muy corto, sin decir nada. Sólo para decir hola, existimos.

“Cada Peldaño de la Vida” (primera parte): Nota central sobre Hermann Hesse, es de mi autoria y cierro, en ese momento, un período de casi 5 años de lectura absoluta, hasta lo inimaginable, de Hesse. Durante ese tiempo no sólo leía a Hesse, sino que leía todo lo que hubiese a mi disposición sobre literatura alemana y autores relacionados a Hesse que mi obsesión me hizo leer (de algunos ni me acuerdo qué libro leí!). Desde 1977 conocía y frecuentaba la Biblioteca Argentina “Dr.Juan Alvarez”, un santuario monumental donde los ficheros eran investigados cual si fuese un google humano, sólo que aquí lo digital era en serio, con los deditos pasando una ficha atrás de la otra, horas y horas buscando y pidiendo libros. Así pasaron de Hesse (la mayoría de Hesse me los compraba), Thomas Mann, Rainer Maria Rilke, Arnold Zweig, etc.

“El hombre invisible”, poema de Alex, no recuerdo el verdadero nombre del autor, aunque lo sospecho, si es así, más allá de la “pálida” que escribe, también éste estaba buscando chicas.

“Las ganas de seguir…”, nota importante, reportaje a Juan Carlos Baglietto, hecho a inicios de 1981. Un Baglietto, aún barrial, que estaba ese año comenzando su carrera solista, aunque hacía poco nos había sorprendido con una aparición con el grupo “Irreal”, grupo en el cual lo habíamos conocido, y que tras una separación “forzada” por aprietes de la policía se habían desactivado. En Irreal tocaba Daniel “Tuerto” Wirtz, el gran baterista que falleció en febrero de este año.

Creo que no me equivoco si digo que este es el primer reportaje que se publica de Juan Carlos Baglietto. Recuerden que unos meses después explota la “trova”. Es increíble leerlo y ver las cifras de público que se manejaban como cifras exitosas (300 a 500 personas) y la convivencia natural con la censura.

Rescato el fragmento final de la nota:

(La conversación transitaba por el trabajo conjunto y la influencia de MIA, el grupo de los Vitale y cía por entonces, sobre el trabajo que venía haciendo)

B: Influye en el sentido que nosotros adoptamos las cosas de ellos que nos parecen positivas para Irreal pero sin perder nuestra identidad. Así se crea el fichero que nos permite mantener una comunicación con nuestro público a través de boletines mensuales que informaban de nuestras actividades. Esto genera respuesta, yo recibía 5 cartas por día. También empezamos a pedir la opinión por escrito a la salida de cada concierto, esto es quizás más válido que el mismo aplauso. Otra actividad fue la grabación del cassete en forma independiente, basado en la actuación del teatro La Paz de Tucumán, y que está agotado. El fichero reúne más o menos 500 personas y está parado por el momento. Por otra parte la evolución del grupo nos lleva a incorporar a nuestros espectáculos elementos no tan habituales en grupos de rock como ser partes corales, expresión corporal… así nos presentamos en el Chaco con buena repercusión asistiendo 400 personas. Nos presentamos el Día de la Raza e hicimos “1492 ó …” y justamente dos días antes se habían revelado los Tobas, lo que daba una predisposición especial. Cuando ya estábamos por terminar no podíamos tocar más, porque todos estábamos llorando, músicos y público. Fue hermoso. Luego tocamos en el anfiteatro de Santa Fe con 500 personas, en Ingeniería en Rosario (Nota: en mi facultad de entonces!), en el ciclo MIA que comenté antes. Luego teníamos que tocar en San Nicolás, ya teníamos 260 entradas vendidas con dos días de anticipación y la presentación fue prohibida. Esto nos sorprendió muchísimo por la falta de argumentos para justificar esa medida. Además no creemos que lo nuestro sea censurable de modo alguno. Nuestros temas no pueden ser confundidos con algo de carácter panfletario, ante todo tiene criterios artísticos, no pierde el concepto de poesía.

A: ¿Qué pasa con Baglietto de ahora en más?

B: Me voy a presentar como solista en un ciclo de conciertos en algún teatro de Rosario y haré una presentación en el Café de la Flor (Nota: reducto amigo y con buena música, no era más grande que el living de un departamento). Me acompañarán Fito Páez, Rubén Goldín y otros músicos amigos.

A: ¿Y el Irreal “fantasma” del 3 de enero? (Nota: ese enero Baglietto se presenta como solista en el Anfiteatro Municipal y sorpresivamente se junta Irreal en el escenario, para sorpresa de quienes conocíamos de la prohibición. La foto de Baglietto que acompaña esta nota la tomé esa noche)

B: El recital del Anfiteatro indica las ganas de cada músico de volver a tocar, Irreal está más unido que nunca y por eso va a volver a tocar.

Sigamos con el número:

“El Pastor de Fantasmas”, nota sobre Roberto Arlt, nota que afanamos pedazos enteros de algún lado para reemplazar de apuro la nota “autocensurada” sobre Pérez Esquivel. De paso nos manteníamos en una línea “artístico-literaria”.

“Prensa Alternativa”, una notita de dos páginas donde hablamos de la cultura “beat”, mayo ´68, Kerouac, Sartre, etc. Esta nota es el verdadero editorial del número.

“Viento”, poesía de Daniel García, nuestro diseñador de tapa.

“Galería de estatuas”, cuento de Daniel García. Si, se era artista integral o no se era.

“Propuestas”, registro de las revistas hermanas que andaban por esos días en la calle: Rocksario, Smog, Invisible (Santa Fe), El Superochista. La primera, de Danielito González, un personaje increíble, infaltable en todos los recitales. Pasados los años, me lo he encontrado como productor de Luis Salinas. SMOG, con Horacio Vargas a la cabeza, hoy director de Rosario/12 (Página/12). Invisible, para mi una de las más sólidas de ese momento y el superochista, porque en ese momento se filmaba en Super8, no había cámaras digitales ni YouTube, no.

Pasado un Tiempo, poema de Rubén Vedovaldi: Esta va entera.


Pasado un tiempo

Un día llega en que todo se da vuelta
pobre de vos si estabas mal parado.
Los que más abrazaste no vuelven
los duraznos ya tienen gusanos.

En las puertas te sueltan los perros
y en sus fiestas pasás por extraño.

