viernes, 29 de febrero de 2008

El mundo secreto de un tal Bob Dylan + VIDEO HISTORICO

Página/12. 15 de Septiembre de 2007

El mundo secreto de un tal Bob Dylan

Fue filmada a mediados de los ’60, pero parece haber sido hecha ayer... o mañana: un retrato inigualable del músico en su gira británica, justo antes de dar el shock eléctrico.

El documental incluye una versión alternativa de “Subterranean Homesick Blues”.


Por Horacio Bernades

“No tengo ganas de cantar”, dice como para sí mismo el chico narigón y de pelo revuelto. Acto seguido toma la guitarra acústica, sale del camarín y afronta el escenario, el seguidor y los aplausos como si tuviera todas las ganas del mundo. Misterios de un carácter proverbialmente elusivo, los límpidos 96 minutos en blanco y negro de Dont Look Back (se escribe así, aunque la ortografía correcta sería Don’t Look Back) representan tal vez la única ocasión en que Bob Dylan permitió, allá por mediados de los ’60, que su intimidad fuera escrutada. O, tal vez, aquello que Dylan decidió hacer pasar por intimidad. A cargo de Sony BMG, el lanzamiento de Dont Look Back en DVD representa un acontecimiento musical, cinematográfico y cultural cuya relevancia difícilmente pueda igualarse en lo que resta del año.

“Apenas sabía quién era Dylan y creo que sólo conocía una canción suya”, confesó a Página/12, en abril pasado, D.A. Pennebaker, realizador de Dont Look Back, cuando visitó Buenos Aires para la retrospectiva de su obra que presentó el Bafici. Tal vez justamente por eso, por la falta de conocimiento previo, la cámara de Pennebaker observa con tanta curiosidad a Dylan en la película, permitiendo que el espectador se sienta como un miembro más de la gira. Se trata de la que en abril y mayo de 1965 llevó a Robert Zimmerman por primera vez al Reino Unido y que resultaría su última gira acústica. Highway 61 Revisited se estaba cocinando y con él el paso definitivo a la electrificación.

Dont Look Back empieza en el preciso momento en que el autor de “The Times They Are A-Changing” pone pie en el aeropuerto de Heathrow y termina en el auto que lo lleva lejos del Royal Albert Hall, tras haberlo seguido a través de toda Gran Bretaña.

Junto con Richard Leacock (su socio para la ocasión), Robert Drew y los hermanos Maysles (realizadores de la memorable Gimme Shelter), Pennebaker fue uno de los fundadores de la corriente conocida como Direct Cinema, que desde comienzos de los ’60 renovó no sólo el documental, sino incluso el cine de ficción. Lo que hicieron fue aprovechar el surgimiento de equipos livianos y económicos para captar la realidad “en directo”, sin guión y de acuerdo con el ritmo impuesto por los propios hechos. Despreciada en su momento por las majors de la industria (“es berreta, está fuera de foco y no se entiende ni lo que hablan”, recuerda el realizador que le escupió un ejecutivo de la Warner en el comentario que acompaña esta edición), Dont Look Back llegó a estar en cartel durante un año seguido, en una salita porno de San Francisco. Más tarde, en películas como Monterrey Pop, Ziggy Stardust and the Spiders of Mars y The War Room, Pennebaker confirmaría la absoluta modernidad de su estilo.

La edición que acaba de lanzarse en la Argentina no es la deluxe, editada en febrero pasado en Estados Unidos, sino una anterior, que contiene la película completa, cinco temas no incluidos en el corte final (sólo el audio, sin imágenes), una versión alternativa del famoso clip con los carteles de “Subterranean Homesick Blues” y una charla entre Pennebaker y Bob Neuwirth, road manager de Dylan, que se incluye como comentario de audio y desparrama tanta verdad y vividez como la propia película. En su infrecuente proximidad, largas escenas entre bastidores e incomparable captación de los más mínimos gestos y detalles, Dont Look Back es un exponente paradigmático de las virtudes del direct cinema. Virtudes que cineastas de ficción no tardarían en incorporar a sus propias películas, desde John Cassavetes y Martin Scorsese hasta Ken Loach y los hermanos Dardenne.

No hay en esta verdadera obra maestra una sola escena que no sea imperdible, ya se trate del periodista que le pregunta a Joan Baez quién es ella, el gaste al que Dylan y Alan Price someten a un pesado que no se sabe qué quiere, la fan que chifla desde debajo de su ventana de hotel (y después reprocha las guitarras eléctricas de “Subterranean Homesick Blues”), Dylan tipiando una letra en la Lettera, componiendo un tema al piano o equivocando en escena una cita de T.S. Eliot, la pelea de borrachos en una habitación 5 estrellas (en presencia de Donovan y John Mayall) o la larga filípica sobre política y medios que Mr. Zimmerman enrostra a un periodista de Time. Es tal la sensación de presente que se desprende de esta película, que más que hace cuatro décadas parece filmada ayer. O mañana.


Lo que sigue es el clip de Subterranean Homesick Blues de ese video. Mil veces copiado. Quien se ve atrás, de barba, es el poeta Allen Ginsberg. Filmado en Londres. La versión la de mejor calidad que se puede encontrar en youtube y es del trailer original. Cali



jueves, 28 de febrero de 2008

Avellaneda Blues

En la entrada del 12 de febrero hacía referencia a la potencia poética del Riachuelo y sus aledaños. Quiero ahora rendirle su homenaje a esa inmensa composición que es “Avellaneda Blues”, publicada por Manal en 1970. El tema pertenece a Javier Martínez y Claudio Gabis. Manal se componía por Javier Martínez en batería y voz, Claudio Gabis en guitarra y Alejandro Medina en bajo y voz.
Imposible no ubicar a Manal como "grupo fundacional" del rock argentino, junto a Los Gatos y Almendra. Originariamente bautizados Ricota, este trío interpretaba un blues marcadamente influenciado por Cream (el grupo de Eric Clapton) y se presentaban casi diariamente en La Cueva.
Después de algunos primeros simples y tras varias presentaciones exitosas, Manal logra grabar su primer LP (Long Play, para lo mas chiquitos) en 1970.
En ese disco aparece por primera vez “Avellaneda Blues”, un clásico de la música argentina.


Avellaneda Blues
Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado.
Tren de carga, el humo y el hollín están por todos lados.
Hoy llovió y todavía está nublado.

Sur y aceite, barriles en el barro, galpón abandonado.
Charco sucio, el agua va pudriendo un zapato olvidado.
Un camión interrumpe el triste descampado.

Luz que muere, la fábrica parece un duende de hormigón
y la grúa, su lágrima de carga inclina sobre el dock.
Un amigo duerme cerca de un barco español.

Amanece, la avenida desierta pronto se agitará.
Y los obreros, fumando impacientes, a su trabajo van.
Sur, un trozo de este siglo, barrio industrial.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Cambiamos el sistema de alertas con las novedades del blog!

Atención, los que ya se suscribieron al blog deben volver a suscribirse ya que he cambiado por el uso de una lista de googlegroups. El otro dispositivo de distribución lo desactivaré en algunos días. Los que no se habían suscripto aún, no deben esperar más para hacerlo!!

Cali

martes, 26 de febrero de 2008

Mirando al hombre que mira

Esto lo publiqué en la versión original de este blog a mediados de 2006 cuando me compré el DVD "No Direction Home". Vale reciclarlo ahora.
Cali
Radar

Edición del Domingo/27-Nov-2005

En 1960, un chico del medio oeste norteamericano dejó su pueblo con el propósito de convertirse en uno de esos músicos con secretos en los ojos que tanto admiraba. Apenas seis años después, se había transformado en uno de ellos: había compuesto los himnos de toda una generación, dio voz a las protestas hippies y pacifistas, los Beatles y los Rolling Stones se juntaban para escuchar sus discos, alcanzó el status de genio mítico y –cuando no había nadie con oídos que no lo aplaudiera– le dio la espalda a todo, abrazó el rock y fue abucheado en cuanto teatro tocó durante literalmente un año. Martin Scorsese se hizo de un impresionante material de época para montar No Direction Home, un documental para televisión en el que indaga, junto al mismísimo Bob Dylan, esos años en llamas en que el mundo quiso ver en él a un profeta.

