sábado, 1 de marzo de 2008

Del otro lado del río


He terminado de leer el libro “Del otro lado del río. Ambientalismo y política entre uruguayos y argentinos”, una compilación de Vicente Palermo y Carlos Reboratti (2007). Este libro ya lo había recorrido rápidamente hace unos meses por cuestiones de urgencia, ahora pude leerlo completo y más tranquilo.
Por supuesto que este libro tiene, especialmente en la mirada de Vicente Palermo, una relación directa con el libro comentado en lo publicado aquí el 17 de febrero. Se trata sin duda de la mejor recopilación que he leído de entuerto argentino-uruguayo en torno a las papeleras. Tema en el que he estado envuelto bastante y valoro muchas de las apreciaciones y hechos cronológicos que se destacan a lo largo de las diferentes contribuciones. Contribuciones que realizan autores argentinos, uruguayos y brasileños.
El conflicto de las papeleras es claramente un conflicto donde se han mezclado de manera explosiva (como siempre que se mezclan) ambientalismo con nacionalismo. Un binomio que aquí, como en cualquier otro sitio, favorece la ceguera y algunas de las peores taras sociales y políticas, tales como el egoísmo, el facilismo futbolero y la ausencia total de autocrítica.
Estos elementos explican en parte la incapacidad manifiesta de ambos gobiernos para encausar el diferendo en términos políticos bilaterales o, mejor aún, como un asunto de relevancia regional. Así se inflamaron los ánimos de manera continua y se recurrió a mentiras de todo tipo, a sobreactuaciones, giros increíbles de muchos funcionarios y el pretender generar una causa nacional que nos involucre a todos y nos confiera una unanimidad que todo nacionalismo busca denodadamente.
Rescato un fragmento del capítulo escrito por Palermo donde algo de esto se analiza y se lo vincula con el tema que él analiza con profundidad en su anterior libro “Sal en las heridas”.
Recomendable para cabezas abiertas. Para acordar y disentir con cada uno de los autores, pero valioso aporte para la comprensión del conflicto y especialmente del comportamiento de este lado del río.
Cali









Cuando en cualquier sociedad aparecen nuevos valores, o movimientos que al alentarlos los introducen en la agenda pública, esos nuevos valores no actúan en el vacío. Bienvenidos sean, pero no podemos ignorar que se incorporan a las matrices culturales preexistentes. Sus sentidos, y el sentido de la acción de quienes los alientan, están condicionados por las nociones fuerza de aquellas matrices. La cultura, las formas preexistentes de concebir nuestras identidades y de entender nuestra relación con Edmundo cobran su precio. Tal vez la crisis de las papeleras marque un antes y un después en la conciencia ambientalista de los argentinos, pero así las cosas, ésta no es necesariamente una buena noticia.
El territorialismo, el unanimismo, la fe en el potencial regenerativo de una causa nacional y muy especialmente la noción victimista del despojo estructuran la acción colectiva contra las papeleras en los distintos planos: vecinos, gobiernos local, provincial y federal. Tanto en la retórica como en las formas no retóricas de la acción. Es por ello que la movilización adquirió un talante cada vez más torvamente intimidatorio.
Nuestro nacionalismo no es especialmente agresivo ni hostil con el mundo, no es expansionista, no es xenófobo. Es un nacionalismo endodirgido, defensivo, un nacionalismo que focaliza en los “malos argentinos”, los “enemigos internos”, que varían según la declinación nacionalista de que se trate; no son lo mismos nacionalismos de derecha, de izquierda, el liberal, el conservador, el autoritario, el democrático, etc. La agresión es la excepción, no la norma. Pero, atención, lo que encierra esta frase de tan inocente apariencia –la agresión es la excepción, no la norma— es alevoso. El nacionalismo pretende constituirse como una excepcionalidad justificada: la excepcionalidad de quien es perfectamente justo, digno y paciente, y tolera el atropello… pero hasta un límite. En mi opinión, en la crisis de las papeleras se han activado casi todos los componentes constitutivos del nacionalismo territorialista argentino que, se expresa nítidamente en la configuración, y vigencia aún hoy, de la causa Malvinas.
Tras la guerra de 1982, se separó tajantemente la causa Malvinas del conflicto. Se atribuyeron la decisión de ocupar las islas, así como la guerra, a la dictadura militar, y se asumió que la causa nada había tenido que ver con ellas. De ese modo se preservó la causa de las facetas más canallescas de la guerra. Pero una consecuencia de la separación tajante entre causa y guerra, y de la consiguiente preservación de la causa, fue que no se hizo necesario, ni siquiera resultó posible, examinar críticamente los rasgos más perniciosos de la propia causa. No es asombroso, por tanto, que rasgos como el territorialismo, la noción victimista de despojo, el unanimismo de las causas nacionales, entre otros, se hayan mantenido robustos en la matriz político-cultural de los argentinos. En 1982 percibimos y experimentamos en una clave victimista nuestra propia agresión, y pudimos conferirle a ella el carácter de un acto de fuerza, puramente defensivo y plenamente justificado, excepcional. Esa relación profunda entre causa y los acontecimientos se borró luego de la memoria, y ello permitió que la experiencia no hiciera mella alguna en la noción victimista que legitima como acto defensivo, justificado y excepcional nuestra agresión. La matriz político-cultural que alimentó la causa Malvinas se reactiva hoy bajo los ropajes del vecinalismo y el ambientalismo. Y no se trata de falsos ropajes, de disfraces, que ojalá lo fueran. Lo peor es que son auténticos.

2 comentarios:

  1. Me parece equivocado mezclar un nacionalismo nacido de una guerra con un conflicto de dos pueblos en torno a una cuestión ambiental.

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  2. ¿hay algo más sintético que los dos versos de jorge drexler?

    "en esta orilla del mundo
    loo que no es presa es baldío"

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