Mientras todos saltaban pantános
vos te pasabas los años en el barro
mirado el cielo
pidiendo la lluvia
esperando del viento algún milagro.

A los bosques los fueron talando
(los paraísos no son para siempre).
En tu cabeza se ha secado un niño
y en tu bolso llevás todo el peso
de un espejo lloroso y nublado…

son las cosas que nunca quisiste
poner bien en claro.


Contratapa con poesía de Marcelo Guillamet “Regresa, Aparición, Regresa” (Marcelo era estudiante de física y fanático de Frank Zappa, a quién se parecía increíblemente)

Finalmente, el staff completo que aparecía en ese número era: Antonio E. Sánchez, Juan C. Villalonga, Rubén E. Vedovaldi, Marcelo Guillamet, Benito M. Vicioso, Guillermo E. Solé, Ricardo Fornasero, Daniel H. García, Ricardo Tarditti, Liliana Pedraza, Alejandro Jaime, Estela Sanetti, José L. Bustos.

En mi pieza, se puede ver una foto de Hesse en la biblioteca y a Jon Anderson en la pared.


Los Libros de la Buena Memoria

Como he tenido muy poco tiempo en estos últimos días, aprovecho para seguir "reciclando" viejas notas del blog previo. El suplemento Radar (Página/12) trae una sección muy buena (cabe señalar que es para mi el mejor suplemento dominguero) en donde un artista elige una obra de otro artista para escribir sobre ella. Esta nota salió, creo el 4 de marzo de 2007 (fecha dudosa porque no la coloqué en la entrada original). Bueno disfrutenlá.

Cali

un músico elige su canción favorita: ariel prat y “los libros de la buena memoria”, de spinetta

La llave del mandala

Por Ariel Prat

Mis gustos musicales están muy arraigados en general al tango y a la milonga desde pibe. La radio fue mi guía, no tuve tocadiscos ni tele hasta casi la adolescencia. Pero cuando escuché al Flaco por primera vez en el ’74, fue Pescado 2, su voz me orientó a otro margen del arrabal, acompañado por esa poesía única de reo en franca explosión atronadora y misteriosa, como escribiera alguna vez para una canción que nunca terminé el flaco Guillermo Saavedra (“el tiburón de Pompeya”): “Tu voz pecera luminosa/ me lleva más allá del fastidioso escollo de los verbos”, ¿qué más?...

Una noche en Zaragoza, en una cena después de un concierto (el único allí), me junté con él y su gente. Recuerdo que fue en el 2002, justo había terminado el Mundial, y el Flaco iba por primera vez de gira por Toulouse, Barcelona y Zaragoza. Tuve la oportunidad, luego de hablar de nuestra gran pasión, que es River, de contarle algo que quería que supiera; por cariño a su obra y a su don de personaje turro pero en frac y por mi rendida admiración: “Flaco, en todas las pruebas de sonido, hace años que como talismán hago una versión de ‘Los libros...’. Es infaltable, y a veces los músicos se enganchan en la versión. Qué sé yo, quiero que lo sepas, ese tema es parte de mi entraña porteña y musical y lo amo profundamente...”. Quedó esto como parte de la conversa, se asombró un poco y al rato, a los postres, me dijo: “Negro, por favor, acercate...” Yo pensaba: “¡Zas!, ¡el Flaco me va a contar aquel secreto, el flujo de la poética spinettiana y el sacudir jadeante de sus sueños...!”. Puse la oreja a su voz en medio de la mesa aragonesa, preparado para recibir el mandato, ¿la llave del mandala quizá?...

“Decime, ¿acá es cierto que el salchichón es lo mismo que el salame?”

Licor no vuelvas ya, ¡¡¡deja de reír!!!!

Alto el flaco, todo un libro él...

Tras su presentación en el Festival Internacional del Tango, Ariel Prat, “El Juglar” porteño radicado en España, interpretará varios de sus temas conocidos y parte del que será su inminente sexto trabajo, nuevamente con Dani Buira y el acompañamiento de su “Club Murguérico”: Miguel Suárez (guitarra, bajo y coro); Nano Campoliete (guitarra, acordeón y coro); Ale Caraballo (bombo murguero y cajón); Javi Giangualani (bombo murguero); Esteban Buazzo (percusiones) y Omar Massa (bandoneón) .
Todos los jueves del mes a las 22 en C. C. Torquato Tasso, Defensa 1575, San Telmo.
Y el viernes 9 en el Aserradero de Rosario, también a las 22.

Los libros de la buena memoria

El vino entibia sueños al jadear
Desde su boca de verdeado dulzor
Y entre los libros de la buena memoria
Se queda oyendo
como un ciego frente al mar.
Mi voz le llegará
Mi boca también
Tal vez le confiaré
Que eras el vestigio del futuro.

Rojas y verdes luces del amor
Prestidigitan bajo un halo de rouge.
¿Qué sombra extraña te ocultó de mi guiño,
que nunca oíste la hojarasca crepitar?

Pues yo te escribiré
Yo te haré llorar
Mi boca besará
Toda la ternura de tu acuario.

Mas si la luna enrojeciera en sed
O las impalas recorrieran tu estanque
¿No volverías a triunfar en tu alma?
Yo sé que harías largos viajes por llegar.

Parado estoy aquí
Esperándote
Todo se oscureció
Ya no sé si el mar descansará...

Habrá crecido un tallo en el nogal
La luz habrá tiznado gente sin fe
Esta botella se ha vaciado tan bien
Que ni los sueños se cobijan del rumor.

Licor no vuelvas ya
Deja de reír
No es necesario más
Ya se ven los tigres en la lluvia.