“Lo que tenían en común todos los músicos a los que me quería parecer se notaba en su mirada. Era una mirada que decía: Yo sé algo que vos no sabés. Yo quería ser así.”

Por Rodrigo Fresán

Los primeros tres minutos de No Direction Home: Bob Dylan –extraordinario documental de Martin Scorsese, arrancando desde los inicios del cantautor cum laude hasta su misterioso accidente de moto de julio de 1966– anuncian, con perfecta síntesis, lo que se desarrollará con admirable ritmo narrativo a lo largo de más de tres horas.

Primero vemos a un Dylan hablando casi desde el presente, recordando que él siempre se sintió como “volviendo a casa” y que “habiendo nacido en un lugar donde no me correspondía nacer” siempre “he estado regresando” a ese hogar fantasmal y desconocido.

Corte abrupto a Bob Dylan y lo que sería The Band, electrizados y electrizantes, tocando en vivo “Like a Rolling Stone” durante la que probablemente haya sido la gira con público de fans más hostil en toda la historia de la música popular.

Y, de golpe, violento salto a una carretera helada de Minnesota, contemplada desde adentro de un auto, y otra vez la voz de Dylan, ahora, advirtiéndonos que de tanto en tanto se puede tener la impresión de que es posible detener el tiempo, pero que, claro, nadie puede hacerlo. Y cuenta que el primer disco que jamás recuerda haber oído fue una canción country titulada “Drifting Too Far From Shore”. “Alejándose demasiado de la costa.”

Y después Dylan mira a cámara, entrecerrando los ojos.

UNO. Y fue esa mirada la que llevó a Martin Scorsese a ensamblar este documental que –todo hace pensarlo– le hará ganar por fin el Oscar que se le viene escapando hace años cuando se trata de películas más suyas. Oscar que –si existiera la categoría “Intérprete de Documental”– también debería llevarse Dylan, quien mira como pocos y ve más que ninguno.

Dijo Scorsese –quien ya había filmado a Dylan en The Last Waltz, otro rockumental, de 1978, sobre el último concierto de The Band– en una reciente entrevista: “La auténtica chispa saltó en la entrevista a Dylan de diez horas de duración que me pasó Jeff Rosen (manager y amigo del cantante, coleccionista de dylanianas y productor del proyecto). Fue ahí que me decidí a hacer el documental. No me importaba lo que Dylan decía sino la expresión de sus ojos. Lo que vi en esa entrevista fueron los ojos de Dylan. Quería seguir la estela de esa mirada... Los tiempos que vivió, las cosas y los cambios que provocó durante los ’60. Mucha gente que vivió aquellos años me ha confesado que llora cuando acaba la película. Me dicen que el Dylan de entonces y su permanencia hasta estos días y sus comentarios desde el presente sobre las imágenes del pasado los hace sentir más conscientes de todo lo que se ha perdido y han perdido ellos por el camino”.

Y, de acuerdo, lo que cuenta y canta No Direction Home es cómo un artista irrepetible se gana esos ojos –esa mirada de honesto tahúr– pero, también, los tiempos que van cambiando mientras esas pupilas van aumentando la potencia de sus rayos X, su capacidad de ver a través y más allá, y de arriesgarse a descubrir lo que hay debajo de los huesos de su propia leyenda y de una época mítica.

Pensar en la mirada de Dylan del mismo modo en que algunos piensan en la sonrisa de la Gioconda.

DOS Así, No Direction Home cuenta varias cosas y todas al mismo tiempo y de forma irreprochable. A saber: A) La saga de alguien que se define como “un expedicionario musical” y que, casi sin proponérselo, se convierte en “la voz de sus tiempos” y “el dedo en el pulso de una generación”, y renuncia a todo eso porque nunca quiso corona o trono. B) Una sucinta pero intensa historia de un país tan convulsionado como seducido por cambios constantes. C) Una clase de historia musical en la que se cuenta cómo Dylan –al igual que Alien– se introduce en el movimiento folk y “de protesta” para primero hacerlo evolucionar hasta su máxima expresión y, casi enseguida, aniquilarlo electrificándose. Joan Baez vendría a ser Sigourney Weaver; pero en No Direction Home la comandante Ripley y los suyos pierden feo. Estremecedor y divertido el momento en que Baez –con risa amarga– relata: “Todavía hoy, más de treinta años después, cada vez que voy a cantar a un concierto benéfico, me preguntan una y otra vez: ‘¿Va a venir Bobby?’. Y yo les respondo: ‘Idiotas: no va a venir nunca...’. Ja ja ja. Puede decirse que por entonces, cuando estábamos juntos, yo no sabía qué pasaba dentro de su cabeza. Pero intentaba saberlo. Ahora ya me he dado por vencida, ja ja ja”. Y es Dave van Ronk –viejo camarada a quien Dylan le robó su arreglo para “House of the Rising Sun”– quien apunta: “Entonces, Bobby nos parecía políticamente ingenuo; pero el paso del tiempo ha demostrado que era el más sofisticado de todos nosotros”. D) El modo en que un compositor crece y mejora, y se fortalece hasta componer y grabar una canción que Dylan defiende como “una especie de vómito de varias páginas” y que lleva por título “Like a Rolling Stone”. E) El duelo entre un artista y una audiencia a la que no tiene la menor intención de obedecer y que, siempre, acabó yendo en busca de Dylan y no al revés. F) Un casi antiproustiano ejercicio temporal donde el sujeto de la cuestión habita un “puro presente”, siente que “nunca tuve pasado” y que, sin embargo, parece capacitado para sintonizar el sonido del futuro que, claro, es un sonido más allá de las modas, un sonido atemporal. G) Y, por último, una sucesión de varios momentos que quitan el aliento. Postales y paisajes, recuerdos y reflexiones. Y las palabras que saltan de unas a otras. Esquirlas zen. Ideas redondas. Cosas como: “Compuse las canciones porque necesitaba interpretar las canciones. Y estaban escritas en un idioma que yo jamás había oído”.

TRES Muchos años después y varias reinvenciones más tarde, el idioma de Bob Dylan es, hoy, conocido y reverenciado y, por lo general, falsificado con mucha devoción y poca pericia. Una foto del Dylan 2005, una escuchada a su último disco en estudio –el magnífico Love and Theft del 2001– confirman el éxito de la misión que él se impuso en sus comienzos: convertirse en alguien exactamente igual a esos tan primigenios como eternos song-and-dance men que admiraba en su juventud.

De ahí que uno de los máximos placeres de No Direction Home sea el de mirar a Dylan mientras mira. A eso se refiere D.A. Pennebaker –director del fundacional y revolucionario documental Don’t Look Back filmado durante un tour de Dylan a Inglaterra en 1965, quien aporta aquí varios valiosos descartes– cuando, para Scorsese, recuerda que lo que le interesaba era seguir a Dylan a todas partes porque “me gustaba verlo”. Pennebaker recuerda que, cuando le mostró un primer montaje a Dylan, éste se sintió inquieto “porque se sintió desnudo; pero al día siguiente estaba encantado, porque comprendía que, tratándose de él, toda intención verité acababa convirtiéndose en teatro, en actuación”. El mismo efecto se repite en No Direction Home: un Dylan por momentos chaplinesco, pero “haciendo” siempre de Dylan como nadie puede hacerlo. Y es maravilloso ver a ese alfeñique puro músculo luchando contra las cadenas y las medallas con las que pretenden atarlo y honrarlo. Muy por encima de la querible pero finalmente payasesca y por siempre teen gestualidad de los Beatles en celuloide (no mencionemos, por piedad, las “incursiones” de Bowie & Jagger & Co.), lo de Dylan es, siempre, imprevisible, gracioso, inquietante y nada demasiado lejano a su Alias en Pat Garret & Billy The Kid, su Renaldo en Renaldo y Clara o su más reciente Jack Fate en Masked and Anonymous: variaciones que se suponen ficcionales y que no son más que desprendimientos non-fiction del modelo original y único. Alguien que, a la hora de la verdad, empieza y termina en sí mismo.