“Los libros de la buena memoria” integra el LP El jardín de los presentes, tercer y último disco de larga duración de la banda Invisible, que integraban Luis Alberto Spinetta (voz y guitarra)’, Carlos “Machi” Rufino (bajo) y Héctor “Pomo” Lorenzo (batería). Invisible nació en octubre de 1973; fue la tercera banda de Spinetta, tras la separación de Pescado Rabioso. Con Invisible, dijo alguna vez Spinetta, se alcanzó cierto balance: “Si el primer disco de Almendra fue dulce y el segundo agresivo, en Pescado sucedió al revés: con el segundo disco doble se almendrizó el sonido. Con Invisible llegó el equilibrio entre ambos mundos”. El debut en vivo fue a fin de año, y a principios del ‘74 editaron sus primeros simples: “Elementales leches” y “Estado de coma”. El primer LP, Invisible, tenía una duración tan extensa que traía un simple a modo de “bonus”, con las canciones “La llave del mandala” y “Lo que nos ocupa es esa abuela, la conciencia que regula el mundo”. Sus dos LP siguientes serían el “conceptual” Durazno sangrando (1975) y El jardín de los presentes (1976), donde ya se había sumado el guitarrista Tomás Gubitsch y se incorporaron como invitados Gustavo Moretto y los bandoneonistas Rodolfo Mederos y Juan José Mosalini. “Los libros de la buena memoria”, “El anillo del capitán Beto” y “Que ves el cielo”, tres de las canciones de este disco, terminaron entre las más conocidas de la banda, que se separó inesperadamente en su momento de mayor popularidad, tras dos recitales en el Luna Park, en diciembre del ‘76.



jueves, 22 de mayo de 2008

El disco "negro" de Serrat


Apenas salido del horno, sería en 1973, por esas cosas que en aquel momento hacían que Serrat se escuchaba y mucho y que mis hermanos mayores habían comprado o se lo habían prestado, llegó a mi pieza el disco negro de Serrat , "Miguel Hernadez". Todo negro y con letras grises, difícil de leer la contratapa y las lettras. Incluso un Serrat con barba en la contratapa. Todo era distinto al Serrat de la TV. Creo que fue para mí la primera vez que entendí que las tapas eran parte del contenido. Me impactó, y aún hoy me resulta en uno de los mejores discos de Serrat, que luego me obligó a saber y leer sobre Miguel Hernández y la guerra civil española. Nuevamente, esta es otra entrada que reciclo de "Tester de Violencia" 1.0.

Aquí les dejo a Serrat presentando, en 1974, con un acompañamiento despojado, "nanas de la cebolla"

Cali






Letras de las canciones: Miguel Hernández

Música de las canciones: Joan Manuel Serrat, excepto «Nanas de la cebolla», por Alberto Cortez

Arreglos y Dirección musical: Francesc Burrull

Compañía Discográfica: Zafiro/Novola

Referencia del LP: NLX 1034 B - Dep. Legal M. 43.426/1972

Grabación: En los Estudios AUDIO FILM de Madrid

Técnico de Sonido: Juan Manuel Vinader

Fotografías: Colita, Archivo y Familia Miguel Hernández

Diseño: Enric Satue

Texto de Joan Manuel Serrat para una edición mexicana del disco:
«Conocí a Miguel Hernández en uno de aquellos bancos del umbrío jardín de la Universidad, la vieja y entrañable Universidad Central a cuyo balcón principal un glorioso día se asomó la libertad para arrojar sobre la acera el busto altivo del dictador. Gran día aquél. Luego llegaron sus lacayos y nos comieron a palos, pero no importa.
En aquellos bancos hablábamos de amor, conspirábamos contra el régimen, leíamos poesía y tomábamos el sol al mismo tiempo. En aquellos claustros, en aquellos jardines, en aquellas aulas, entre octavillas clandestinas y apuntes de Genética Aplicada, también iban de mano en mano los maravillosos libros que desde Argentina nos hacía llegar la Editorial Austral –bendita sea– y que nos devolvían a aquellos que fueron condenados al ostracismo, con toda su voz y todo su acento. Aquellos libros eran ventanas abiertas por las que entraba un aire nuevo que ventilaba el tenebroso tiempo de la dictadura.
Quisiera que los que escuchen estas canciones recuerden que su autor fue un poeta perseguido, condenado y encarcelado. Un hombre que murió en prisión por el delito de pensar y escribir cosas como las que aquí pueden oír.
Fue un pastor de cabras, fue una persona comprometida con su gente y con su tiempo. Un hombre sencillo y sensible que amaba la libertad y decía: "... soy como el árbol talado que retoño y aún tengo la vida" ... y se la quitaron.
Que el destino mantenga fresca la memoria y nos libre de aquellos que asesinan a los poetas y a la poesía.»



sábado, 17 de mayo de 2008

Los diablos y la señorita Jones


Me pasó hace poco, y me pasa siempre que tengo que defender a Norah Jones. Para alguna gente es un "quemo", para otra, es una cantante de éxito sin mayores motivos para disfrutarla y su "inocencia" es una incomodidad ante tanto descaro sin sentido a la hora de poner imágenes a la música. En fin, es una historia que conozco bastante. Por eso, cuando Diego Fischerman, ningún conformista en materia musical, escribió esta nota, no lo dudé en colocarlo en el antiguo sitio de "Tester de Violencia". Aquí lo rescato porque Norah Jones sigue siendo una gran cantante, compositora y lidera un grupo que permita gozar fácilmente de buena música. Ni más, ni menos. Cali

Radar|Domingo, 11 de Febrero de 2007, Página/12, Diego Fischerman

norah jones, buena a pesar del exito

Los diablos y la señorita Jones

Por Diego Fischerman

Las cosas podrían haber sido de otro modo. Ella sería, entonces, una artista casi secreta. Se celebraría su producción de entrecasa, su tono menor, su elección de temas propios y de clásicos del country como Hank Williams, los arreglos escritos y tocados en contra de todas las leyes de la industria pop –tan lejos Shakira, por ejemplo–, sus videos íntimos y su reivindicación del pequeño artesanado. Pero Norah Jones tuvo éxito. Es decir, un éxito inmenso: 20 millones de copias vendidas con su primer disco, que además le hizo ganar 8 Grammy. Y entonces la intelligentsia la anatemizó. Como si entre ella y Britney Spears no hubiera nada. O, peor, como si la única diferencia fuera esa “autenticidad” que se le reconoce con indulgencia.

El cuarto disco de Jones acaba de salir a la venta. Su nombre es Not too Late y, como los anteriores, fue publicado por Blue Note, un sello que, originariamente, había estado dedicado al jazz. Que el acompañamiento –mínimo, preciso, sugerente, hasta misterioso– de la primera canción, “Wish I Could”, esté a cargo de dos cellos, uno tocado con arco y el otro pizzicato (es decir con las cuerdas pulsadas por los dedos) es una primera sutileza. Y es la primera de muchas que para muchos especialistas pasaron desapercibidas. La exquisita repetición de un arpegio en la guitarra, con comentarios de delicadeza extrema en el piano, una marimba y los sonidos sostenidos de una guitarra eléctrica distorsionada en “Not My Friend” es apenas una más de las pruebas de por qué Norah Jones merece ser escuchada. Otra es el tono cinematográfico un poco a lo Nino Rota –o a lo Randy Newman– de “My Dear Country”, en menos de tres minutos de perfecta concisión.