Y vuelve a empezar.

Muchas veces.

CUATRO Lo que explica –más allá de los dictados de la duración y la imposibilidad de una sola película recorriendo todos los Dylan hasta la actualidad– la muy inteligente decisión de Scorsese de llegar hasta el año ’66 y detenerse allí. Abarcar tan sólo la distancia que media entre las preguntas pacifistas de “Blowin’ in the Wind” y el belicoso mandato de “Rainy Day Women # 12 & 35”. Los ’60 son –después de todo– la década en que Dylan y su época aparecen inseparables, y una para el otro. Tiempos, además, de Dylan con anteojos oscuros y cuando se hace más necesario explorar lo que hay detrás de los cristales. Y así detenerse en ese casi gélido primer plano del songwriter filmado por el Andy Warhol de la primera The Factory o en las palabras de Bob Johnston –productor en 1965 del álbum Highway 61 Revisited– cuando asegura que “Dios no puso la mano sobre el hombro de Bob. Dios le pegó una patada en el culo. Y Bob fue poseído por el Espíritu Santo durante esas sesiones de grabación”.

Mirar todo eso.

Lo que sigue –los ’70, los ’80, los ’90, los primeros pasos del nuevo milenio– ofrece a un Dylan completamente ajeno a los tiempos que antes corrían y que ahora se arrastran. Un Dylan definitivamente live, potenciando su actual pasado con la oferta comercial de productos nobles como la emisión televisiva y comercialización en DVD de No Direction Home y de su soundtrack selectivo; el lanzamiento de un nuevo Best of...; el análisis sociológico de Greil Marcus, conmemorando cuarenta años del “How Does It Feel?”; un finalmente autorizado Live at the Gaslight 1962 (por ahora sólo conseguible en las cafeterías Starbucks de EE.UU. y de Canadá); un volumen conmemorativo a cargo de los editores de la revista Mojo; y ese maravilloso libro objeto y pop-up que es The Bob Dylan Scrapbook (recién editado en España como El Album), rebosante de material facsimilar como entradas para conciertos, manuscritos, comunicados de prensa y fotos inéditas. Maniobras redituables que Dylan autoriza con un guiño y cara de poker, pero a las que no parece llevarles demasiado el apunte, sabiendo que nosotros le regalaremos toda la atención –y los billetes– con que contamos hasta el próximo disco o hasta su próxima escala en la ciudad donde vivimos o donde nos gustaría vivir para poder mirar a Dylan de cerca. El Dylan que en No Direction Home, recordando su juventud, dice: “Lo que tenían en común todos los músicos a los que me quería parecer... se notaba en su mirada. Era una mirada que decía: Yo sé algo que vos no sabés. Yo quería ser así”. El Dylan que ahora –uno de ellos– mira igual que como miraban esos músicos.

Y lo cierto es que, ahora, Dylan no sólo no mira atrás.

Ahora, Dylan tampoco mira a los costados, o abajo o arriba.

Ahora, Dylan –siempre en la carretera, tocando sin parar– sólo mira para adentro.

CINCO El último tramo de No Direction Home –atrás han quedado imágenes documentales, performances de Odetta o de Hank Williams, entrevistas a Bobby Neuwirth, Mary Muldaur, un desternillante Al Kooper contando cómo se las arregló para tocar esa definitiva línea de órgano en “Like a Rolling Stone”, Joan Baez, Pete Seeger, Suze Rotolo y tantos otros; esperables agujeros negros como ninguna mención a las drogas, la ausencia de material fílmico de su paseo con Lennon en taxi o de toda referencia a su vida más privada con su futura esposa Sarah Lownds– es vertiginoso y no da respiro. Es como si entonces, 1965-66, la realidad de Bob Dylan –para bien o, mejor, para mal– hubiera alcanzado la velocidad interna y mercurial de Bob Dylan. Más conciertos y giras giratorias y abucheos (“¡Traidor!”, “¿Dónde está Woody Guthrie?”, “Falso neurótico”, “Vendido”) y amenazas de muerte (“No me molesta que me disparen; me molesta que me anuncien que me van a disparar”, ríe Dylan, nervioso), conferencias de prensa cada vez más sarcásticas y violentas (“¿Cuál es mi objetivo? Mi objetivo es permanecer por aquí la mayor cantidad de tiempo posible” o “¿Cómo te atreves a preguntarme eso?”) y las anfetaminas bailando en su cuerpo y el fantasma de la electricidad aullando en su rostro. Y Dylan pidiendo que le traigan “un nuevo Dylan para usarlo”, casi sollozando porque quiere volver a casa y porque teme morir en un accidente aéreo. Ahí, Dylan, que no quiere más Dylan.

Al final, se pone la guitarra, anuncia que “ha vuelto de la tumba”, deja atrás un camerino con paso cansado –jamás pensé que este momento estaba filmado, ¿de dónde lo sacó Rosen para dárselo a Scorsese?– y Dylan sale a un escenario del Free Trade Hall de Manchester. Es la inolvidable noche del 17 de mayo de 1966 y alguien entre el público le grita “¡Judas!”, y Dylan le responde: “No te creo... Eres un mentiroso”, y se da vuelta y ordena a su banda ese ya célebre e inolvidable “Play Fucking Loud!”. Y The Band obedece. Y después de tres horas y media de No Direction Home –al igual que ocurriera con su magistral y tan reveladora como difusa autobiografía Crónicas–, Bob Dylan deja el edificio y sale de la película.

Pero, ahí adentro, detrás de esos oscuros ojos claros, el misterio permanece intacto.

domingo, 24 de febrero de 2008

The Never Ending Tour

Bueno, basta de vueltas, hay que enfrentarlo. Viene Bob Dylan dentro de unos días y uno no puede estar haciéndose el desentendido por mucho más tiempo.

Si, saqué las entradas como verán y comenzarán a ver de aquí en más un blog dylanesco en los días venideros. Trataré de ir al concierto con mi hija (8 años), ¿irá? En su mp3 conviven “Patito Feo” y “Floricienta” con “Blowin' in the Wind” y “El ángel de la bicicleta”, Calamaro y cosas así. En fin, una manera de contrabandearle sonidos, notas, frases, etc. Puede cantar “En el país de la libertad” o “Knockin' on Heaven's Door” así como temas de Diego Torres. En fin, son tiempos “líquidos”, no lo olviden. Espero sea una buena experiencia para ella, recuerdo a mis 4 años haber visto a Sandro y Los de Fuego y todavía me veo a mi mismo con la boca abierta por lo que estaba pasando en ese escenario dentro de un galpón cerealero en medio del campo. La escena termina con los “viejos” del pueblo llenándole de pasto y basura la camioneta en la que viajaban. Algo parecido con lo que le sucedió a Bob Dylan (salvando LA distancia!) en el Newport folk Festival de 1965 cuando Dylan "went electric" y fue rechazado por la audiencia folk. Eran la misma época!

Bueno, para entonarme y hacer la “previa” me hice de “MTV Unplugged” de 1995. Temas:

1. Tombstone Blues
2. Shooting Star
3. All Along the Watchtower
4. The Times They Are A-Changin'
5. John Brown
6. Rainy Day Women #12 & 35
7. Desolation Row
8. Dignity
9. Knockin' on Heaven's Door
10.Like a Rolling Stone
11.With God on Our Side

Excelente disco. Imposible de saturarse aunque uno lo escuche varias veces al día. De la saga de unpluggeds, este es un disco destacable. Arranca a todo vapor con “Tombstone Blues” y termina con una versión suave y emotiva de “with god on our side”, de lo mejor.

Músicos: Tony Garnier-Bass; John Jackson-Guitar; Bucky Baxter-Pedal Steel, Dobro; Winston Watson-Drums; Brendan O'Brien-Hammond Organ

De paso, las fechas de la gira latinoamericana 2008 de Bob Dylan.

26/2 MEXICO CITY, MEXICO - AUDITORIO NACIONAL
27/2 MEXICO CITY, MEXICO - AUDITORIO NACIONAL
29/2 MONTERREY, MEXICO - ARENA MONTERREY
2/3 GUADALAJARA, MEXICO - AUDITORIO TELMEX
5/3 SAO PAULO, BRAZIL - VIA FUNCHAL
6/3 SAO PAULO, BRAZIL - VIA FUNCHAL
8/3 RIO DE JANEIRO, BRAZIL - RIO ARENA
11/3 SANTIAGO, CHILE - ESTADIO SAN CARLOS APOQUINDO
13/3 CORDOBA, ARGENTINA - ESTADIO CHATEAU CARRERAS
15/3 BUENOS AIRES, ARGENTINA - ESTADIO VELEZ SARSFIELD
18/3 ROSARIO, ARGENTINA - HIPODROMO
20/3 PUNTA DEL ESTE, URUGUAY - HOTEL CONRAD

jueves, 21 de febrero de 2008

El sentido del humor y la fiesta

Artículo que me hizo llegar Pedro desde Rosario.

Los tiempos no son buenos. La humanidad está conducida por líderes en su mayoría negativos y mediocres. Las religiones, casi todas, están enfermas de fundamentalismo, arrogancia y dogmatismo, sin excluir a sectores de la Iglesia Católica Romana, contaminados por el pesimismo cultural del actual Papa.

A pesar de ello, ¿hay todavía lugar para el humor y el sentido de la fiesta? Creo que sí. A pesar de los absurdos existenciales, la mayoría de las personas no deja de confiar en la bondad fundamental de la vida. Se levanta por la mañana, va a trabajar, lucha por su familia, procura vivir con un mínimo de decencia (tan traída y llevada por los políticos) y acepta sacrificarse por los valores que realmente importan. ¿Qué se esconde detrás de estos gestos cotidianos? Ahí se afirma, de forma prerrefleja e inconsciente, que la vida tiene sentido; aceptamos morir, pero ¡es tan buena la vida!, como dijo François Mitterand antes de morir.

Algunos sociólogos como Peter Berger y Eric Vögelin reiteran en sus reflexiones que el ser humano posee una tendencia irrefrenable hacia el orden. Dondequiera que aquél aparece, crea rápidamente un acuerdo existencial con órdenes y valores que le garantizan una vida mínimamente humana y pacífica.

Esta bondad intrínseca de la vida es la que hace posible la fiesta y el sentido del humor. A través de la fiesta, ya sea sacra o profana, todas las cosas se reconcilian. Como afirmaba Nietzsche, «festejar es poder decir: que todas las cosas sean bienvenidas». Mediante la fiesta el ser humano rompe el ritmo monótono de lo cotidiano, hace un alto para respirar y vivir la alegría de estar juntos en amistad y la satisfacción de comer y de beber. En la fiesta, el beber y el comer no tienen la finalidad práctica de quitar el hambre o la sed, sino de gozar del encuentro y celebrar la amistad. En la fiesta, el tiempo del reloj no cuenta y al ser humano le es dado, por un momento, vivenciar el tiempo mítico de un mundo reconciliado consigo mismo. Por eso, los enemigos y los desconocidos son ajenos al núcleo de la fiesta, pues ésta supone orden y alegría, la bondad de las personas y de las cosas. La música, el baile, la amabilidad y la ropa especial hacen parte del mundo de la fiesta. A través de tales elementos el ser humano trasmite su sí al mundo que lo rodea y la confianza en su armonía esencial.

Esta última confianza da origen al sentido del humor. Tener humor es tener capacidad de percibir la discrepancia entre dos realidades: entre los hechos brutos y el sueño, entre las limitaciones del sistema y el poder de la fantasía creadora. En el humor existe un sentimiento de alivio ante las limitaciones de la existencia y hasta de las propias tragedias. El humor es señal de trascendencia del ser humano que siempre puede ir más allá de cualquier situación en su ser más profundo y libre. Por eso puede sonreír y tener humor por encima de las formas que lo quieren encuadrar, de la violencia con la que se pretende someterlo. Solamente quien es capaz de relativizar las cosas más serias, aunque las asuma dentro de un compromiso efectivo, puede tener buen humor.

El mayor enemigo del humor es el fundamentalista y el dogmático. Nadie ha visto sonreír a un terrorista o esbozar una sonrisa a un severo conservador cristiano. Generalmente son tan tristes que parecen que fueran a su propio entierro. Basta ver sus rostros crispados. No es raro que sean reaccionarios y hasta violentos.

En última instancia, la esencia secreta del humor reside en una actitud religiosa, aunque esté olvidada en el mundo profano, pues el humor ve la insuficiencia de todas las cosas frente a la Realidad Última. El humor y la fiesta revelan que hay siempre una reserva de sentido que todavía nos permite vivir y sonreír.

Leonardo Boff


miércoles, 20 de febrero de 2008

Un signo contra la barbarie

Página/12,
Miércoles, 20 de Febrero de 2008

Tres rayas, un círculo y un hombre quemándose las pestañas pueden cambiar el mundo. Remover conciencias. Es lo que tiene la desesperación, que aviva el ingenio. Gerald Holtom, un diseñador comprometido y que había trabajado criando cerdos, era este tipo preocupado en su estudio de Londres aquel 21 de febrero de 1958. Le habían encargado una misión: ponerle imagen a la Campaña para el Desarme Nuclear (CDN). El nunca lo vio claro. La paz, un concepto abstracto. “Rubriqué el dibujo con una línea y lo rodeé con un círculo. Era una imagen ridícula y débil”, dijo tiempo después. Era un suicidio, eso pensaba. Pero el resto del mundo no pensó lo mismo. Y tampoco lo cree ahora, millones de logos después. La paz sigue siendo la paz.

Todo esto se conmemora este año, cuando se cumple medio siglo del nacimiento de un símbolo que, pese a su potencia, no logra evitar que las guerras siguen apagando vidas. Por eso, la CDN solicita el apoyo de todo el planeta y ha creado una página web (www.happybirthdaypeace.com) en la que cualquiera puede personalizar su símbolo. Con colorines, con efectos visuales, con imágenes que nada tienen que ver con la paz: cada uno lo pinta a su manera. Desde Estados Unidos hasta Sudáfrica, el viejo emblema volvió a provocar emoción, igual que hace 50 años. Aunque quizá nunca se olvidaron de él. Porque sí, nació en la mente de Holtom, pero pronto se volvió universal. Lo hicieron suyo los hippies con sus flores, lo mostró la rockera Janis Joplin toda vez que tuvo oportunidad, se convirtió en la imagen del mítico Woodstock de 1969. Estas y otras imágenes, hasta llegar a doscientos, aparecerán en el libro Peace: 50 years of protest, que publicará la CDN a mediados de año. En él hay escenarios de todo el globo: el Muro de Berlín, la destrucción de Bosnia, los campos arrasados de Vietnam. Este logo tiene el don de la ubicuidad. Nunca nadie le preguntó de dónde vino ni adónde iba. Algunos pensaron que representaba la V de victoria o la huella de la paloma de la paz, el otro símbolo. No es así. La mayoría lo aceptó como un puñal contra la barbarie. Gracias a Holtom, que no lo patentó y dejó que lo empuñara quien quisiera hacerlo: “Un símbolo de libertad tiene que ser libre”.

martes, 19 de febrero de 2008

Blogs o el espectáculo del yo

Mi colega Hernán Giardini me hizo llegar este texto de Christian Ferrer acerca del sentido de los blogs y su, muy frecuentemente, exagerada promoción como medios de comunicación y participación. Es cierto que los blogs trascienden raramente el narcisismo. Aunque también se pueden nutrir de otros valores o taras. ¿Cuál es el caso de este? La respuesta en algunos meses.

Cali


Publicado en Clarin, 30 de enero de 2008.

Blogs o el espectáculo del yo

Esta época espera que cada hombre y cada mujer, cada niño y cada anciano, sean ricos o pobres, se transformen en "emisores". ¿De qué? Carece de relevancia, puesto que la experiencia del mundo se ha vuelto definitivamente fugaz.

Por: Christian Ferrer
SOCIOLOGO, DOCENTE UBA

Los hombres que daban forma a una generación literaria podía ser encontrados, en otros tiempos, sentados en cafés estratégicos y sacando filo o espoleta a un manifiesto más o menos tremebundo, cuanto menos quejoso e invariablemente urgente.