Pero, ya se sabe, las ideas se degradan. Y la vieja noción del riesgo estético como valor, traducida por sordos, llevó, en la música, a una conclusión curiosa. Si en determinado momento se rechazó la comodidad, lo sabido, lo complaciente, en aras de un arte que buscara ser siempre nuevo, inquietante y hasta molesto, lo que quedó, una vez que ese riesgo fue explotado, canonizado, enseñado y reproducido al detalle, fue su apariencia. Y la idea de que, siempre, el descuido con la forma revela un compromiso con el contenido. Como si toda persona sucia o mal vestida lo estuviera en virtud de los extraordinarios pensamientos que la ocupan sin descanso, no sólo se comenzó a sostener que toda música mal cantada o mal tocada era genial sino también lo contrario, que la agradabilidad e incluso la belleza eran necesariamente signo de blandura e inconsistencia.

Condenada por ser afinada, por tener un timbre de voz cálido y por componer algunas de esas canciones que cada tanto existen, que convencen a quienes las escuchan de que las conocen desde siempre y que la industria siempre celebra, como “Come Away with Me”, de su primer disco; rechazada por los amantes del jazz que sintieron invadido su territorio; menospreciada por su falta de gestos aparentes de ruptura, Norah Jones vende millones. Conviene recordar que lo hace por azar. Si no hubiera aparecido Diana Krall en el universo de las piano women y si la EMI no se hubiera visto obligada a rebuscar entre sus demos para ver cómo le competía a la Universal, tal vez sería una artista secreta, de bajo perfil, sutil y reacia a las leyes del mercado. Sería, podría pensarse, exactamente igual a como es pero con el dudoso beneficio del beneplácito de los especialistas.

sábado, 10 de mayo de 2008

verano 80/81

Ya comenté que Acuarela fue mi segundo proyecto importante en la vida. Allí puse algunas fotos que muestran a parte de la gente que nos rodeaba cuando el primer número salió de las cuevas en marzo de 1981. Llegamos a ese marzo luego de mucho deambular por imprentas, máquinas de escribir, muchas charlas, infinitas conversaciones sobre el mundo y lo que pasaba por nuestras cabezas. Mate, café, vino berreta, discos, libros y revistas era la dieta que nos alimentaba, no había mucho más.

Básicamente, con Benito nos acompañábamos en nuestros mayores delirios y nuestros tomentos por el desastre que nos rodeaba. Benito pintaba (cuadros) y para mí era un ser superior, además jugaba al fútbol de potrero y era hincha de Central Córdoba y encima, comprábamos el Expreso Imaginario a medias (así era nuestra economía!).

Pasamos ese verano 80/81 en mi casa y la suya, cubiertos por decenas y decenas de revisas “subtes” que se publicaban en todo el país y se conseguían a la salida de recitales, encuentros o por correo, leyendo en el correo de lectores del Expreso u otras revistas. Ese verano fue el parto de Acuarela.

En 1980 sube Reagan y Estados Unidos endurece su mano siempre presente por estas latitudes y el resto del mundo. En Argentina el dictador de turno era Videla, asesino mayúsculo. Después de ese verano le seguiría Viola, un pobre tipo, un estúpido, pero un asesino también. Así las cosas, ese año acuño la frase (que repetiré luego en otros veranos) “enero de 1980… el año ya está perdido”.

Para paladear el "sonido de la época" recomiendo hacer click en Videla.

Aún así la fiebre por salir al mundo contra todos los males eran inmensas, así juntamos la gente y comienza a armarse el primer número. Todo bien, había más cosas de las que queríamos hablar de las que éramos capaces de escribir, pero no importaba, había que hacerlo.

En los albores de la revista me recuerdo realizando un pecado de juventud, que me muestra que la cultura violenta también me subyugó en esa cloaca que era la Argentina entonces, el 17 de septiembre de 1980 brindé con vino (blanco y berreta), pero brindé, porque lo habían hecho volar por el aire a Somoza, en Asunción Paraguay. Nunca antes, ni después, festejé un acto de violencia, pero ese día estaba vengativo.

Pocos días después, sorpresa, por primera vez escuchamos el nombre de Perez Esquível, Premio Nóbel de la Paz y argentino!. Lo poco que salía en los diarios me hizo pensar que tal cosa no podía estar ausente en el primer número de Acuarela. Un par de meses después, con la revista casi por entrar en imprenta, ejecuté un acto de censura, decidimos sacar ese artículo. Para una revista sin padrinazgo alguno y a la intemperie, podía haber sido un suicidio. Nunca lo sabremos. Todavía cargo con la culpa de ese artículo de Antonio Sánchez, a quien se lo encargué y a quien, un par de meses después, le tuve que decir que no lo sacábamos, que yo veía un riesgo grande.

Ese verano, ya en diciembre de 1980, me despierta mi vieja, luego de alguna noche seguramente larga, para decirme que habían matado a Lennon… y me alcanza un mate. Sólo ella era capaz de saber lo que Lennon había sido para mí. Caramba, ya estaba totalmente convencido que el sueño se había terminado definitivamente (the dream is over). Todo el día nos llevó para saber exactamente qué había pasado y seguimos a la noche con la revista.

La Facultad? Bien, allá en calle Pellegrini, yo estaba demasiado ocupado. La facultad ya sólo me servía para reclutar gente y hacer contactos. Ese verano, ya con la revista terminada y en imprenta, me enfermé, no sé de qué cosa, algo en los pulmones. Recuerdo que hecho pelota y todo, me fui a la vereda del Estadio de Central para escuchar a Queen desde la calle y entrar cuando abrieran la puerta. Todo me daba vergüenza. Queen no me gustaba, pero quería saber cómo sonaba una cosa así. La llegada de Queen nos puso en crisis a muchos rockeros que no podíamos creer que Rafaela Carrá y Queen pudiesen ocupar el mismo espacio en el “circo” que la dictadura promovía.

Bien, en ese contexto sale el número 1. Luego va el contenido.