Si algún destino existía para ellos, se resumía en fama u olvido. Las revistas culturales solían ser portavoces, o altavoces, de las intenciones grupales, es decir engranajes esenciales de su cadena de distribución. Hoy, además, hay blogs en Internet, cuyos precursores fueron las secciones concedidas por los diarios a las letras y las bellas artes, "espacios" luego confirmados por la televisión.

El blog "de ideas" ya es una institución de la cultura y los debates actuales en torno a su consistencia ontológica y técnica suponen una trifulca altisonante acerca de sus incumbencias, no menos que por la porción de prestigio e influencia que otros medios ya consagrados o habituales necesariamente han de ceder. No obstante, se sabe que de tales grupos literarios o intelectuales la posteridad picotea, a lo sumo, algún autor, algún título, si es que lo hace.

La causa de la preferencia por ciertos "soportes" de ideas, sea en papel o en pantalla, difícilmente será encontrada en el contenido, siempre perecedero, sino en la potencia articuladora y amplificadora de su forma técnica, que es mayor, incluso inmensa, a las posibilitadas por una revista o un libro.

A juzgar por las "visitas", los lectores se multiplican como peces, en el supuesto de que los números computados por el "contador" del sitio informático signifiquen algo. En todo caso, los números altos de tirada de edición siempre han significado éxito, y no valor.

De Internet se dice que es una "revolución", palabra que ha demostrado ser un concepto productivo, además de coartada y consigna. En su momento, también la invención del automóvil modificó "el soporte" y la celeridad de la circulación de la carne humana sin cambiar por ello el lugar de destino ni el motivo de la cita: fábricas, oficinas, ventanillas para trámites, complejos turísticos. Lo importante era la circulación en sí misma, y la novedad. Por debajo, sosteniéndolas, una enorme trama de intereses económicos y políticos.

En fin, que no faltó el exaltado que calificó al zapping de manivela libertaria de la audiencia. Ahora, al igual que cien años atrás, se cree que el desinterés o el escepticismo por los símbolos del "progreso" es una actitud poco menos que bárbara, parecida a la de esa gente que afea el paisaje urbano por no respetar los dictados de la moda. Es inevitable que cada época se ilusione con sus juguetes nuevos.

Nada a objetar: los sitios informáticos de ideas son tan útiles y significativos como lo eran las revistas y las bibliotecas. Pero suponerlos un trastrocamiento revolucionario en el orden de la cultura es el tipo de exageración enfática que suele acompañar a los discursos de sobremesa. Lo cierto es que el contenido raramente confirma otra cosa que no sea la apoteosis y el espectáculo del "yo", esa antigua muletilla de la vanidad y el narcisismo. Internet podrá parecerse a una galería de espejos deformantes, pero la retórica circulante se remite a un pronombre personal.

Ya es bastante difícil escribir dos o tres buenos ensayos o ficciones al año. La sola idea de publicarlos tres veces al día da vértigo, salvo que la opinión, por sí misma, haya devenido en género literario hegemónico, no menos que el carneo, el vómito y la maledicencia, juicios soeces que abundan en ese módico circo romano aunque sin el gracejo que el ingenio popular suele dejar en las paredes de los mingitorios públicos.

Esta época espera que cada hombre y cada mujer, cada niño y cada anciano, sean ricos o pobres, se transformen en "emisores". ¿De qué? Eso carece de relevancia, puesto que la experiencia inmediata del mundo se ha vuelto tan fugaz como una primera plana de periódico. Y por cierto, que los matutinos debatan la naturaleza de estos sitios informáticos es algo muy natural, puesto que nada hay más parecido a un diario que un blog con pretensiones culturales. Ambos han de ser llenados todos los días.

El blog, al igual que antes la revista de cenáculo, es menos una herramienta generacional que una tradición moderna: hay que hacer algo de ruido allí abajo para que los de arriba hagan lugar a las nuevas generaciones, si es que éstas mismas no son otra cosa que un abuso académico de fechas de nacimiento concordantes. El barullo ha de ser lo más sonoro posible, pues hay gente aún más joven en las gateras exigiendo inclusión social. Quizás por eso la edad de los pregones más entusiasmados por la novedad técnica suele estar más cercana al nicho del cementerio que a la sala de partos del hospital.

lunes, 18 de febrero de 2008

Hacer la Guerra

En relación a la entrada previa, aquí reciclo algo ya publicado en la versión inicial de este blog. De a poco iré reciclando todo ese material.


Es mejor recordarnos a nosotros mismos que la sabiduría está lista para alcanzarnos desde los sitios más inesperados. Cito a un hombre que se volvió sabio un poco tarde en la vida: “Naturalmente, la gente común no quiere la guerra, pero después de todo, son los líderes de un país quienes deciden, y siempre es cuestión de arrastrar a la gente, ya sea en una democracia como en una dictadura fascista, con Parlamento o en una dictadura comunista. Con voz o sin voz, la gente siempre puede ser convocada por el llamado de los líderes. Es fácil. Todo lo que hay que hacer es decirle que está siendo atacada, y acusar a los pacifistas de falta de patriotismo y de exponer a la nación al peligro. Funciona igual en todos los países”. Así habló Hermann Goering en Nuremberg.

Fragmento de “Estados Unidos según Norman Mailer: Bush no es un conservador”, (Suplemento Radar, Página/12, 26/9/04)


domingo, 17 de febrero de 2008

Sal en las heridas

Las Malvinas en la cultura Argentina contemporánea

Acabo de terminar de leer el voluminoso estudio y análisis sobre la denominada “causa Malvinas” realizada por el politólogo y sociólogo Vicente Palermo. Realmente fantástico libro donde desmenuza con profundidad y en su vastedad los lugares comunes y las taras del pensamiento nacionalista vernáculo. Sin concesiones e intelectualmente atrevido, es a mi juicio lo mejor que se ha escrito acerca del conflicto de Malvinas, qué razones y sinrazones no llevaron a él, cuáles han sido las falsedades del discurso malvinero de entonces y ahora. El libro muestra una preocupación obsesiva para desmenuzar la “causa” Malvinas en toda su dimensión y a través de una cronología histórica exhaustiva. Como su autor señala “el examen de la causa y de todos los lugares comunes que la conforman y acompañan, nos permite una lectura de nuestro nacionalismo, de la identidad que nuestro nacionalismo nos propone, del mismo modo que la crítica de cada aspecto, de cada dimensión, nos ofrece claves para una propuesta alternativa de identidad, la del patriotismo republicano”.

Conocí a Vicente Palermo por su libro “La historia reciente. La Argentina en Democracia” (2004), luego por algunos de sus escritos durante el año 2006 a raíz del conflicto de las pasteras en el Río Uruguay. Este libro toca tangencialmente ese conflicto como ejemplo de la deformidad y ceguera que resulta de la vocación “unanimista” del nacionalismo al declarar tal conflicto como “causa nacional”. Sobre el conflicto de Fray Bentos le dedica su libro más reciente (y que ahora estoy leyendo).

Paso a copiar la presentación que Palermo hace sintéticamente de su libro:

“Se cumple un cuarto de siglo de la guerra de las Malvinas. Invito al lector a pensar sobre el conflicto que nos llevó a ella, y especialmente sobre la causa Malvinas, las experiencias, los anhelos, los valores y los sentimientos que dieron forma a esa causa que tanto nos habla de nosotros mismos. No es éste libro de análisis sin pasión sino de aquellos que comprometen profundamente al autor con su sociedad y donde entran en juego sus propios valores e ideales. El tema es doloroso porque está atravesado de viejas y nuevas heridas, todas abiertas. Y yo me dispongo a echar sal en esas heridas. No le voy a hacer fácil las cosas a quien recorra estas páginas, como no me ha sido fácil a mí escribirlas. Lo haré sin otro bálsamo que mi sentido del humor –en verdad sal y pimienta.

Hablar de Malvinas no es solamente hablar de la relación entre el archipiélago y la nación, y de concebir su relación con el mundo. Las virtudes de la cuestión Malvinas para encarnar nuestro nacionalismo no las comparte con ninguna otra --de allí su extraordinario valor. De manera tal que me ocupo aquí de la causa Malvinas para cuestionar a fondo formas de pensar, creer y sentir nuestra cultura e historia, nuestro presente y nuestro futuro, los modos de vincularnos entre nosotros y con el mundo”.