Cali

viernes, 9 de mayo de 2008

La Bohenme

Ahora que la “oposición” ha tomado al tren bala como un tema para colocar en la agenda política, en buena hora, se da la interesante coincidencia con la llegada de Charles Aznavour y despedida de la Argentina. La relación, a priori, ninguna, es porque cuando comenté por primera vez el tren bala, coloqué a Aznavour como un bálsamo a la pavada gobernante. Lo que coincidió forzosamente en esa entrada, ahora coincidió en la realidad argentina.

No pude ir a ver a Charles Aznavour por razones de fuerza mayor (económicas), pero no importa. Tengo por Azanavour un gran respeto por las obvias razones de su dimensión artística, su dignidad e integridadad.

Pertenence a un mundo que desaparece (o desapareció). La irrupción de Aznavour en el horizonte argentino se da en un contexto en la que los cantautores eran la voz cantante de una época, pero por sobre todo, marcaba la diversidad cultural a la que estábamos expuestos, una verdadera globalización artística, así escuchábamos (por la radio!) tanto a Serrat, como a Aznavour o a Luigi Tenco de Italia y así otros tantos. Ahora nos llega algo de España y después, todo viene procesado vía Miami. Es esto globalización?

Aznavour es representante de una cultura que pasa de todas esas bobadas, aunque haya cantado en mil idiomas y haya dado la vuelta al mundo. Nunca fue “global”, siempre fue un francés por el mundo.

Les dejo una joyita de un Aznavour jóven y haciendo la inmortal e indestructible “La Bohenme”

Cali


domingo, 4 de mayo de 2008

Un Viaje

En estrecha vinculación con la anterior entrada, quiero compartir este trabajo de un querídismo amigo, que ya he nombrado aquí y que ha hecho comentarios siempre llenos de sensibilidad, Pedro De Carlo. Este "viaje personal", su viaje personal, tiene para mi una fantástica sincronía con mi viaje y que nos llevó a encontrarnos haciendo un programa de radio pensando en verde + música a mediados de los '80. Había sido casi la misma música que habíamos escuchado con curiosidad y furia y las mismas lecturas devoradas sin pausa. Por eso después de escribir "Ritual" me acordé de este texto que me lo envió hace una bocha de años. Lo busqué en las entrañas del rígido y ahora lo quiero compartir. La música que acompañó esta noche larga, ya con el mate frío, fue "Parte de Volar" de Pedro Aznar.
Cali

Rock, Generación Beat y Contracultura
Un viaje personal

por
Pedro De Carlo

Un profundo agradecimiento a Sergio Pujolquien hizo que ir a clase fuera un placer.

Beat

El auto a ciento cincuenta por hora, el auto que maneja un Dean Moriarty lleno de heroína y alcohol, con Sal Paradise pasadísimo también a su lado, a-zu-lado, azul de tinta y rollo de papel de teletipo… El auto se desarma, un Hudson modelo 49 rotísimo que sucumbe bajo estos humanos salpicados se semen y fluído vaginal frío, estos humanos caóticos, repulsivos, egoístas, celestiales, que nacen y mueren todos los días al “american way of life” y perforan los ojos y los oídos del norteamericano promedio que ríe y/o llora frente a la pantalla con Doris Day y Rock Hudson.

Moriarty y Paradise son personajes de la novela “On The Road” (En el camino) de Jack Kerouac, donde Paradise es el mismísimo Kerouac y Moriarty, su amigo en la vida real Neal Cassady. Junto al poeta Allen Ginsberg (autor del mítico poema “Aullido”) y al escritor William Burroughs, fueron el núcleo de la “Beat Generation”.

(Aullido. Aullidos. Me pisan el pie. Viajo en el colectivo 122 lleno y hace 40 años murieron Kerouac y Cassady; Hudson hace 20, Ginsberg y Burroughs hace 10. Doris Day sigue viva.)

A mitad de la década del 40, tres personajes coinciden en la Universidad de Columbia, en Nueva York: Jack Kerouac, Allen Ginsberg y William Burroughs. Buscones, alucinados, extremos, sedientos de una vida con significado e incapaces de tragarse el anzuelo de una vida exitosa en “la tierra de las oportunidades”. Su insatisfacción tiene hondas raíces en el siglo XIX: Thoreau, Emerson, Whitman. Algo suena en esas cabezas ventiladas (no tanto huecas), algo les retuerce las tripas además del alcohol, las drogas duras y blandas, la benzedrina y el hambre atrasado. Algo les falta, y salen a la ruta a buscarlo. Algunos más se arriman a la búsqueda, no muchos. El libro “En el camino” que Kerouac publica en el 57 les da visibilidad pública entre los jóvenes y un despectivo espacio en las columnas freaks de la prensa establecida. La historia los recordará como la Beat Generation: beat por beatitud, por espiritualidad, aunque también por apaleados, golpeados (beaten).

Los beatniks no buscan acólitos, se muestran vulnerables, bebiendo jazz, el bebop de Charlie Parker, Miles Davis, Coltrane, un jazz no bailable, un jazz ritualista, improvisado, espontáneo, que se toca y se escucha en cuevas marginales, colmadas de negros y hipsters (blancos raritos fascinados por la cultura negra). Insatisfacción, búsqueda, literatura, música.

¿Encontraron lo que buscaban?

Kerouac y Cassady murieron jóvenes, después de dar vueltas por el país y un poco más lejos y girar sobre sí mismos hasta el agotamiento, probando de todo.

Ginsberg y Burroughs vivieron largas y provocativas vidas literarias.

Sin proponérselo, plantaron una semilla.

Rock

Por algún lado hay que empezar, y busco la punta del ovillo entre la nebulosa mezcla de sentimientos, recuerdos, discos de vinilo, revistas y mis propias notas de la época.

A fines de 1975 yo no sabía nada de contracultura, ni de Beat Generation, y mi único contacto con el rock eran los éxitos de Los Beatles, Satisfaction de Los Rolling Stones y las canciones más conocidas de Los Gatos, Muchacha Ojos de Papel de Spinetta, y de ahí para abajo, Sandro, La Joven Guardia, Los Náufragos, más clarito: lo que había en los medios (que era muy poco; predominaba el tango y el folklore y algo melódico). Ninguno de mis amigos era melómano.

Alguno había comprado el disco Melody de Los Bee Gees después de que vimos la película en el cine del barrio.

Yo terminaba la escuela secundaria con muy buenas notas en un colegio “exigente”: el Superior de Comercio. Había empezado a trabajar durante las vacaciones para tener “mi plata” y pensaba ingresar a la Universidad Tecnológica para estudiar química. Mis diversiones eran las salidas con mis amigos del barrio, algún baile o cumpleaños de quince, ir a pescar, las artes marciales.