Finalmente quiero compartirles un fragmento del libro:

El interés nacional –trato de decirlo del modo más provocativo posible-- no existe. No hay un interés nacional predeterminado, de entidad platónica, y que, según las circunstancias, habría que tomarse el trabajo de detectar y “bajar a tierra”. El dictum célebre, “los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes”, es conceptualmente errado. Ciertamente, es bueno para los países tener amigos permanentes, pero en materia de intereses nada hay que se parezca a eso. Se pueden hacer esfuerzos para estabilizar algunas ideas, o líneas de acción, definidas y consensuadas (i.e. las así denominadas, a veces muy confusa y ambiguamente, políticas de Estado), y está bien que así sea, pero eso pertenece al mundo de la política, no al de las esencias. Hay, constantemente, multiplicidad de intereses legítimos y multiplicidad de opiniones encontradas sobre qué conviene hacer en bien del país. Estas opiniones podrán estar más o menos vinculadas con sectores sociales, fuerzas políticas, burocracias, mundos culturales, corrientes de pensamiento, intelectuales públicos, podrán tener mayor o menor influencia de origen externo, y los buenos argumentos, la suerte o la experimentación (resultado a su vez de la entrada en juego de diferentes recursos, entre los que se cuentan votos, liderazgo, dinero, prestigio, etcétera), podrán “mostrar” si algunas son más convincentes que otras para el país –en todo caso en un proceso jamás concluyente. Lo ilustro poniéndome a mí mismo como ejemplo: estoy convencido de que la Argentina tiene que revisar profundamente en un plano cultural y en uno político, las pautas dominantes en la cuestión Malvinas. Esto no supone considerarme defensor del “auténtico interés nacional”, que está esperando que los argentinos nos demos cuenta, o que el numerosísimo contingente de quienes no comparten mi punto de vista carezca de sensibilidad para detectarlo, o no esté integrado por argentinos de bien. Simplemente, se trata de discutir qué conviene hacer sobre la base de argumentos y valores, y conforme a reglas.

Pero, si el interés nacional es uno solo, como es tan común creer, y de lo que se trata es de oponer la verdad a la mentira y la corrección al error, entonces, la diversidad es prácticamente intolerable.



(desde Rosario, Bar El Cairo)

sábado, 16 de febrero de 2008

El World Press Photo premia «la fatiga extrema de un hombre y de una nación»

Escrito por RA/Agencias

El fotógrafo británico Tim Hetherington ganó el prestigioso World Press Photo Award de 2007 con una instantánea de un soldado estadounidense exhausto en un búnker en Afganistán. "Esta imagen muestra el agotamiento de un hombre y el agotamiento de una nación", declaró el presidente del jurado, Gary Knight y agregó que "todos estamos conectados a esto. Es una foto de un hombre al borde del límite", anunciaron los organizadores.

La foto de Hetherington «muestra el agotamiento, la fatiga extrema no sólo de un hombre sino de toda una nación», según Gary Knight, presidente del jurado que ha tenido que seleccionar entre 80.536 imágenes presentadas a concurso por 5.019 fotógrafos de todo el mundo.

Los premios World Press Photo se entregan desde 1955 en Holanda. Instituidos por la asociación del mismo nombre, que opera sin afán de lucro, pretenden ser algo así como los Premios Nobel del fotoperiodismo, donde se premian simultáneamente la excelencia técnica y el acierto humano.

Esto los puede a veces hacer incurrir en cierta tendencia monotemática, pero también los convierte en un fiel espejo de qué preocupa más a la gente en cada momento. La fotografía vencedora el año pasado mostraba a un grupo de jóvenes libaneses conduciendo a través de un barrio de Beirut devastado por los bombardeos israelíes el 15 de agosto de 2006, el primer día del alto el fuego. El fotógrafo era el estadounidense Spencer Platt.

Las fotos premiadas por el World Press Photo no sólo dan la vuelta al mundo sino que a veces lo cambian. En 1957 otorgaron su máximo galardón a la imagen de Dorothy Counts, una de las primeras mujeres negras en entrar en una universidad americana disgregada. La inmortalizó Douglas Martin para Associated Press.

En 1968 fue la foto de un vietcong ajusticiado de un tiro en medio de la calle en Vietnam, obra de Eddie Adams, también de Associated Press. En 1972, y siempre para la misma agencia, Ut Cong Huynh conmovió al mundo con la imagen de una niña vietnamita corriendo desnuda y horrorizada bajo los bombardeos de napalm.

No llegó a obtener el premio pero sí se conserva en sus archivos como ganadora del Pulitzer 1994, la célebre foto del norteamericano Kevin Carter de una niña sudafricana moribunda, acechada por un buitre. Carter también acechó 20 minutos para tomar la imagen, lo cual le llevó derecho a la portada de The New York Times y, dos meses después de recibir el Pulitzer, al suicidio.

martes, 12 de febrero de 2008

Niebla del Riachuelo


Hace ya varias semanas, participando en una discusión acerca del futuro del Riachuelo, sostuve, a modo de broma e ironía, que el Riachuelo debía ser dejado tal como estaba dado que era un sitio que ha sido motivo de inspiración de innumerables artistas; que se trataba de un lugar con un potencial poético inmenso. Un Riachuelo “saneado” y cristalino sería un sitio anodino y vacío de toda la carga emotiva que tiene.

Mi argumentación no tenía otra pretensión que rescatar el significado que esa porción de la ciudad ha representado por mucho tiempo dentro de la poesía ciudadana. Por supuesto que la situación del Riachuelo es de una crueldad y una miseria imposible de sostener, se trataba sólo de una picardía, pero que contiene una innegable realidad.

A modo de desafío y para sustentar mi insólita postura, pasé a dar algunos ejemplos en los que el Riachuelo ha inspirado a la poesía urbana.

Uno de esos ejemplos fue el tango “Niebla del Riachuelo” de 1937 cuya letra pertenece a Enrique Cadícamo y su música a Juan Carlos Cobian.

Luego, ya en mi casa, me puse a buscar qué versión tenía de ese tango y sólo tengo una interpretación de ese tango por Horacio Molina, una versión suave y muy íntima, al estilo de Molina.

Me propuse encontrar una versión un poco más enérgica. Finalmente, hace unos días, encontré la versión de Edmundo Rivero en un disco doble, cuyo primer CD contiene una serie de “standards” y el segundo está dedicado a versiones de tangos lunfardos, una especialidad de Edmundo Rivero. Se trata del disco “Esencia Criolla. 40 Obras Fundamentales” una compilación del año 2000.

La versión de “Niebla del Riachuelo” que contiene es del año 1962 y es realmente muy buena. De paso, comparto esa letra inmensa:

NIEBLA DEL RIACHUELO

Turbio fondeadero donde van a recalar
barcos que en el muelle
para siempre han de quedar;
sombras que se alargan en la noche del dolor;
náufragos del mundo que han perdido el corazón;

Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar;
barcos carboneros que jamás han de zarpar;
torvo cementerio de las naves que al morir,
sueñan, sin embargo, que hacia el mar han de partir.

Niebla del Riachuelo,
amarrado al recuerdo,
te sigo esperando;
niebla del Riachuelo,
de ese amor, para siempre, me vas alejando...

Nunca más volvió;
nunca más la vi;
nunca más su voz nombro mi nombre junto a mi...
...esa misma voz que dijo "Adiós!".

Sueña, marinero, con tu viejo bergantín;
bebe tus nostalgias en el sordo cafetín...
llueve sobre el puerto, mientras tanto, mi canción;
llueve lentamente sobre tu desolación...

Anclas que ya nunca, nunca más, han de levar;
bordas de lanchones sin amarras que soltar;
triste caravana sin destino ni ilusión,
como un barco preso en la botella del figón...

Niebla del Riachuelo,
amarrado al recuerdo,
te sigo esperando;
niebla del Riachuelo,
de ese amor, para siempre, me vas alejando...