Hasta ahí, todo tranquilo.

Y la música atraviesa esta historia. Esto es como decir: los dados están cargados, hay trucos, movimientos extraños detrás del escenario, revelaciones súbitas, surgen las propias razones que ella despierta.

Quizás el día en que por primera vez esuché “El lado oscuro de la luna” de Pink Floyd fue un primer paso un un camino alternativo a “lo que se esperaba de mí”.

Una tarde de noviembre, Mario, un amigo que siempre estaba unos pasos adelante del resto en muchas cuestiones, había conseguido prestado el disco. Y allí estábamos reunidos frente al combinado Audinac de su living.

Ese combinado, que estaba acostumbrado a reproducir cosas como “Música para Soñar y Reposar” del Selecciones del Reader`s Digest, comenzó a hacer vibrar nuestros estómagos con los latidos del inicio de “Breathe”. ¿Qué era eso? Y más: sonaban relojes, risas, gritos, sonidos electrónicos… No sabíamos nada de inglés, ahí estaba esa tapa “cardíaca”, no había fotos de los músicos… sobriedad… y juego a la vez. Una seductora voz femenina gemía interminablemente al final del lado uno, realmente un “Gran Baile en el Cielo”, y esa guitarra “estirada”, sensual… allí había drama, melancolía, comedia, voces… era como una película en disco, un viaje. En los días siguientes toda la barra desfiló delante del Audinac para escuchar “ese disco raro”.

Algo importante nos pasaba mientras escuchábamos “El lado oscuro de la luna”… esto no era sólo entretenimiento, pasar el tiempo… más allá de la novedad de esos ruidos extraños… había algo atractivo en esa obra única… Razones aparte, el disco se había instalado en el Audinac para quedarse.

Ahora, gracias a internet, sé que en ese álbum Roger Waters intentó plasmar las presiones de la vida moderna: el tiempo, el dinero, la locura, la violencia, cómo ser fiel a uno mismo en medio de todo esto; todo empaquetado en un disco conceptual, que fue parido en medio de giras, proyectos y ya desde 1972 había sido un éxito en USA y Europa, adoptado por millones de jóvenes como símbolo.

Nada de esto sabíamos. No entendíamos casi nada de las letras. No sé cuál fue el mensaje que finalmente captamos: de todos modos, a principios de 1976, me compraba mi primera fuente de
música: un grabador Ranser, con estuche de cuero, y los primeros cassettes: unos tibios Carpenters, Simon & Garfunkel y el compilado Por Siempre Beatles. Más tarde, gracias a información pasada de boca en boca: Relayer de Yes. Y ahí se iniciaba la ceremonia de escuchar música” en mi habitación.

Contracultura

En marzo del 76, yo ingresaba a la Facultad y la Argentina ingresaba a la dictadura más sanguinaria
de su historia. En mi ambiente familiar antiperonista se respiró con alivio cuando la dupla Isabelita/López Rega fue reemplazada por militares serios que pondrían orden en el país. Comenzaron a salir en los diarios informes sobre enfrentamientos con “la subversión apátrida”. ¿Y quién de la barra leía un diario? La censura en los medios, en la actividad de los partidos políticos, no nos interesaba. Por nuestra edad, no habíamos vivido la efervescencia política de fines de los 60 y principios de los 70.

Tampoco teníamos hermanos mayores que hubieran estado en eso. Cuando deberíamos haber nacido a la vida política, el paisaje era un desierto. Llevábamos los documentos encima, nos bajaban de los colectivos para revisarnos... no era asunto nuestro. Nos sentíamos invisibles para todo esto, y de hecho, lo fuimos. Tuvimos suerte, nada más.

A principios de 1977, cuando ya era feliz poseedor de un “equipo” Ken Brown, mi discoteca ya tenía una docena de discos (un montón: Pink Floyd, Yes, King Crimson, Génesis, E,L&P, algo de Sui Generis, Mike Oldfield) y manejaba alguna información sobre el mundo del rock gracias a la revista Pelo, llegó a mis manos el Expreso Imaginario.

Desde la tapa se veía que no era una típica “revista de rock”: el gran formato tipo diario, la foto de un pescado en la tapa (¿ningún músico?), y adentro mucho material para leer: en ese número por ejemplo, Leonardo da Vinci, el Apocalipsis, indios Guajiros, Peter Gabriel, Claudio Gabis, el acto creativo…

¿De dónde salía esa mezcla de ideas extrañas a la Argentina modelo 77?

Diez años atrás, a mediados de los 60, los beats ya estaban más o menos incorporados a la escena underground en las artes norteamericanas. La semilla había empezado a germinar. El descontento con las formas socioculturales en vigencia y las búsquedas derivadas se nuclean alrededor de un fenómeno de masas: el rock. Es la música que funciona como aglutinante de varias manifestaciones culturales acerca de una nueva forma de ver el mundo: una contra-cultura, una cultura alternativa bajo la forma de ideas de vida comunitaria, autogestión, artes visuales, libertades individuales, sexualidad libre, pacifismo, ecologismo, drogas prohibidas. Aparecen The Beatles, Bob Dylan, The Rolling Stones. En 1969, Woodstock deja boquiabiertos a propios y extraños, donde un movimiento despierta tropezando e intenta proponer otra sociedad a través de la experimentación.

La gente que hacía el Expreso había vivido esa experiencia o tenía acceso a esas fuentes y estaba distribuyendo esa ensalada contracultural, y nosotros la saboreábamos y digeríamos, a pesar de nuestro contexto, muy distinto al del primer mundo. Esas propuestas eran pinceladas de una vida posible, que nos hacía latir el corazón y abrir los ojos para ver lo que no estaba en la Facultad, ni en Tv ni en las otra revistas. El expreso hablaba de una vida provocativa, más jugada, espontánea, donde importaba lo que sentíamos, donde había gente que ya lo había hecho….

Escribe Hanif Kureishi en el delicioso ensayo “Ocho brazos para abrazarte” que para ellos, los jóvenes ingleses de fines de los 60, una puerta se abrió cuando vieron A Hard day’s Night, la película de los Beatles. Para mí esa puerta fue el Expreso Imaginario.

Y una vez que una puerta se abre, pasan cosas. Un par de meses después, en junio, yo tenía 19 años recién cumplidos. Volvía en colectivo de comprar el Expreso y ya lo iba leyendo, parado durante el viaje. Página 2, correo de lectores, el dibujo de Fontova de una estrellita al pie de una carta firmada por una tal Sandra Russo. Leo.

Tengo 18 años; casi casi 19. El año pasado estudié sociología, ¿sabés? Largué porque me rayaba, porque soy demasiado tarada como para concebir algunas cosas.
Soy tan tarada que a veces no entiendo el agua. A veces ni entiendo el cielo: lo miro y lo miro y no lo entiendo. Y mirá si seré tarada que todavía creo en la libertad, en la no-etiqueta, en la poesía y en las carcajadas.”

Ehhh… sí, sí, seguí Sandra…seguí… es eso, es así…

“ A los 15 años me llegó a las manos un libro que me abrió 1000 puertas y me acompañó en los momentos feos, y me siguen acompañando desde entonces: DEMIAN, de Herman Hesse. En él encontré que no era yo la primera criatura viviente que quería vivir y no sabía cómo...

Hay una frase, una de las tantas: sólo intentaba vivir aquello que tendía a brotar espontáneamente de mí. ¿Por qué habría de serme tan difícil?”

¿Cómo decís, Sandra? ¿Se puede intentar vivir lo que “brota espontáneamente” de mí?¿Está bien hacerlo? La respuesta llegaba desde algún lugar dentro mío: sí, se puede, y está ok.

La carta mostraba a una chica pensante, crítica, jugada, a quien le gustaba el rock. Una lectora, alguien desde “mi lado” en su relación con el Expreso, le ponía el cuerpo a esa historia contracultural.

En las semanas siguientes, leí Demian y Siddharta de Hesse, y me animé a acercarme (con éxito) a una hermosa chica que viajaba conmigo todos los días en el colectivo hacia la Facultad.

Muy bien… y además de esto ¿cómo me influyó el Expreso?

Bueno, el Expreso no me hizo salir para Macchu Picchu, ni usar sandalias, ni dejarme el pelo largo (ni eso!), ni… Yo y mis amigos éramos chicos de barrio, clase media, educados en la cultura gringa que valoraba el esfuerzo sobre todas las cosas: estudiábamos en la Facultad, trabajábamos…etc, etc.

Sigue diciendo Kureishi: “…los afortunados, en Inglaterra, podían refugiarse en las escuelas de arte…” ¿y nosotros? En nuestros cuartos, con nuestros discos, libros, escuchando algo de radio… y en nuestras mentes y nuestros espíritus: allí buscábamos nuestro lugar. El Expreso ayudó a que yo encontrara un lugar, afirmara un tipo de identidad que quizás se reflejó en mi actitud crítica al “sistema”, encauzó mis búsquedas espirituales, mis simpatías estéticas, no sólo en la música… un lugar alternativo, un espacio al costado de las “obligaciones”, del mundo opaco de la Facultad y el trabajo. Una bocanada de aire fresco, que se renovaba una vez al mes al volver del kiosko de revistas.

Beat + Contracultura

En 1979 yo cursaba el 4to año en la UTN, estaba oficialmente de novio, ya habían transcurrido dos años de leer el Expreso, mis discos ocupaban un estante completo bajo la bandeja giradiscos, me había comprado una guitarra Fratti Telecaster donde dejaba volar mi balbuceante creatividad musical.

Y otra vez el colectivo como un lugar de iluminación, de encuentro. Estoy parado, leyendo el Expreso Imaginario que acabo de comprar, tiene una tapa muy verde, con unas cabras pastando y un solo titular: ¿te acordás de la naturaleza? Ese Expreso publica un extenso reportaje a Gary Snyder (6 páginas que continuarán en el número siguiente). ¿Quién era este tipo? Snyder había sido compañero de aventuras de los Beatniks. Antropólogo, ecologista, practicó varios años zen en Japón, ganador del premio Pulitzer de poesía.

Snyder inspiró al personaje central (Japhy Ryder) en la novela “Los vagabundos del Dharma” de Kerouac. En una temporada en los bosques, donde él vivía, les enseñó a esos beats ferozmente urbanos (Kerouac, Ginsberg, Ferlinghetti, Corso y varios más) a percibir la naturaleza, a ampliar sus conciencias, a estar atentos al hecho de… vivir.

Snyder estaba envuelto desde los 60 en proyectos comunitarios, en la vuelta a la tierra. Decía cosas como “mis amigos y yo vamos a estar en este lugar por los próximos 2 o 3 mil años…”, “necesitamos pensar en escalas mayores de tiempo…”, “la naturaleza es mi maestra, mi ejercicio la vida”, “ si lo que los hindúes, los cristianos, los shoshone, los budistas y los hopis sugieren es cierto, entonces toda la civilización tecnológica-industrial-de consumo está equivocada”…¿qué más? Mucho más…el Expreso del que estoy leyendo esto está profusamente subrayado por mí con lápiz.

Snyder en lugar de huír hacia delante, avanzó hacia adentro. Y acá aparece un tipo que pasó por la
generación beat, la contracultura, y llegó a alguna forma de vida plena.

En “Ocho Brazos…” Kureishi también dice: “…no teníamos modelos para imitar…”. Nosotros tampoco. Y Snyder para mí representó el ideal del tipo lúcido, comprometido, serio, medido, iluminado, que pisaba terreno firme: perfecto! He aquí un modelo a seguir, hasta en la campera!

Y el rock? El Expreso publicaba esto en momentos en que se desinflaba el hipertrofiado rock sinfónico y aparecía otra vez la necesidad de “decir algo” aunque sea con tres acordes: el punk fue la respuesta. Yo me animé a traerme de las bateas de discos “en oferta”: “Marquee Moon” de Television y “This Year’s Model” de Elvis Costello, dos productos totalmente atípicos para mi discoteca “sinfónica”, y el de Costello particularmente, se sostuvo firme en la bandeja tocadiscos.

En ese Expreso también había una extensa nota sobre “Salsa”… pero a tanto no me animé…

La decadencia de los grupos progresivos me acercó al jazz rock, y más tarde a las carreras solistas de los líderes de las bandas sinfónicas: Peter Gabriel, Roger Waters, Robert Fripp, Pete Townshend, Jon Anderson.

Síntesis

En el lado de ellos: el exceso, la fiebre, el extremo, la locura, la aventura; después la experimentación, la música, las drogas, el sexo libre, las comunidades, las marchas, los festivales…

De nuestro lado: una adolescencia de clase media argentina, unos discos, unas revistas, los libros, el deseo, la búsqueda, la intuición.