Nunca más volvió;
nunca más la vi;
nunca más su voz nombro mi nombre junto a mi...
...esa misma voz que dijo "Adiós!".


sábado, 9 de febrero de 2008

La muerte de la Alta Fidelidad

Hace unos días hice mención a la situación paradójica de que la tecnología hoy nos permitiría escuchar música en niveles de calidad y fidelidad como nunca antes, pero sin embargo, las tendencias impuestas llevan a escuchar cada vez peor. Pero eso no sólo degrada la calidad con que muchos escuchan música, sino que además arrastra a que las producciones musicales vayan cada vez dirigiéndose a “esa” forma de escuchar.

El comentario lo hice advirtiendo que si ponía un video de “youtube” era sólo a los efectos de ver y escuchar una aproximación a “algo”, pero que ese algo no es lo que se ve y se escucha, es una simple “aproximación”, sólo eso.

En el último número de la revista “Rolling Stone” (versión argentina, enero 2008) se publica un artículo titulado “La muerte de la Alta Fidelidad. Volumen, compresión y MP3 contra la profundidad y la emoción musical. ¿Por qué en la era de los mayores avances tecnológicos la calidad sonora empeoró como nunca?”.

Es altamente recomendable la lectura del mismo, pero para sintetizar lo que sucede es que la popularización del MP3, un formato que logra almacenar información musical en mucho menos espacio, alcanza ese objetivo sacrificando una gran cantidad de “información” musical del archivo original, por ejemplo los registros más graves y los más agudos, generando una reproducción más chata y latosa. Según uno de los técnicos citados en la nota “uno ya no percibe el impacto de la música; se desvanece el impacto del bombo de la batería, o el dinamismo del parlante cuando un guitarrista toca un acorde poderoso”.

Para minimizar la pérdida de calidad deberíamos utilizar archivos MP3 generados por encima de los 224 kbps. Según Levitin, profesor de música y neurociencia de la Universidad McGill, “de todos modos, es como ir a ver la Mona Lisa al Louvre y encontrarse con una reproducción de 10 megapixeles. Yo siempre quise escuchar música del modo en que los artistas la imaginaron. No se me ocurriría mirar una pintura de Kadisnsky con gafas de sol”.

El CD amplía las posibilidades sonoras del vinilo, y los avances tales como el DVD-Audio y los SACD que resultaron en un fracaso a cambio del gusto por los Home Theaters de menor calidad es una muestra del cambio de valores en los consumidores. Según uno de los expertos consultados “la era del audiófilo está acabada”.

Esto explica en parte el fenómeno, en lugar de optar por la mejor calidad o la alta fidelidad, hay un movimiento masivo hacia la oferta de menor calidad sonora, y esto no es una cuestión de precios.

El fenómeno se complementa con la reacción de las compañías discográficas ante este fenómeno. Ya no buscan que sus discos suenen bien, lo que les interesa es que capten la atención de un público disperso, escuchando música en ambientes ruidosos, en parlantes de computadoras mientras se navega en Internet o con auriculares de mala calidad. Entonces lo que se hace es evitar las grabaciones con amplio rango dinámico, es decir aquellas en donde existen pasajes o instrumentos que suenan a bajo volumen, mientras existen otros pasajes o instrumentos a alto volumen. Al evitarse esto, se empuja todo el registro hacia arriba, tratando que siempre suene alto y por lo tanto sin matices y una bola insoportable de sonido que cansa rápidamente. Así la solución es el MP3 que permite cambiar rápidamente a otro tema o mejor aún, ponerlo en reproducción aleatoria, e ir saltando de tema en tema para tener un poco de variedad sonora que el cerebro necesita.

Existe una enorme preocupación entre los ingenieros de sonido porque saben que están matando la alta fidelidad y que incluso se está remasterizando viejas grabaciones con este criterio de quitarles rango dinámico cometiendo un crimen para la obra del artista.

Así las cosas, cuando la tecnología podría darnos buena calidad como nunca y a precios más accesibles, terminamos consumiendo discos que suenan tal como los comprimen en la radio para que se escuchen sólo los rangos medios y toda sutileza es borrada.

Bob Dylan dijo que los discos nuevos “están saturados de sonido, Nada tiene definición, ni las voces, nada; es sólo estática”.

En la nota citada se destacan tres discos que mantiene un nivel bueno de grabación y mezclado:

Modern Times, Bob Dylan

Not Too Late, NorahJones

Raising Sad, Robert Plant y Alison Kraus

“Tres discos notables por la profundidad de su rango dinámico. Suenan bastante fuerte pero con sutileza”.

Consejo: si graban o bajan MP3, por favor, busquen que sean archivos con más bits, por encima de 192 kbps, lo mejor es entre 224 a 320 kbps, entrarán menos canciones en la memoria del MP3, pero tu oído y sensibilidad te lo agradecerá.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Historia del llanto

Luego de años (décadas?) que no leía una novela. Tiempo en las que sólo me dediqué a leer ensayos, historia, informes, análisis de algún tema y otras variantes (o “piezas” de comunicación, como dirían ciertos comunicólegos) me decidí por leer la última novela de Alan Pauls.

Tuve interés en hacerlo porque, en primer lugar, ahonda en un aspecto que en los últimos tiempos ha ocupado mucho de mi interés, los ’años 70 y sus mil demonios sueltos. Década que a partir del 2000 en adelante (por poner una fecha aproximada) comenzó a escribirse sin prejuicios y narrando las cosas en su verdadera magnitud, aún con sus miserias y contradicciones más profundas. Creo que el paso del tiempo, fundamental, ha hecho posible la aparición de una nueva camada de libros que arrojan una luz mucho mas certera que la conocida en los escritos de los inmediatos años post ´70. El otro motivo es que muchos me habían recomendado leer a Pauls por sus dotes de escritor. Bien por esas razones “Historia del llanto” (2007) ocupó mi fin de 2007.

¿Qué es lo que en realidad cuenta "Historia del llanto", cuál es su tema?

La educación sentimental de un chico que en los años 70, ya adolescente, se convierte en un groupy de la lucha armada. La biografía de un lector fanático que se pregunta: "¿Me mancho los ojos de sangre cuando leo algo sangriento que ocurrió?". El dolor como fuerza primordial de la pedagogía progresista. Una reivindicación de la distancia. Podría seguir. Prefiero decir que el libro no tiene tema, que más bien hilvana núcleos temáticos múltiples con un criterio musical.

(05-01-2008, Río Negro)

No soy crítico literario. Si bien el libro me gustó y encontré una sintonía particular con varios tramos del mismo, en otros me resultó demasiado cruel. Una experiencia rara, pero recomendable. De todas maneras, vuelvo a mis lecturas frecuentes, seguramente pasarán varios años nuevamente para que vuelva a agarrar un libro de ficción. O no, no sé.

Aquí una entrevista a Alan Pauls, para abundar un cachito. Gracias por hacerme llegar la misma.

http://www.clarin.com/suplementos/zona/2007/12/30/z-03815.htm

A FONDO: ENTREVISA AL ESCRITOR

Alan Pauls: "La pasión incontrolable es más interesante que un amor de verano"

Al amor se le han dado significados muy variados. Hoy suele pensarse como un sentimiento sustituible, de corta duración. Pero esta mirada liviana nos priva de experimentar sensaciones mucho más atractivas.

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Daniel Ulanovsky. ESPECIAL PARA CLARIN

Los escritores tienen algo de brujos. En sus ficciones toman los fantasmas de una época, les dan vida y logran mostrarnos espejos en los cuales encontramos pequeños pedazos de nosotros. A veces, también bucean en sus propias vivencias y tejen libros que huelen a autobiografía. Alan Pauls reconoce cierto espíritu de juego -¿perverso?- al restringir, exagerar, invertir su historia y luego convertirla en parte de las tramas.