Me animo a decir que las preguntas que se hicieron los beatniks tienen vigencia hoy. La búsqueda de una vida con significado todavía tiene sentido. La historia no termina con un reproductor de mp3 en la oreja de cada uno. El sistema no busca nuestros mejores intereses, como dice Matt Groening, creador de Los Simpsons; entonces es necesario (como intentó y a veces logró la contracultura) pensar y erigir alternativas a la manera de convivir, de alimentarse, de aprender, de decidir sobre nuestras vidas. Y además, hoy como ayer: ¿donde está la pasión? ¿el juego? ¿y aquellos ojos brillantes?

Bibliografía

Textos (en papel)

“Ocho brazos para abrazarte” – por Hanif Kureishi - Revista Clasica/dic.2000
En el Camino (On the road) – por Jack Kerouac – Ed.
Bruguera / Libro Amigo (1ra. Ed. 1982)
Contracultura para principiantes – Kreimer, J.C. y Vega, Frank – Ed. Era Naciente (2006)
Revista Expreso Imaginario
Revista Zaff
Revista Pan Caliente

Textos (web)

Wikipedia http://en.wikipedia.org
Consultada sobre la historia y discografía de los grandes grupos de rock progresivo.
Terriles, Ricardo A. – “La clausura de una utopía: El viaje de Expreso Imaginario” – tesina
presentada en Fac. Cs. Sociales/UBA – Lic. Cs. Comunicación -

www.mediosydictadura.org.ar/academicos/tesinas/terriles_expreso.rtf
Russo, Sandra – El brillo invisible, la sed verdadera – diario Pag /12 – 4/9/04
www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/subnotas/40591-13980-2004-09-04.html
Russo, Sandra - El que ríe último – diario Pag /12 – 21/01/06
www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2006-01-21.html
Aullido, por Allen Ginsberg - http://webs.uolsinectis.com.ar/ecomultiversidad/poesia.html
Tapas de Revista Pelo –
www.magicasruinas.com.ar

Video

Classic Albums, The Making of The Dark Side of The Moon
Time/Life - History of Rock’n Roll
BBC – Rock Family Tree – The progressive years
King Crimson – Neal and Jack and Me
A jazz summer day (1958) – Newport Jazz Festival
Bird – (1988) – dir. Clint Eastwood

Rebel without a case (1955) – dir. Nicholas Ray – c/James Dean, Natalie Wood

La música que acompañó la realización de este trabajo:

The Dark Side of the Moon; Wish you Were Here – Pink Floyd
The Yes Album, Fragile, Close to the Edge, Relayer,Yesterdays – Yes
Foxtrot, Selling England by the Pound, A trick of the tail, Wind &Wuthering – Genesis
Red, Beat – King Crimson
Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones – Sui Generis
Shadows and Light, Blue – Joni Mitchell

sábado, 3 de mayo de 2008

Ritual

Hay artistas a los que definitivamente subsidio, en cualquier caso. Y lo hago porque me gustan y porque les tengo un agradecimiento infinito de por vida por lo que significaron en algún momento para mí. Hay muchos y diversos, y las razones para “subsidiarlos” también difieren de caso en caso. Pero han sido importantes y siguen siendo importantes.

Tal es el caso de Yes, con quienes aprendí a abrir la cabeza para escuchar música, aprendí a pretender cada vez un poco más en lo que escuchaba (de allí, tal vez, su criticada “pretenciocidad”) y aprendí que puede hacerse rock tocando y cantando bien, evitando los “yeites” y los lugares comunes de los grupos de rock en los que se mezclan desde un pavote machismo, frivolidad, un controlado “descontrol” para la muchachada y una cada vez más rancia y conservadora manera de pensar. Yes es grupo nacido para ser una permanente afirmación de sus creencias musicales y su ideario “progresivo”.

En el año 1975 llegué a escuchar por una AM de Rosario (no recuerdo si era LT3) desde Juncal, un pueblo perdido en la llanura santafecina, a Poli Román ("La Cueva Joven”) pasando en un segmento “progresivo” un cachito de “Close to the Edge”, hasta hoy recuerdo a Poli Román anunciando Total Mass Retain" y después… una catarata de sonidos inolvidable. Desde ese momento, nunca me despegué de ellos.

Hace dos noches, tuve el final de una serie de días bastante malos, y siempre la música de Yes tuvo cierto poder curativo para mí. Así que me fui a dormir con el disco 2 del DVD, comprado este verano, “Songs from Tsongas”, que contiene la segunda parte del concierto de cierre de la gira por los 35 años de la banda. Esta segunda parte arranca con un set acústico excelente (Roundabout en ritmo de blues!) para luego retornar al formato conocido. “Maravilloso poder tocar esta música en el siglo XXI” dice Anderson antes de iniciar “Ritual”… y el poder “curativo” funcionó otra vez y una vez más debo agradecer a esta gente y ya les debo…

Cali


Songs From Tsongas es un DVD que contiene el concierto de Yes del 15 de mayo del 2004 en el Tsongas Arena in Lowell, Massachusetts. Este concierto fue parte de la gira por los Estados Unidos con motivo del 35 aniversario de la banda.

"Songs fromTsongas" (2005)

Disc 1 (65:17)

1. Intro/Firebird suite (1:56)
2. Going for the one (5:20)
3. Sweet dreams (6:34)
4. Your move/I’ve seen all good people (6:37)
5. Mind drive Part 1 and 2 (6:56)
6. South side of the sky (9:56)
7. Turn of the century (7:50)
8. My eyes/Mind drive part 3 (6:51)
9. Yours is no disgrace (12:17)

Disc 2 (85:14)

1. The meeting room/The meeting (3:24)
2. Long distance runaround (3:28)
3. Wonderous stories (4:05)
4. Time is time (2:32)
5. Rounabout (5:45)
6. Show me (3:56)
7. Owner of a lonely heart (4:30)
8. Second initial (5:00)
9. Rhythm of love (5:13)
10. And you and I (11:08)
11. Ritual (19:01)
12. Every little thing (4:53)
13. Starship trooper (12:19)

Total Time: 150:31

- Jon Anderson / vocals
- Chris Squire / bass
- Steve Howe / guitars
- Rick Wakeman / keyboards
- Alan White / drums