Los lectores, agradecidos. Su novela más conocida, El pasado, Premio Herralde de Novela 2003, lleva la pasión a límites sofocantes. Sin embargo, muchos se le han acercado en la calle para contarle su identificación con los personajes. Algo así como que, de cerca, todos somos seres extraños. Pauls, autor de ensayos destacados como El factor Borges, guionista de cine y, esencialmente, novelista, publica desde hace más de dos décadas. Su último libro, Historia del llanto, editado hace sólo unos meses, agrega a las relaciones amorosas -su núcleo tradicional y duro- la política y los años 70. Pese a su trayectoria exitosa, Pauls cree tener cierta "pasta de perdedor" y reconoce haber firmado ya algún pacto con el Diablo.

Hay algo que llama la atención en sus novelas: el amor siempre aparece en una dimensión vampírica. Los protagonistas se agotan y se vacían amando o, al contrario, al intentar romper el vínculo amoroso. ¿Para usted no corre eso del posmodernismo y los amores light?

A mí me gusta convertir las excepciones en reglas: tomo un caso singular, más o menos extremo, más o menos patológico y lo convierto en un principio de amor. Entonces, lo que parecía ser un accidente anómalo, incluso negativo, pasa a ser la ley. Yo creo que las cosas están bien en la medida en que todo caiga dentro del amor. Quiero decir, los amantes pueden ser vampiros recíprocos, psicópatas que tomen al otro como blanco, extorsionadores, perseguidores, traidores, pero en cierto sentido me da la impresión de que hay una especie de ley superior que rige. Es decir, mientras eso suceda en el contexto de la experiencia amorosa, no tengo ningún juicio moral que aplicar.

¿Pero cómo sería que ocurra fuera de la experiencia amorosa?

Que no haya relación.

¿Falta de interés, pasión?

Claro, que todo se convierta en un acuerdo sadomasoquista, que se contractualice, en especial en relación al tiempo. Algo al estilo de "durante quince minutos vamos a compartir esta pequeña sesión de sexo y violencia, y después no nos habremos conocido". Que ésa es como la otra variante, ¿no? Los espacios amorosos con una función única, específica, sin que importe la totalidad. Pero a mí me parece que la idea de liberarse del amor, de quitárselo de encima es una idea antiamorosa.

¿Los amores de verano -con los que mucha gente ya está soñando en esta época- para usted tampoco serían amor, entonces?

No me parecen dignos de generar ficción. Sus "protagonistas" controlan demasiado la situación, el amor funciona ahí de un modo instrumental. Como uno se va de vacaciones sólo o sola y en la playa hay muchos estímulos eróticos, no va a desaprovechar el mes sin curtirse a alguien. Hay algo como de paquete turístico en el amor de verano. Yo soy chapado a la antigua: es mejor la pasión incontrolable (incluso como material de ficción). La pasión incontrolable es más interesante que un amor de verano. Se convierte en un campo nada aburrido, ni de aburguesamiento ni autodegradación.

¿Sus personajes, sin embargo, no se degradan bastante a menudo?

Sí, pero es una degradación que forma parte de la experiencia amorosa. Como si yo dijera: ¿qué extremos puede resistir el amor? ¿A qué cosas puede sobrevivir? Es un poco esa idea, la de poner a prueba la resistencia de una experiencia sentimental, humana. Me parece que el amor es totalmente cultural. Pero eso hace justamente que matemos por amor, que muramos por amor, que traicionemos por amor, que el amor se convierta en una gran causa.

Pero hay hechos que no son culturales, como el hambre, que también llevan a matar.

No creo que la gente mate por hambre. La gente mata para tener algo que no tiene; mata porque el otro es un rival, pero no diría que mata por hambre del mismo modo en el que un tigre mata a otro, si los encierran en una celda, por el simple hecho de que tiene hambre. Me parece que no se aplica a la especie humana, ni siquiera en los niveles más aterradores de miseria y de hambre. Una persona se muere de hambre, no mata por hambre.

En sus libros, se percibe un tono autobiográfico. ¿Qué se siente al lanzar los propios fantasmas a territorio ajeno?

El impulso más fuerte, en verdad, es experimentar conmigo. Algo así como la idea del científico de película de ciencia ficción clase B de los años 50, que se inyecta savia de árbol o sangre de rata -a falta de conejillos de indias o porque ya se le murieron todos- para ver los efectos en su cuerpo. Me gusta saber qué pasa si a esa materia prima que yo soy, que es mi vida, la someto a toda clase de tratamientos disímiles: exageración, restricción, inversión...

Técnicas varias de photoshop, diríamos.

Exacto. Ver cómo queda uno después de esas transformaciones. Yo creo que si hay algún morbo en esto de incluir la autobiografía, pasa por ahí. Es un morbo mucho más autista que exhibicionista. Para mí, experimentar con uno mismo no es revelar, es un trabajo completamente diferente, casi enemigo. No me interesa lo autobiográfico en un sentido confesional, simplemente por una razón: no creo en la verdad de las confesiones ni en que las personas dicen la verdad sobre sí mismas. Y llegado el caso, lo que dirían como verdad sería de una trivialidad absoluta, del tipo "Traicioné a alguien", "Odié a alguien", "No hice lo que me pediste porque...". Eso no me atrae, no me lleva a ninguna parte. En cambio, me gusta lo personal que hay en la experimentación autobiográfica cuando yo dejo de ser yo, cuando mi mamá deja de ser mi mamá y nos convertimos en otras cosas, básicamente en criaturas de ficción. Y es ahí donde eso puede rebotar o resonar en alguien.

Usted está en pareja con Vivi Tellas, una conocida mujer de teatro. ¿Cómo trabaja esta experimentación autobiográfica? ¿Ella, u otra gente cercana a usted, tiene derecho a voz y a voto si hay algo que la involucra?

En mi caso, no hay voz ni voto del otro mientras escribo. Yo me arrogo el derecho de experimentar con mi vida personal y por lo tanto, con todas las piezas que forman parte de ella. Y lo hago sin escrúpulos. Tengo, sí, límites éticos. No me interesa escribir para perjudicar a alguien, ni para vengarme de nadie; no creo que la literatura arregle cuentas entre personas. Igual, no me parece descabellado que llegue a tener problemas, incluso con las personas más queridas. Se trata de un terreno muy resbaladizo donde siempre se va mucho más allá de la cuestión de "¡Cómo me hiciste quedar!", "¿Soy yo o no soy yo tal personaje en tal libro?", "¿Tenés derecho a trabajar con mi vida?". El inconveniente es cuando alguien siente que el libro le pertenece porque lo ha, supone, inspirado.

Hablamos del amor y del vampirismo. Fuera de la ficción, ¿cómo es usted frente a la tentación? Le pregunto porque conozco mujeres que estudiaron Letras en su misma época y suelen decir: "Alan era el bombón que todas las chicas querían".

Nunca fui un playboy. Me di cuenta muy pronto de que no iba a serlo, en particular cuando veía a aquellos playboys de mi niñez y de mi adolescencia que se movían por la Costa Azul. ¿La razón? La misma por la que supe que nunca iba a jugar al tenis profesionalmente: no tenía chip ganador, no me interesaba el triunfo. O porque tenía pasta de perdedor. Para ser un Don Juan o un deportista de competición, se necesita una especie de instinto de aniquilación: yo o yo. Y creo que nunca tuve eso. Además, no me interesan los muchos objetos. Siempre preferí quedarme con una mujer e ir hasta el fondo. Ese fue siempre mi camino.

La pasta de perdedor no le ha funcionado en la literatura: ahí se ha esforzado por tener un "yo" fuerte.

Quizá haya elegido la literatura porque no obliga a entrar en una relación de intercambio con el mundo: escribir es una práctica muy autista. La gente que realmente quiere hacerlo, escribe, le den premios o no, lo publiquen o no, lo elogien o no. Yo escribí durante veinte años y realmente me hicieron mierda, tuve críticas horribles, vendí poco, vendí poquito, vendí un poquito más. El mío no fue un ascenso fatal.

Pero llegó.

Podía no haber pasado nada, también. Puede incluso, que de aquí en más no vuelva a pasar. Créame, eso es algo accidental.

Mmmm...

Le quiero decir que el buen escritor no tiene pasta de ganador, no escribe bien por la fama, ésta después puede llegar o no. En cambio un tenista no es grande si desde el principio no tiene en mente batir al otro. ¿Entiende la diferencia?

Copyright Clarín, 2007.